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Colombia está en la final de la Copa América Femenina 2025 y, una vez más, el rival será Brasil. La historia se repite, pero la esperanza también. Tras un empate sin goles frente a Argentina y una tanda de penales tensionante (5-4), la selección colombiana aseguró su lugar en la definición del título y, de paso, el tiquete a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028.
Clasificar era más que una meta: era casi una obligación. El crecimiento del fútbol femenino en Colombia ha sido acelerado y consistente. Hoy, no estar entre los dos mejores del continente ya no es aceptable, es una anomalía. Por eso, llegar a su cuarta final continental es tanto una confirmación como una llamada a dar el siguiente paso: ganar.
Un historial de finales... y frustraciones
Colombia no es nueva en esto. Esta será su cuarta final en una Copa América Femenina. Todas, sin excepción, han tenido el mismo obstáculo en el tramo final: Brasil.
La primera fue en 2010, también en Ecuador. Allí, en un formato de grupo final, Brasil fue claramente superior, logrando 10 puntos, mientras que Colombia fue segunda con cuatro unidades.
En 2014, de nuevo en suelo ecuatoriano, Colombia llegó al cuadrangular decisivo y volvió a quedarse corta. Contra Brasil, Colombia necesitaba la victoria debido a que estaba dos unidades abajo, pero empataron 0-0 y las brasileñas sumaron un total de siete puntos y se llevaron el trofeo.
La tercera final fue en 2022, en casa, en Bucaramanga. Esta vez sí hubo un partido directo por el título. Otra vez Brasil. Otra vez derrota, esta vez por la mínima (1-0).
¿2025: la cuarta será la vencida?
Este nuevo intento en Ecuador llega con una Colombia madura, sólida y ambiciosa. Ya con la clasificación olímpica asegurada, el equipo dirigido por Ángelo Marsiglia tiene la mente puesta en romper ese techo de cristal que se llama Brasil.
No será fácil. Brasil sigue siendo la potencia regional, con un plantel profundo y experiencia de sobra. Pero Colombia ha recortado distancias. Tiene figuras consolidadas, una idea clara de juego, y el hambre de las que llevan demasiado tiempo rozando la gloria sin poder abrazarla.
Esta final es más que un partido: es la oportunidad de cerrar un ciclo de crecimiento con un título. De pasar de “casi” a “campeonas”. De dejar de mirar a Brasil desde abajo. Y, por fin, escribir una historia distinta.
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