Gastón Gaudio, el hombre que odiaba el tenis

Como jugador, fue un tipo peculiar. Ahora como capitán de la Copa Davis busca ser discreto y directo pero, en el fondo, sigue siendo el mismo irreverente de talento único que ganó el Roland Garros en 2004.

Camilo Amaya
06 de marzo de 2020 - 04:13 a. m.
Gastón Gaudio lidera al equipo argentino que enfrenta a Colombia por un cupo a la final mundial de la Copa Davis. / Gustavo Torrijos - El Espectador
Gastón Gaudio lidera al equipo argentino que enfrenta a Colombia por un cupo a la final mundial de la Copa Davis. / Gustavo Torrijos - El Espectador

El Gastón Gaudio que llega tiene la barba desorganizada, con un par de canas en cada mejilla, y una expresión glacial. Al comienzo habla con tranquilidad e intercala la mirada entre un punto fijo en la lejanía y los ojos de quien le hace las preguntas. Responde concreto, a veces corto, y de cuando en cuando se alarga con las palabras. “Bueno, fuimos al supermercado y compramos carne uruguaya y argentina, pero estamos esperando para cocinarla”, le dice a un periodista que indaga por los cuidados que tiene el equipo argentino de la Copa Davis en Colombia para no dar positivo por boldenona en los controles al dopaje (lo sucedido con Robert Farah los puso en alerta).

El Gaudio capitán ya no es tan espontáneo para conversar como lo era el Gaudio tenista. Hay otras responsabilidades, otra imagen que mostrar. O al menos así quiere que lo vean. Pero no puede ocultar la irreverencia que lo hizo tan famoso en el circuito, al mismo nivel de su juego, de su revés de cátedra. Y eso quedó demostrado cuando se le interrogó por algo que no tiene nada que ver con la serie entre argentinos y colombianos.

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—¿Cuándo fue la última vez que jugó en Colombia?

—Creo que en el 98.

—¿Y cómo le fue?

—Seguramente no muy bien.

Y Gaudio sonríe expansivamente y es más familiar para los que conocieron sus risas nerviosas, también las desafiantes, pero, sobre todo, las naturales. El Gastón de honestidad brutal sigue ahí, solo que sabe escoger los momentos para serlo. “Es raro verlo serio, metido en su papel. Pero es el de siempre, bromista, alegre”, apunta Pedro Fermanelli, jefe de prensa de la delegación argentina y quien está pendiente de cada movimiento y frase de Gastón.

El hombre que ganó Roland Garros en 2004 (superó a su compatriota Guillermo Coria en la final) se aligera un poco y accede a que le tomen unas fotos, y no tiene lío con aguantar unos minutos más, a pesar de la apretada agenda, que por cierto cumple de modo preciso. Y vuelve y ríe cuando suelta una frase tan cierta y tan obvia, pero tan ajena para algunos. “El viernes podemos tirar todas las pelotas fuera por la altura. Pero los colombianos también, eh”. El exjugador de 41 años no deja de lado lo que ha sido esta experiencia como capitán luego de estar alejado de las canchas. Y aunque se sabe que no extrañó para nada el tenis, sí entró en una crisis al poco tiempo de haberse retirado, pues la costumbre y la rutina se arraigaron tanto que cuando fueron eliminadas, de la manera en que lo hizo, dejaron un vacío.

“Tengo otra edad, pasaron muchos años y hubo espacio para pensar. Cuando uno es el protagonista se vive de una forma. Y cuando estás fuera la impotencia es más grande. No puedes hacer lo que deseas sino que tienes que transmitir eso para que alguien más lo haga”.

El campeón imposible

La vida fue feroz con Gaudio. Bueno, el tenis que al fin de cuentas fue su vida. El argentino estuvo tres meses en un pueblo diminuto de Alemania jugando torneos interclubes para obtener dinero y participar en los profesionales. “La gente que me hospedaba no me dejaba comer con ellos. Eran raros. Entonces agarraba una bicicleta e iba al mismo lugar todas las noches: el restaurante de un italiano y pedía pizza y Coca Cola”, recordó en una entrevista que le hizo Juan Ignacio Chela, otro de los integrantes de la famosa legión.

Gastón pasó de ser un niño de club, de viajes a Disney World y de veranos en Mar del Plata, a un adolescente obligado a ser el soporte de una familia (su padre sufrió dos infartos). Y cuando empezó a disfrutar el tenis no ganaba, y eso generó que fuera autodestructivo. Y Gaudio no quiso ser Gaudio, pero no tuvo opción.

Unas veces fue el héroe del país entero, como en 2004, cuando ganó, contra todo pronóstico, el Roland Garros, y fue el frágil y el criticado cuando perdió con el chileno Nicolás Massú, luego de consagrarse en París. Y en eso se convirtió todo: en grandes presentaciones y derrotas vergonzosas, no tanto para él sino para los que creían en él. Por eso se aburrió del tenis, de los viajes y de los rivales. Y le costó tolerarse. Y eso fue tan dañino que en 2011, con 32 años, se retiró para no volver más. “Puedo ir a una que otra exhibición, pero nada más”, aseguró en su momento.

Sin embargo, Gaudio regresó en 2018 para asumir una posición que criticó desde el otro lado: la de capitán de la Copa Davis. “Se sufre, sí, pero es diferente. Nada que ver cuando te toca pegarle a la pelota. Y yo sí que sufrí en esto”, concluye para quien el tenis no dejó de ser más que un simple juego.

Por Camilo Amaya

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