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El presidente de la Federación Internacional del Automóvil (FIA), Jean Todt, alabó en Twitter la memoria “de una verdadera leyenda del deporte del automóvil que seguirá para siempre entre nosotros”.
El actual campeón de la Fórmula Uno, el inglés Lewis Hamilton, también se despidió de Moss: “Hoy decimos adiós a sir Stirling Moss, un piloto de leyenda”, escribió Hamilton en Instagram. “Echaré de menos nuestras conversaciones, nuestra amistad podía resultar extraña. Dos personas de épocas y con un pasado diferente que conectamos bien”, apuntó.
Eclipsado por el argentino Juan Manuel Fangio, Moss finalizó segundo del Mundial en cuatro ocasiones (1955, 1956, 1957 y 1958), y otras tres fue tercero, sin lograr nunca alzarse con el título, lo que le valió su apodo.
En 1962 se vio obligado a poner fin a su carrera como piloto luego de un violento accidente en el circuito británico de Goodwood que le provocó un mes en coma y seis meses con parálisis.
Pero la trayectoria deportiva de sir Stirling —recibió el título honorífico en 1999— no se limitó a la F1. Compitió en pruebas de resistencia y montaña. En su palmarés figuran 212 victorias en 529 carreras disputadas en total.
Moss conquistó las 24 Horas de Le Mans en 1956 para Aston Martin y se hizo con una victoria mítica en las Mille Miglia, en 1955, con Mercedes-Benz. Aquel día, junto a su compañero, el periodista inglés Dennis Jenkinson, superó a Fangio —el argentino, que también estaba con Mercedes—, al término de 1.600 kilómetros en cerca de diez horas de carrera.
La imagen de su rostro sucio por el polvo y el aceite en la que se perfila la silueta de sus gafas es una de las más icónicas del automovilismo.
Para Moss, la victoria era el único objetivo. “Sé que yo era más rápido que otros pilotos que ganaron el Mundial. Pero pilotear para terminar carreras y sumar unos puntos no me interesaba. Algunos podían hacerlo, yo lo vi a menudo, pero mi filosofía era diferente. No tenía en absoluto la psicología óptima para ganar títulos, antes que nada soy un corredor”, confesaba en 2009 a la revista Motorsport.
En 1958 fue su compatriota Mike Hawthorn el que se coronó campeón del mundo de F1, con solo una victoria a lo largo de la temporada, por cuatro de Moss, pero con una mayor regularidad, lo que le otorgó el título con un punto más que Moss.
De gran deportividad y caballerosidad, Moss intervino para que Hawthorn recuperase su segundo puesto logrado en el GP de Portugal luego de haber sido inicialmente descalificado, privándose así del título.
Su grave accidente de 1962 le postró un mes en coma. Luego de una larga convalecencia, volvió a ponerse frente al volante de un bólido en mayo de 1963 para unas vueltas a la pista antes de entrar a boxes y afirmar: “Lo dejo”.
Fue fiel hasta el final a su creencia en que vale más ser “un piloto que prefiere perder conduciendo rápido que otro que prefiere ganar conduciendo lentamente”.