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Selección sub-20 de Colombia, una familia feliz

La unión y la fraternidad han sido la clave del éxito del equipo que este martes (8:00 p.m., Gol Caracol) enfrenta en octavos a Costa Rica.

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Juan Diego Ramírez Carvajal
08 de agosto de 2011 - 09:09 p. m.
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Risas que van, risas que vienen. Unas que dejan ver brackets, otras socarronas y otras tímidas: al fin y al cabo todavía son adolescentes. Bromas, chistes, bailes y juegos de mesa están a la orden del día en la concentración (Hotel Marriot de Bogotá) de la selección sub-20 de Colombia, cuya clave del éxito durante el Mundial han sido la unión y la alegría.

Una vez que salen de disputar un partido, perfumados de pies a cabeza después de la ducha, los jugadores de la sub-20 sufren una transformación. De vuelta al hotel, en el bus conducido por don Carlos Augusto Mora, les dan rienda suelta a la música, a la salsa, así como a las bromas y los chistes.

“Se pasa muy bueno en la concentración, todos estamos muertos de la risa todo el tiempo y eso permite que seamos una familia afuera y adentro de la cancha”, reconoce el volante Juan David Cabezas, quien atribuye el buen nivel del conjunto a que todos se conocen desde hace mucho.

Tanto, que ellos mismos se consideran como hermanos y por eso no tienen problemas en confesar las virtudes y los defectos de cada uno sin ningún tipo de malicia.

Fabián Castillo, por ejemplo, es el encargado de las coreografías de las celebraciones. Apunta de reggaetón, claro, aunque reconoce que “El Tren nos quiere meter la salsa” (risas). Y dicen que la baila bien.

La culebra que juega para el FC Dallas en la MLS, además, trajo consigo la moda del corte de cabello como el del italiano Mario Ballotelli o el brasileño Neymar. Héctor Quiñones, Dídier Moreno y Jeison Murillo son algunos de los que se dejaron contagiar y que además le dan licencia al peluquero del equipo: Juan David Díaz, quien ofició el viernes pasado como lateral derecho ante los coreanos en primera fase.

‘Los niches’, como les dice el volante de contención Sebastián Pérez, son los encargados de “ponerle la chispa al equipo”.

Cuando no están preparando los bailes para los festejos del próximo partido —como la del viernes pasado, liderada por Duván Zapata—, pasan el rato jugando Play Station o cartas, chismoseando con el compañero de cuarto, como Dídier Moreno con su roommate Juan David Díaz.

Hay otros más callados, introvertidos, como Pedro Franco, a quien apodan el Capitán Frío, y por eso es más enfático y menos sentimental que el resto a la hora de hablar de la convivencia: “Somos una familia, somos muy unidos y todos jalamos para el mismo lado”.

Son unos muchachos “guiados y liderados por nuestro padre: Eduardo Lara”, confiesa Cabezas, quien añade: “Lo que le duele a uno nos duele a todos y por eso nos entendemos en la cancha”.

Ese ejemplo de fraternidad lo ha impuesto el cuerpo técnico, cuyos integrantes prácticamente ya son de la misma sangre. “Llevamos mucho tiempo trabajando juntos con Lara, quien es un gran profesional y mejor amigo. Por eso conformamos esta familia y tratamos a los chicos como si fueran nuestros hijos”, dice el preparador físico Rodrigo Larrahondo, quien conoce a Lara desde 1993 y trabaja junto a él desde el 94, en las selecciones Valle.

Por eso, a la hora de explicar su rendimiento en la cancha durante el torneo, la unión ha sido fundamental y Michael Ortega puede dar fe de ello: “Ya sólo nos miramos y nos entendemos”.

Este martes (8:00 p.m., Gol Caracol) esta familia tendrá que hacer respetar su casa, en el juego de octavos de final ante Costa Rica. Y sus integrantes esperan que la alegría que viven adentro del camerino, se vea esta noche en las gradas de El Campín.

Por Juan Diego Ramírez Carvajal

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