Epidemias y economía

Eduardo Sarmiento
22 de marzo de 2020 - 02:00 a. m.

Las enfermedades de transmisión eran comunes en las épocas en que los países no disponían de la estructura básica de transporte, información, servicios hospitalarios, suministro y disponibilidad de drogas y acceso a personal especializado. Por eso, las enfermedades contagiosas disminuyeron en el último siglo. Epidemias como la gripa española que dejaron 50 millones de muertos por las condiciones de la época después de la guerra no tienen posibilidades de repetirse en el siglo XXI.

Los avances en estadística y probabilidad han facilitado la complementación de la patología de las enfermedades contagiosas con los aspectos físicos y económicos. En el caso del coronavirus la probabilidad de contagio está altamente relacionada con los costos económicos.

La característica dominante de las epidemias es que el contagio crece a tasas ascendentes y en un momento empieza a descender. La sorpresa con el coronavirus es que se esperaba que el quiebre se presentará cuando el número mundial de infectados llegará a 200000 personas, y esto no ocurrió. Todo parece que el número será mucho mayor.

El proceso fue frenado por las enormes deficiencias de los sistemas de salud en todos los países.  No obstante, las cuantiosas inversiones públicas y privadas, las organizaciones médicas no son capaces de atender una pequeña fracción de los afiliados. Lo cierto es que el aumento de los casos de infección por encima de lo previsto generó un estado de pánico que ha inducido medidas improvisadas y descoordinadas. Por lo demás, no faltan quienes aprovechen el desconcierto y el temor para sacar ventajas económicas y políticas.

Los hechos están mostrando que la infraestructura básica de salud no corresponde a las cuantiosas inversiones en materia hospitalaria realizada en todos los lugares. La organización hospitalaria no contribuyó a que los casos de contagio llegaran a su proceso descendente natural. La deficiencia se ha buscado subsanar con decisiones drásticas de aislamiento e inmovilidad que reducen el empleo, bajan la productividad del trabajo y reducen el ahorro.

Por fortuna, la información comparada muestra que los países que iniciaron la epidemia y han percibido en forma más acentuada, como China, Corea, y en menor grado Italia, han entrado en proceso de tasas de crecimiento declinantes. Las personas con el virus en China y Corea disminuyen de una semana a otra y en Italia cada vez aumentan menos.

En cierta forma se confirma que estamos ante una epidemia similar a las del último siglo que no tienen las fuerzas de contagio para sostenerse. La tasa de crecimiento de los portadores aumenta rápidamente al principio, para luego disminuir e incluso terminar negativa.

En Colombia la evolución de los contagiados se mueve a razón de 33% diario, qué es excesivamente alta. Sin embargo, el porcentaje tenderá a disminuir en la medida que aumente el número de portadores del virus, como está ocurriendo en China, Corea en Italia.

El país enfrenta un serio dilema. Se espera que el proceso de contagio se reduzca por su propia naturaleza o se acelera con medidas de parálisis, aislamiento e inmovilidad que tienen enormes costos económicos, y efectos inciertos sobre la patología del virus. El balance entre las dos opciones tendrá una enorme repercusión en el futuro económico y social de la nación. Si bien hay que actuar, se debe hacer con conocimiento de causa y coordinación. Al parecer, las autoridades gubernamentales se inclinan del lado de reducir el contagio del virus a cualquier costo.

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