Así hace su trabajo la Junta Directiva del Banco de la República
Prólogo del libro “Junta directiva del Banco de la República. Grandes episodios en 30 años de historia”, de la periodista Gloria E. Valencia C. *, sello editorial Aguilar.
Juan José Echavarría Soto * / Especial para El Espectador
Prólogo
Gracias por ser nuestro usuario. Apreciado lector, te invitamos a suscribirte a uno de nuestros planes para continuar disfrutando de este contenido exclusivo.El Espectador, el valor de la información.
Prólogo
El libro de Gloria Valencia constituye un magnífico reconocimiento a los actores que crearon el nuevo Banco de la República luego de la Constitución de 1991. Analiza 54 episodios “centrales” en sus 30 años de historia, con base en las Actas de la Junta Directiva, en múltiples documentos internos del Banco, así como en cerca de 60 entrevistas a presidentes, dirigentes gremiales, gerentes y a casi todos los codirectores y ministros de Hacienda. Tristemente nos han dejado algunos de ellos: Carlos Ossa, Guillermo Perry, Roberto Junguito (entrevistados para este libro), Luis Bernardo Flórez y Juan Mario Laserna. He convencido a la doctora Valencia para que continúe su trabajo hasta el año 2023, cuando el Banco de la República cumple “sus primeros” 100 años, con lo cual se podrán entrevistar otros codirectores y ministros. (La noticia: ¿Por qué el Banco de la República bajó en 25 puntos las tasas de interés?).
Aprendí historia, economía y economía política, y me divertí muchísimo con un sinnúmero de maravillosas anécdotas. El primer grupo de nueve episodios (Capítulo 1), en la administración Gaviria, apunta en buena medida al diseño de la nueva institución, y el segundo (Capítulo 2), a la reacción del expresidente Samper y de sus ministros Perry (principalmente) y Ocampo a esos arreglos iniciales. También, analiza las discusiones relacionadas con el impacto de los grandes desequilibrios macroeconómicos que se fueron gestando durante la segunda parte de los años noventa.
Los once episodios del Capítulo 3, en la administración Pastrana, enfatizan el impacto y el manejo de la crisis de 1999 y el diseño del esquema de inflación objetivo. Varios de los doce episodios escogidos en las dos administraciones del expresidente Uribe (Capítulo 4) se relacionan con la fuerte revaluación de la tasa de cambio y con las medidas que se adoptaron durante la crisis internacional de 1998-1999. La revaluación continuó durante los primeros años de la administración Santos (Capítulo 5), pero luego hubo alta inflación (y devaluación) al caer el precio internacional del petróleo en 2014. Además se presentó la crisis de InterBolsa. El libro termina con cuatro episodios en la administración Duque (Capítulo 6), entre los cuales se presenta uno sobre el manejo de la pandemia reciente. En cada capítulo se escogieron episodios novedosos, entre los cuales mencionaría la administración de la cultura (Gaviria), los billetes vallenatos (Samper), los tres ceros del peso (Pastrana), los comités consultivos (Uribe), la caída de InterBolsa (Santos) y la venta de oro (Duque).
Como debería ser, varios de los episodios se refieren a las enormes dificultades que ocasionó la reducción de la inflación, desde niveles cercanos al 30 % hasta el 3 % que hoy tenemos como meta de mediano plazo. Las altas expectativas de inflación finalmente cedieron luego de la gran recesión de 1999, se adoptó el nuevo régimen monetario de inflación objetivo, y el país aprendió a vivir con una inflación baja y estable y crecimiento moderado.
En forma un poco arbitraria quisiera referirme, a continuación, a algunos de los otros temas tratados en el libro.
¿POR QUÉ UN BANCO CENTRAL INDEPENDIENTE Y CÓMO CREARLO?
Como menciona la autora, el 9 de octubre de 1990 la Corte Suprema de Justicia consideró que no se podía limitar la facultad soberana del pueblo y que, por tanto, había campo para expedir una nueva Constitución y discutir todos los temas (no solo los diez en que se pensó originalmente). Ello permitió a Francisco Ortega, a Rudolph Hommes y a varios de los constituyentes impulsar la construcción de un nuevo banco central independiente que, como sugerían varios trabajos teóricos y empíricos del momento, contribuyera a reducir la inflación sin castigar el crecimiento económico de mediano plazo.
Los trabajos internacionales que evalúan la independencia de los bancos centrales consideran como factores negativos en el diseño institucional la inclusión del ministro de Hacienda en la Junta1 y que nuestros codirectores no sean nombrados por largos períodos fijos; como sabemos, en Colombia cada presidente (en su segundo año de mandato) escoge o ratifica a las dos personas que por ley salen cada cuatro años, sin importar el momento en que ingresaron. Y como factores positivos, que el gerente sea nombrado por la misma Junta y no por el presidente2, y que el Banco se financie con los ingresos provenientes de las reservas internacionales y no con recursos del presupuesto nacional. La cultura tiene un financiamiento propio. Me pareció divertido y correcto el argumento del exministro Hommes según el cual se requieren muchos (cinco) codirectores para hacer contrapeso a un poderoso ministro de Hacienda.
Hubo varias propuestas del ministro Perry y un proyecto del gobierno que se movió en el Congreso en 1996, y luego una propuesta del presidente Uribe para que el Banco manejase la política monetaria y el Gobierno la política cambiaria, las cuales, afortunadamente, no fructificaron. Sabemos que al fijarse la tasa de cambio se anula la política monetaria contracíclica cuando existe una relativa movilidad de capitales. Sabemos, además, que es imposible controlar las revaluaciones reales que ocurrieron entre 1990-1997 y 2003-2012, y que en general obedecen a “buenas noticias” cuando mejoran los términos de intercambio, ingresan capitales o crece la economía.
Varios episodios discuten el mandato del banco central. En Australia se ordena contribuir al bienestar de los ciudadanos, en los Estados Unidos existe un mandato dual (inflación y crecimiento) y en Europa solo se ordena velar por una inflación baja y estable. Hoy sabemos que, al menos bajo ciertas circunstancias, el Banco puede lograr una inflación baja y estable, propender por un crecimiento del PIB no inflacionario (llamado natural en algunos medios) y contribuir a mejorar la distribución del ingreso al evitar el impuesto más regresivo imaginable, como es la inflación.
La sentencia de la Corte Constitucional de julio de 1999 parece balanceada al mencionar que “si el Banco de la República tuviera exclusivamente la función de controlar la inflación […] no tendría sentido la expresión según la cual la Junta debe ejercer sus funciones en coordinación con la política económica general”. Afortunadamente, no prosperó el polémico artículo que tramitó el gobierno Pastrana en el Congreso en 1999 según el cual “La política económica general velará por la equidad social, el aumento de la productividad, el pleno empleo y el mantenimiento de la capacidad adquisitiva de la moneda, y le dará prioridad a la inversión social”.
ALGUNAS LECCIONES (Y DISCUSIONES) RELACIONADAS CON LA CRISIS DE 1999 Y LAS ENSEÑANZAS DEL RÉGIMEN DE INFLACIÓN OBJETIVO
Según Urrutia y Llano (2012) la recesión de 1999 fue generada por tres crisis económicas diferentes: una crisis hipotecaria y de construcción local, una crisis económica internacional detonada en Asia y una crisis financiera interna. Todo ello, en un ambiente de fuerte deterioro de las finanzas públicas y de la cuenta corriente, con agentes altamente endeudados en dólares y con una reducción enorme en nuestras reservas internacionales. Como dice el refrán: las penas son cobardes y nunca vienen solas. Por todo ello la crisis fue especialmente fuerte en Colombia (y Ecuador y Venezuela) cuando se compara con otros países de la región o con las otras “recesiones” de nuestra historia; el PIB cayó un 4,5 % en 1999 y “solo” -1,6 % en la anterior gran recesión en 1931, y el crecimiento del desempleo fue uno de los mayores cuando se compara con otras crisis en diversos países.
Se presentaron amplios desequilibrios fiscales y de cuenta corriente, con un mercado laboral enormemente rígido, y con un modelo de desarrollo insostenible que trataba de aislar el sector vivienda del resto de la economía. Y la existencia de la banda cambiaria y el complejo sistema monetario que manejaba el Banco en ese momento llevaron las tasas de interés a niveles cercanos al 70 % en algunos meses.
El régimen de inflación objetivo, adoptado a finales de 1999 en Colombia, ha permitido manejar mucho mejor la economía. Se sustituyó el complejo sistema de corredores monetarios, cambiarios y de tasas de interés por otro donde el objetivo de política es la tasa de interés a un día. Además, en el nuevo esquema flota la tasa de cambio y se otorga un papel central a las expectativas de inflación. Ello ha permitido bajar las tasas de interés en forma drástica durante los choques externos desfavorables de 2008-2010 y en la crisis reciente. Así, por ejemplo, la tasa de interés interbancaria descendió desde el 10 % a mediados de agosto de 2009 hasta el 3 % en marzo de 2010; y desde el 7,75 % en febrero de 2017 hasta el 1,75 % a finales de 2020.
LA CRISIS RECIENTE DEL CORONAVIRUS
La humanidad sufrió una de las peores crisis históricas en 2020 y 2021, con resultados poco satisfactorios para Colombia. El PIB cayó 6,8 % en 2020, el desempleo saltó a niveles superiores al 20 % en algunos meses de ese año (principalmente el de mujeres y jóvenes), y los índices de pobreza monetaria, que habían descendido de manera importante entre 2012 y 2018, superaron el mal nivel de 2012 en 2020.
El Banco hizo su trabajo. Amplió de manera considerable la liquidez en la economía, redujo drásticamente las tasas de interés de política, obtuvo un incremento en las reservas internacionales del país mediante la compra de dólares y la ampliación de la llamada línea de crédito flexible (LCF) con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y obtuvo utilidades por un monto que equivale a siete veces las utilidades históricas del Banco en el período 1990-2018 (no se incluyen los años en que las utilidades fueron negativas) y a dos reformas tributarias “normales”. Cinco de los 17 300 millones de dólares de la línea de crédito flexible con el FMI fueron a financiar los gastos del gobierno durante 2020 y 2021. Todas estas acciones aparecen analizadas en el magnífico libro de la doctora Valencia.
* Juan José Echavarría Soto fue gerente del Banco de la República para el periodo 2017-2021.
* Gloria E. Valencia C es una periodista y escritora nacida en Medellín. Estudió Comunicación Social en la Universidad de Antioquia. Desde sus inicios como reportera se dedicó al periodismo económico con énfasis en los asuntos del sector financiero, el mercado de capitales, la hacienda pública y la banca central. Trabajó en el diario de economía y negocios Portafolio (1993- 2007) y fue editora de Economía de la revista Semana(2007-2017). Autora de los libros Junta Directiva del Banco de la República: grandes episodios en 30 años de historia; ANDI, ocho décadas de construcción colectiva; Jorge Cárdenas Gutiérrez: memoria de un liderazgo conciliador e InterBolsa, la historia de una élite que se creía demasiado grande para caer; con este último obtuvo el Premio de Periodismo Simón Bolívar en 2015 y el Premio Nacional de Periodismo CPB en 2018, en las categorías libro y obra bibliográfica, respectivamente. También ha sido distinguida con el Premio de Periodismo Económico ANIF (2003 y 2016), el Premio de Periodismo Económico Fasecolda (2005), el Premio de Periodismo del CPB (2009) y el Citi Journalism Award for Excellence (2013).