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Simplemente René

Higuita, el mismo que quiso ser delantero y terminó debajo de los tres palos, le dio a Nacional con sus atajadas una Copa Libertadores, fue demonio en Italia 90 por un error compartido y se convirtió en ‘Escorpión’ en el mítico Wembley, deja el fútbol, pero sobre todo una huella mundial.

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Alfredo Molano Jimeno / Enviado especial. Medellín
23 de enero de 2010 - 08:59 p. m.
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Si hubiese una palabra para describirlo, no podría ser otra que irreverencia, porque René Higuita partió en dos el molde del arquero tradicional para hacer el propio, que fue distinguido en el mundo entero.

Y ahora que el arco se despide del ‘Escorpión’ y sus excentricidades, puede que el pasado lo exalte o condene, el presente empiece a extrañarlo o el futuro esté por ubicarlo en el banquillo o los escritorios. Igual antes, ahora y después, el fútbol deberá decirle: ¡Gracias, Loco!

Un recuerdo de infancia...

Mi madre en el barrio Castilla, una trabajadora corriente, cuyo poco sueldo que ganaba le alcanzaba para sostenerme y que no me faltara nada. Soy hijo único por parte de mi mamá, pero tengo 10 hermanos por parte de padre. El colegio dio hasta que llegó el fútbol, que me absorbió. Como que la mayoría de personas estudian para llegar a ser alguien. Yo fui alguien por el fútbol y ahora quiero estudiar. Me encanta el derecho y de pronto profundizar en el fútbol.

¿Cuáles fueron sus ídolos?

Ubaldo Matildo Fillol y Raúl Navarro.

¿Siempre en el arco?

No, yo quería ser un goleador. Me gustaba jugar con los pies y lo hacía bien. En realidad llegué a la portería por casualidad. Fui a hacer pruebas a un equipo en un torneo del Pony Fútbol y ese día el portero del equipo no llegó, entonces me mandaron a mí. Yo no sabía tapar, pero me fue bien. Luego me presenté al Medellín, había mucha gente y dijeron “porteros para ese lado” y me mandaron allá. Ahí empezó mi historia en el arco.

¿Qué lo motivó a ser un arquero diferente, que jugaba con el pie y marcaba goles?

Siempre he plasmado en las canchas lo que veo. Yo observaba que los arqueros sólo jugaban con la mano y que muchas veces los culpaban por todo. Que salió mal, que no salió. Les dan un taponazo a dos metros y la gente dice pero por qué la soltó. El arquero siempre lleva del bulto. Entonces yo empecé a practicar lo que yo sabía con el pie, a fomentar mis ansias de haber sido goleador.

¿Con cuál de los goles anotados se queda?

Dos y ambos de tiro libre: uno contra River Plate por Libertadores y otro frente al Valledupar en la B.

¿Qué sacrificó por el fútbol?

Nunca lo vi así. A mí me gustaba madrugar. Más que cualquier cosa en el mundo, me gustaba jugar al fútbol, entonces no era un sacrificio. La fiesta también la viví y saqué de ella lo que quise: mi mujer, Magnolia, con la que llevo 22 años de casado.

¿Cuál fue el día más feliz en su carrera?

Todos. También hubo tristezas, pero mi carrera deportiva la viví intensamente y lo que más me hizo feliz es el reconocimiento y el cariño de la gente.

Y el momento más amargo...

No me gusta recordarlos, se los dejo al pasado y al olvido, pero algo que me mortificaba mucho era no poder dedicarle todo el tiempo que quería a mi familia.

¿Cuál delantero le ganó el duelo?

Anthony de Ávila. Ese chiquitín escurridizo me la metía siempre.

Un compañero inolvidable...

Los tuve de mucha lucha y miles de batallas, pero el más representativo sin duda es Leonel Álvarez, porque venimos desde la selección Antioquia de Luis Alfonso Marroquín.

Su mejor socio en la zaga...

Si me pongo a nombrarlos no acabaría nunca, pero tuve excelentes defensas como Andrés Escobar, que en paz descanse; Luis Carlos Perea, con quien comparto el doloroso gol de Camerún; Renán Calle o Chonto Herrera.

¿La eliminación de Italia 90 fue suya por esa infortunada jugada con Roger Milla?

Dolió, pero a pesar de eso no me persigue la culpa. Nosotros no sabíamos la responsabilidad que teníamos, éramos un equipo de barrio, excepto El Pibe, que había jugado en el exterior. No creí que fuera tan duro. Hasta el 2-0 la cosa iba normal, era un partido que se perdía, pero el problema fue el gol de Redín, porque la gente se volteó a señalarme. Claro, si Higuita no la hubiera embarrado, habríamos empatado. Nadie tiene en cuenta que pudo ser peor. Del futbolista se dicen muchas cosas cuando se pierde y sobre todo del portero.


¿El escorpión que hizo en Wembley es su sello personal?

Puede ser. Todo empezó en un comercial de Frutiño: un niño hacía una chilena y yo pensé en responder con una chalaca, pero al revés. La idea era prensar el balón con los talones, pero no la pude agarrar sino que le di con los talones y los productores dijeron que había quedado perfecta, entonces me la pedían en los estadios, en los entrenamientos y yo empecé a practicarla. Cinco años después, vi venir ese balón perfecto y sin pensarlo me salió. Luego recuerdo el aplauso cuando entré al camerino. Nunca pensé que eso le fuera a dar la vuelta al mundo, ni que me reconocieran por eso, y espero que esa jugada se haga inmortal en los niños.

¿Cuál fue la técnica para ser considerado un arquero antipenal?

Secreto profesional. Sólo se lo enseño a los arqueros y les pido que no se lo digan a nadie, ni a los técnicos ni a nadie. Pero cuando jugué en Millonarios había un gran cobrador, Marcelo Trobbiani, el sucesor de Maradona, y yo me quedaba al final del entrenamiento practicando con él. Era un cobrador excelente, pero al quinto penal que me cobraba y me metía, yo empezaba a atajárselos.

¿Qué va a hacer ahora lejos del arco?

Entregar mi hoja de vida. Voy a dedicarle más tiempo a mi familia y quiero transmitirles a las nuevas generaciones mi experiencia.

¿Le apunta a la dirección técnica?

Me gustaría, pero no me desvela la idea y menos acá, que no respetamos esa labor. Me gustaría mejor formar a los arqueros jóvenes y alternar esa labor con la de mánager para asesorar al técnico y a la institución.

¿Era el momento de despedirse o quería seguir de cortos?

Hace rato tomé la decisión de dar un paso al costado. La idea era tapar hasta los 45 años, pero llegué a los 43, uno de los muchos sueños que no cumplí. Quise terminar con Nacional, pero tampoco se dio y guardo la esperanza de que a los 60 ó 70 me pueda despedir en un partido oficial. El de despedida tiene un componente social muy grande, ya que es una campaña por los niños con paladar hendido y también por los damnificados de Haití, así que esperamos que la gente nos colabore con implementos de aseo.

¿Siempre pensó en los demás?

Siempre tuve claro que no todo en la vida es el dinero y por eso me metí en grandes problemas. Nunca acepté tener asesor de imagen y trato de no comprometerme.

¿Por qué la selección no volvió a los mundiales?

Necesitamos volver a tomar las bases de los equipos, en especial la del campeón, como lo fue Nacional en su época, ya que un alto porcentaje del equipo que levantó la Libertadores fue también al Mundial de Italia. Por otra parte, no hay tiempo de trabajo en selección y por eso los jugadores tienen que llegar a improvisar.

¿Cuál es la responsabilidad de la Colfútbol?

Pues no sé, yo pienso que el asunto de fondo es que el jugador esté tranquilo, que todo lo que se mueve por debajo debe ser en función de que pueda ir a la cancha sereno a hacer lo que le gusta. Uno no comprende cómo los equipos no les pagan a los jugadores, si existe un presupuesto para eso.

Dos partidos para despedir al arquero

A las 2:45 p.m. de este domingo, en el estadio Atanasio Girardot, comenzará el homenaje de despedida para el arquero René Higuita, que constará de dos partidos: el primero, entre ex jugadores de Nacional y de Medellín, y el segundo, en el que actuará el guardameta paisa, entre la selección de Colombia y la selección de Amigos de René. Entre los invitados más destacados están Mauricio Serna, Víctor Aristizábal, Faustino Asprilla, Leonel Álvarez, Giovanni Hernández, Carlos Valderrama, Arnoldo Iguarán, Antonhy de Ávila, Óscar Córdoba y Rubén Darío Hernández, así como los internacionales César Cueto, Guillermo La Rosa y Álex Aguinaga.

Los técnicos invitados son Pedro Sarmiento, Hernán Darío ‘Bolillo’ Gómez, Francisco Maturana y Juan José Peláez.

Por Alfredo Molano Jimeno / Enviado especial. Medellín

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