¿Cómo innovar en el interior de un Estado?

En un mundo con crecientes tensiones políticas, sociales, climáticas y económicas, los gobiernos deben recurrir a la innovación no como respuesta de último momento, sino como regla general. ¿Cómo lograrlo?

Santiago La Rotta.
01 de noviembre de 2019 - 02:00 a. m.
 / Getty Images
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Hablar de instituciones y bienes públicos en estos tiempos suele ser una conversación que bien puede involucrar asuntos como desconfianza, desesperanza, apatía y hasta odio.

Pero la realidad del tema es que los problemas públicos suelen resolverse, en una buena medida, desde lo público. La pregunta evidente es cómo. En un mundo aquejado por factores climáticos, sociales y económicos (estos últimos muchas veces hijos bastardos de los dos primeros), la innovación pública es una suerte de milagro que debe ocurrir sistemáticamente.

“La innovación se ve como algo a lo que se acude en una situación de crisis o de manera esporádica. Lo que abogamos es que los gobiernos puedan verla de una manera sistémica y que se normalice en las instituciones: debe ser la regla y no la excepción. Vemos la innovación como un caso brillante de éxito y aislado, pero lo que debería ocurrir es que exista un sistema que permita que las organizaciones generen procesos de innovación”, cuenta Laura Macías, integrante del Observatorio de Innovación Pública de la OCDE.

La organización realiza desde 2016 una convocatoria anual para identificar los casos más destacados de innovación en el ámbito público, que después hacen parte de un informe y una porción de éstas participan, además, en una cumbre mundial dedicada a esta temática.

Para este año, la convocatoria se encuentra en cinco idiomas con el ánimo de estimular la participación de instituciones públicas (o que trabajen en iniciativas públicas) de lugares como Latinoamérica o Medio Oriente.

Innovación es quizá una de las palabras más usadas, manidas incluso, del lenguaje corporativo actual. El término suele representar una especie de Santo Grial en el mundo de los negocios: innovo, entonces puedo existir.

Pero si hay algo que agradecer a esta conjunción de lugares comunes y exacerbación comunicativa bien puede ser el impulso por cuestionarse cómo mejorar, cómo examinar de nuevo un problema para producir nuevas soluciones (aunque a veces la cosa quede en nuevos problemas).

El tema de fondo es que innovar en el interior de un Estado, con su enorme complejidad, puede no ser un tema fácil. “Hacer política pública es extremadamente complejo, pues hay contextos muy volátiles y difíciles, entornos en cambio constante. Hay muchas variables y voces. Hay temas como desigualdad o cambio climático. Para hacer frente a esos problemas se necesita una mirada desde la innovación”, asegura con contundencia Macías.

Otro de los legados del lenguaje corporativo es equiparar, 90 de 100 veces, innovación con tecnología. La asociación no es cierta en muchos contextos, como en política pública. Una de las iniciativas destacadas por la OCDE como parte de su convocatoria tiene lugar en Surabaya, Indonesia, en donde sus habitantes pueden utilizar el transporte público pagando con envases plásticos, como una forma de volver más accesible el servicio público y estimular el reciclaje; un tiquete por dos horas puede costar cinco botellas de plástico.

Otro de los ejemplos destacados por la OCDE se encuentra en México, país que recibe unos 200.000 ciudadanos repatriados por año. En muchos casos, son personas desarraigadas de sus comunidades y sus entornos sociales. Para atender parte de estos problemas, las autoridades de ese país abrieron un banco de desarrollo que atiende específicamente a esta población para brindar inclusión financiera como parte del proceso de reintroducción.

¿Cómo definir innovación? Macías responde que “un caso innovador es que sea nuevo para el contexto en el que se implementa. No tiene que ser, necesariamente, una invención. Para la convocatoria se debe tratar de proyectos ya implementados, bien sea totalmente o a manera de piloto. Y que el sector público haya estado involucrado”.

Macías concluye: “Es el cuarto año que hacemos esta convocatoria y uno de los grandes objetivos es identificar las tendencias alrededor de la innovación pública. No hay una respuesta única acerca de cómo hacer innovación pública porque depende de muchos factores. Pero abogamos para que los gobiernos y las instituciones tengan un portafolio de innovación en el que haya iniciativas con una misión específica, que se hagan procesos de arriba hacia abajo, pero también desde la base de la pirámide hacia arriba; tampoco se trata de inventar la rueda, sino de mejorar procesos que ya existen”.

Por Santiago La Rotta.

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