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Serena la diosa de ébano

la estadounidense apareció el lunes como la nueva número uno del mundo y así terminará el año. Una vida agitada y una deportista ejemplar.

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Olga Lucía Barona Torres
02 de noviembre de 2009 - 09:05 p. m.
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Más allá de los éxitos deportivos, que sin duda la incluyen en la lista de las mejores tenistas de toda la historia, la presencia de la estadounidense Serena Williams en el circuito mundial genera tanta admiración como rechazo. Su agresividad en la cancha, sus duras palabras a la hora de hacer reclamos, sus pintas dentro y fuera de las canchas que exaltan sus curvas voluptuosas y hasta la incómoda figura de su padre Richard la han convertido en un ícono comercial de envidias y aplausos.

En lo deportivo, Serena Jameka, hija de Richard y Oracene, no tiene discusión. Es dueña de once títulos de Grand Slam (ver gráfico) y en total, en sus 14 años como profesional, suma 35. Con algunos ires y venires, producto de sus repetidas lesiones, la menor de sus cuatro hermanas (Yetunde, Isha, Lyndrea y Venus) esta temporada se dio el lujo de terminar como la número uno del mundo, algo que ya había probado en 2002. Y todo, gracias al título que conquistó el domingo en el Masters de Doha, tras derrotar en la final a su hermana mayor Venus y a que la rusa Dinara Safina —entonces la primera del escalafón— se retiró en la primera fase del torneo por problemas físicos.

Pero antes de esta exitosa aparición, Serena, quien se crió en la comunidad pandillera de Compton en una casa humilde, había sido objeto de duras críticas, luego de insultar a una jueza de línea en la semifinal del Abierto de Estados Unidos, que jugó y perdió contra la belga Kim Clijsters. La autoridad le pitó una falta de pie, lo cual generó la ira intensa de Serena, quien no se cansó de gritarla e insultarla. La jueza inclusive dijo que la tenista estadounidense la había amenazado de muerte. Serena fue penalizada por conducta antideportiva y así perdió el partido. “¡Nunca dije que la fuera a matar!”, repitió una y otra vez la inculpada, que luego fue multada con US$10.500.

Avisos desafiantes

Serena, de 28 años, también ha protagonizado grandes batallas verbales con su máxima rival de esta temporada, Dinara Safina, a quien critica por el hecho de haber sido la número uno sin ganar ni un sólo torneo de Grand Slam, mientras que ella con 11 se conformaba con el segundo lugar. En cuanta rueda de prensa que asistía, no perdía la oportunidad de cuestionar a la WTA por el sistema de puntaje e inclusive a varios torneos llevaba una camiseta muy ceñida en la que justo sobre sus pechos decía: “¿Me estás mirando los títulos?”.

Y esa forma desafiante de Serena seguramente se la heredó a su padre Richard, un hombre odiado en el circuito femenino, acusado de arreglar resultados cuando se enfrentan sus dos hijas e inclusive vetado en algunos torneo por su pelea constante contra el mundo, aduciendo racismo contra Serena y Venus.

Pero el señor Williams se ha ganado con creces el rechazo de la gente, porque suele inventarse estas perlas, que publicó el periódico The Sunday Mail:

“Fui jugador profesional de baloncesto. Soy propietario de un espacio aéreo sobre India. He considerado comprar el famoso Centro Rockefeller de Nueva York y la Torre Eiffel. Poseo un asiento en la Bolsa de Valores de Shanghái. Nos han ofrecido un millón de dólares a mí y mis hijas para cantar en un casino caribeño”. Frases más que contundentes para un odio justificado.


Multimillonaria

Además de los más de US$25 millones que ha ganado por cuenta de los premios conquistados en torneos de la WTA, en 1999 Serena ya daba cuenta de un jugoso contrato con la firma Puma, que le pagó US$12 millones por vestir su ropa. Y en 2003 se fue para Nike, empresa con la que pactó su traspaso por US$40 millones en cinco años.

Además, estudió arte en el Instituto de Florida y gracias a ello montó su propia marca de ropa, llamada Aneres (Serena, al revés). Su figura ha sido apetecida por grandes revistas deportivas y recientemente posó desnuda para la publicación de Espn.

Pero la menor de la familia también ha tenido que enfrentar capítulos negros en su vida, como el que afrontó en septiembre de 2003, cuando Yetunde Price fue asesinada mientras paseaba con un amigo suyo por el barrio donde crecieron las Williams. Esa temporada fue funesta para Serena y cayó más abajo del puesto 100 del escalafón.

Y aunque el recuerdo de su hermana sigue vigente, Serena hoy es la reina, una diosa de ébano que brilla con luz propia, importándole poco lo que la gente piensa de ella: “Yo soy sólo Serena. Juego. Disfruto. También quiero hacer otras cosas como la moda, obras de caridad o dedicarme a la filantropía. Para mí, la vida se trata de eso”.

Raquetazos

Ayuda en África

Serena Williams trabaja con una fundación caritativa que se dedica a construir escuelas. “Recibí cientos de cartas de diferentes partes de África explicando por qué necesitan una escuela. Hicimos una investigación y encontramos una escuela en la que no tenían ni lápices ni papel. Como lápices utilizaban palos y su papel era la arena”, contó en una entrevista con ‘El País’.

¿Sin límites para la locura?

“No puedo explicar eso. Significa que me gusta pasármelo muy bien, como a la gente normal. Me gusta relajarme. No soy una de esas chicas que son sólo tenis, tenis, tenis. Una de esas chicas que después de eso se acuestan con sus raquetas. Una de esas que alimentan sus raquetas. Lo mío va de pasármelo bien”, afirmó la estadounidense.

Por Olga Lucía Barona Torres

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