Publicidad

Pékerman, íntimo

En Hurlingham queda la casa del argentino, donde aún habita Matilde Michielin, su mujer. Y a la vuelta, Vanesa, su hija, la que nació en Medellín.

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Daniel Avellaneda/Corresponsal, Buenos Aires
10 de marzo de 2012 - 10:00 p. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Encontramos a su cuñada, sobrino y hermano menor, así como la heladería a la que lleva a sus nietas.

Es mediodía en Hurlingham y un desfile de peatones hace de la avenida Jauretche una auténtica pasarela. Va y viene la gente. Entra y sale de esos negocios de todos los rubros que decoran la calle con mayor vida comercial de este rincón del centro-oeste de la provincia de Buenos Aires. Se multiplica el bullicio en la esquina Teniente General Riccheri, donde se mezclan los motores del Ferrocarril San Martín con los de los buses que circulan sin pausa sobre el cemento. Un grupito de chicos, envueltos en guardapolvos blancos como esas nubes que cubren el cielo bonaerense, le agregan decibeles a la salida del colegio, cerquita de la filial de Boca Juniors. Pero el ruido que ofrece esa pintura urbana se desvanece unas cuadras adentro, cuando El Espectador se interna en el mundo de José Pékerman.

A metros de ese boulevard de tránsito incesante se erige el caserón del técnico de la selección de Colombia. Ahí mismo todavía vive Matilde Michielin, su mujer. Y a la vuelta, Vanesa, su hija, la que nació en Medellín, cuando este padre de familia era futbolista del Poderoso de la Montaña. Un jardinero municipal junta las hojas de los árboles que anticipan el otoño. Y Miguel Nieva, hombre de pelo atizado y piel curtida por el sol, contesta sorprendido ante la pregunta del visitante. “¿Cómo no voy a conocer a José? Es una excelente persona, un fenómeno”, elogia el vigilante de la garita. Habla de José, a secas, el entrenador que ahí mismo, en Hurlingham, es un buen vecino, un simple hombre de barrio.

“Yo soy hincha de Boca. Y siempre le preguntaba por Riquelme. Es su debilidad. Me contó que, durante el Mundial, se la pasaba tomando mates a la madrugada. Para él, es el hijo que no tiene”, cuenta este señor al que se le adivina el brillo de sus ojos bajo las gafas negras. Y marca el camino hacia la antigua casa de José, sobre la calle Pizzurno, donde atendió a la prensa cuando lo confirmaron como entrenador de la selección de Argentina, después de la renuncia de Marcelo Bielsa, en la previa del Mundial 2006. La misma que se encargó de pintar de celeste y blanco, por su pasión nacional. El lugar en el que sus vecinos le colgaron un pasacalle cuando volvió de Alemania, en agradecimiento por lo que hizo al frente del seleccionado mayor, pero especialmente en el Juvenil.

Cuentan en Hurlingham que José solía caminar por recomendación del médico, ya que todavía perdura el dolor en la rodilla izquierda, el mismo que lo obligó a dejar el fútbol prematuramente, justo después de jugar en el DIM. Y dicen, también, que difícilmente se le vea de traje o de elegante sport, como cuando fue presentado por Luis Bedoya en la Colfútbol o en el momento en el que aterrizó en el aeropuerto Eldorado. Pékerman siempre anda envuelto en una sudadera. “Muchas veces, con un equipo deportivo de la AFA”, asegura Eugenia, una de las encargadas de la confitería y heladería Rinó, donde el estratega de la tricolor lleva a sus nietos y donde Matilde compra torta, según esta empleada de gorra amarilla, “cada vez que tienen invitados”. En ese mismo lugar toma café. Lo hace en el segundo piso, para evitar curiosos.

“Pero, ojo. José siempre saluda. Y hasta se hace tiempo para conversar con la gente”, dice Miguel, otro vecino que vive a dos cuadras. Y cuenta una anécdota: “Tiempo después del Mundial de Alemania yo venía apurado, con una bolsa de carbón para hacer un asado, y nos pusimos a hablar durante una hora en la puerta de mi casa. Adentro, mi familia me estaba esperando. Me quería explicar por qué había sacado a Messi en el partido con Alemania”. Esa fue una pregunta que persiguió a Pékerman durante un largo tiempo. La espina, la eliminación por penales en Berlín, todavía la tiene clavada en el orgullo.

Donde era ‘Polvorita’

A 7 kilómetros de Hurlingham hay otro pedazo de la historia de José. Es Martín Coronado, localidad del partido de Tres Febrero, el sitio donde Pékerman hizo base en Buenos Aires, cuando dejó Villa Domínguez, su ciudad natal en Entre Ríos. Tenía 7 años. Llegó con Óscar, su padre, quien instaló una pizzería justo enfrente de la estación del Ferrocarril Urquiza. Entonces, le decían Polvorita. “Yo tenía 3 meses cuando vinimos para acá. Pero, contrariamente a como es hoy, José era bastante calentón por eso mis viejos lo llamaban así”, le cuenta Pablo a El Espectador. Se trata de su hermano menor. Pepe, tal cual es su apodo, hizo las divisiones menores en Boca Juniors, pero desarrolló su carrera como futbolista en The Strongest y Blooming de Bolivia, hasta que su tobillo dijo basta. Asegura, con un inconfundible sello Pékerman en su voz, que José “es un lujo” como entrenador. “Y ya nos decía, antes de irse para allá, lo que le iba a costar jugar contra Argentina en las eliminatorias. Va a ser muy duro. Pero es un gran profesional y, cuando la pelotita empiece a girar, va a querer que gane Colombia”, asegura Pepe.

La vieja pizzería que combatía el hambre de los pasajeros ferroviarios en la década del sesenta, donde José llegó a trabajar de mozo y ayudante de cocina, es ahora el local de la Agencia de Lotería “Pékerman”. Sobre la angosta vereda de la calle San Lorenzo, el local es una parada inevitable para los empedernidos del azar. Detrás de un mostrador, protegido por una reja de seguridad, Mirta escucha números y más números que no tienen que ver con el 4-3-1-2 o 4-4-2 que su cuñado plantó en el debut ante México, el 29 de febrero, en Miami. Es la viuda de Luis, el hermano mayor de José, quien falleció hace media docena de años. Enseña una sonrisa breve y como hay demasiados clientes decididos a tentar a la suerte, ofrece sus disculpas y llama a su hijo, Cristian, quien se dispone a la amena charla con este diario.

“Lo que más aprecio de José son sus valores, su humildad. Si usted lo hubiera conocido hace 20 años, se habría encontrado con el mismo tipo”, dice Cristian, quien vivió un momento difícil hace seis años, cuando fue secuestrado por una banda de ladrones. Ya no parece haber secuelas de ese mal trago. Y el sobrino de José sacude su memoria con una anécdota: “Para las fiestas, hace algunos años, salimos con mi tío a comprar hielo. Y tardamos mucho más que cualquier vecino. Porque todos lo paraban para preguntarle por la selección. Y él, con humildad y sencillez, se ponía a hablar con la gente sin problema. Por eso le tienen tanto aprecio los argentinos”. Cristian dice que su tío es “un maestro”. Y explica: “No sólo para hablar de fútbol parece un profesor. También, para charlar de la vida. Es un docente y un orgullo que sea mi tío”.

Mirta se toma un respiro. Y cuando se le pregunta por el número favorito de su cuñado a la hora de las apuestas, revela que a José le gustaba jugar al Prode (Pronósticos Deportivos). “Sabe de fútbol, pero nunca lo ganó”, se ríe la señora. Y a sus espaldas, entre los extractos de las quinielas, se eterniza en un marco la imagen de Óscar, el padre de los hermanos Pékerman, el pilar de la familia. El cuadro está ubicado encima de un reloj que marca la hora de partida. Atrás queda una historia cargada de vivencias. La de este hombre que vendió helados en Entre Ríos, sirvió pizza, repartió cilindros de gas y hasta condujo un taxi. La de este profesional exitoso que alguna vez bautizó a sus mascotas con los nombres de los países en los que supo conocer la gloria como entrenador. ‘Qatar’, ‘Malasia’ y ‘Argentina’. Así les puso a sus perros por los Mundiales Juveniles de 1995, 1997 y 2001. Cuarenta millones de ilusionados aficionados de la tricolor esperan que su próximo perro se llame ‘Colombia’. Significará que su ladrido los condujo a la Copa a Brasil 2014. Que se escuche bien fuerte, entonces.

Por Daniel Avellaneda/Corresponsal, Buenos Aires

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.