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Estos días se anuncian como claves para la economía de Estados Unidos. No, no hablamos esta vez de inflación, o problemas en las cadenas de producción, o lenta recuperación del mercado laboral, o precios del petróleo, o caída de las acciones por cuenta de todos estos factores. Ahora se trata de las negociaciones para extender la vigencia del presupuesto nacional y para elevar (o suspender) el techo de deuda.
Ambas son discusiones cuyas consecuencias implican, de una forma u otra, frenar el alcance del gobierno federal mediante el recorte de los fondos que necesita para operar en medio de una recuperación económica que está probando ser menos rápida y eficiente de lo que se había anticipado. En otras palabras, si las negociaciones no prosperan, el panorama se ve algo más sombrío que de costumbre.