¿Qué tal está funcionando el recorte fiscal de Trump?

Los beneficios en los salarios de los empleados no parecen llegar en el corto o mediano plazo y, en general, hay dudas sobre si la legislación sólo favorece a los dueños y accionistas de las compañías.

Paul Krugman - The New York Times
03 de mayo de 2018 - 11:38 p. m.
Bloomberg
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Hasta ahora, Donald Trump y sus aliados en el Congreso han alcanzado solo una victoria legislativa importante: la aprobación de un enorme recorte fiscal, dirigido principalmente a las corporaciones y los empresarios. Los promotores del recorte fiscal prometieron que conduciría a una marcada aceleración del crecimiento económico y produciría enormes aumentos en los salarios; esperaban que también produjera importantes dividendos políticos para las elecciones intermedias de Estados Unidos.

¿Y qué tal va? En términos políticos, el recorte fiscal es un fiasco: la mayoría de los electores dicen que no han visto ningún aumento en su salario y los republicanos apenas hablan de la ley en sus campañas políticas. Sin embargo, ¿qué hay de la economía?

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Podrían estar tentados a señalar que es muy pronto para decirlo. Después de todo, la ley sólo ha estado en vigor durante unos cuantos meses, y apenas la semana pasada pudimos ver por primera vez un crecimiento económico posterior al recorte fiscal. No obstante, esto es lo que sucede: para cumplir las promesas a aquellos que lo patrocinan, el recorte fiscal tendría que producir un enorme aumento en la inversión empresarial, no a largo plazo, ni en cinco ni 10 años a partir de ahora, sino más o menos de inmediato, pero no hay signos de que algo así esté sucediendo.

Ahora hablemos de economía.

Cualquier cosa que aumente el déficit presupuestal debería conducir, si todo lo demás se queda igual, a un mayor gasto general y a una sacudida de la economía a corto plazo (aunque no hay nada que indique que haya tal sacudida en las cantidades del primer trimestre, que fueron decepcionantes). No obstante, si uno quiere estimular el gasto general, no hay que otorgar exenciones fiscales enormes a las corporaciones. Se pueden hacer muchas otras cosas en lugar de eso; por ejemplo, gastar dinero en arreglar la infraestructura ruinosa de Estados Unidos, un tema sobre el cual Trump sigue prometiendo un plan, pero que sencillamente no presenta.

Además, todo impulso a corto plazo probablemente sería suprimido de inmediato por la Reserva Federal, que cree que el desempleo es nulo y que de manera gradual está aumentado las tasas de interés para evitar que la economía se sobrecaliente. Se puede argumentar que la Reserva Federal se equivoca, pero el argumento a favor de una política monetaria más expansiva no tiene nada que ver con el recorte fiscal de Trump.

No, el argumento a favor de un recorte fiscal corporativo es la promesa de que a largo plazo aumentará los salarios. ¿Cómo se supone que eso funciona?

Nunca tuvo sentido creer que las corporaciones compartirían su botín del recorte fiscal de inmediato con los trabajadores, y en efecto no lo han hecho. Cualquier agencia de noticias que se deje embaucar por historias cuidadosamente seleccionadas de empresas que anuncian bonos para sus trabajadores después del recorte fiscal aprobado debería sentirse avergonzada de su credulidad.

La verdadera lógica detrás de los recortes fiscales corporativos es que se supone que provocan una mayor inversión. Esta, a su vez, debería aumentar gradualmente los activos (o el stock) de capital, lo cual disminuiría la tasa de rendimiento de la inversión antes de impuestos y al mismo tiempo aumentaría los salarios.

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Hay dos preguntas sobre este supuesto proceso. Una es cuánto aumentarán los salarios a largo plazo. La mayoría de los cálculos independientes predicen sólo beneficios modestos; las predicciones ampliamente optimistas del gobierno de Trump no sólo son desproporcionadas, sino que pertenecen a otro universo. A pesar de ello, para ser justos, no se trata de una cuestión de si los datos han tenido tiempo de decirnos algo.

Sin embargo, la otra pregunta igualmente importante es: ¿qué tan largo es el largo plazo? Como señala Greg Leiserson del Centro para el Crecimiento Equitativo en Washington: “Cada mes en el que las tasas salariales no son visiblemente más elevadas de lo que habrían sido sin la legislación, y los rendimientos de la inversión no son mucho más bajos, es un mes en el que los beneficios de los recortes fiscales corporativos se devengan principalmente para los accionistas”. Un recorte fiscal que aumente de manera significativa los salarios durante, digamos, el segundo periodo de Cynthia Nixon en la Casa Blanca, pero que produzca enormes beneficios imprevistos para los accionistas con sólo beneficios triviales en los salarios durante los próximos cinco o 10 años, no es lo que nos prometieron.

Para obtener beneficios salariales importantes antes de, por ejemplo, la elección de 2024 —ya no digamos 2020— necesitaría haber un inmenso auge en la inversión empresarial a corto plazo, principalmente financiada por influjos de capital del extranjero. Este auge debe ser en verdad muy grande y no hay nada que indique que esté sucediendo.

Es cierto, la inversión empresarial como proporción o porcentaje del PIB aumentó ligeramente el año pasado, pero todavía está muy por debajo de su nivel previo a la crisis financiera, ni qué decir de las alturas que alcanzó en los años 1990.

¿Es demasiado pronto para esperar resultados? ¿Las empresas se están alistando para redoblar la inversión, de tal modo que las veremos desembolsar una gran cantidad de capital en el futuro próximo? No según una encuesta del Banco de la Reserva Federal de Atlanta. La gran mayoría de las empresas dicen que la ley fiscal no ha tenido ningún efecto en sus planes de inversión o que están planeando sólo un aumento modesto.

En conclusión, los efectos del recorte fiscal de Trump ya se ven como los efectos del recorte fiscal de Brownback en Kansas, el recorte fiscal de Bush y casi cualquier recorte fiscal muy promocionado de las últimas tres décadas: mucho ruido, muchas promesas, pero ningún resultado además de un mayor déficit presupuestal.

Tal vez piensen que algún día el Partido Republicano aprenderá algo de esta experiencia, se dará cuenta de que los recortes fiscales no son magia y pensará en nuevas ideas. No obstante, me parece que es difícil para un hombre entender algo cuando las contribuciones de su campaña dependen de que no lo entienda.

The New York Times 

Por Paul Krugman - The New York Times

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