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Una novela llamada Interbolsa

Sin que hayan iniciado las investigaciones, se ventilan los nombres de supuestos responsables.

David Mayorga
08 de noviembre de 2012 - 09:00 p. m.
En su mejor momento, la comisionista Interbolsa se valoró en US$500 millones.  / Archivo
En su mejor momento, la comisionista Interbolsa se valoró en US$500 millones. / Archivo

Si a alguien le hubieran dicho hace una semana que los días de Interbolsa estaban contados, la respuesta más común habría sido una carcajada. Hoy, a medida que comienzan a caer en su sitio cada uno de los pedazos de esta quiebra, son muchas las preguntas que surgen sobre el que otrora fuera el principal jugador del mercado comisionista bursátil, sin que surjan respuestas tan claras. Y mucho menos, todos los responsables.

De hecho, en las últimas horas se ha organizado una cacería de brujas que apunta a muchos hombres pero cuyos lazos quedan en el aire. El más mencionado es el inversionista italiano Alessandro Corridori, quien es identificado como uno de los principales accionistas de la textilera paisa Fabricato.

En este punto los rumores se vuelven una guía de identificación: se lo señala de ser pariente político de la familia Jaramillo (fundadora y accionista de Interbolsa), de ser uno de los arquitectos de la estrategia para valorizar la acción de la textilera por medio de “repos” (la misma que precipitó la caída de la comisionista) y de utilizarla para aumentar su participación en ella, la cual, al pasado mes de julio, era de 11,7%.

Otro de los nombres más citados es el de Juan Carlos Ortiz, un reconocido corredor de bolsa, suspendido en el pasado por sus métodos poco convencionales de operar en el mercado, y uno de los socios de Interbolsa, con el 2,8% de participación. Hasta el momento, ha sido el único que ha salido al público a ofrecer una explicación a los más de 50.000 clientes que hoy se preguntan qué pasará con sus inversiones.

Lo hizo en la mañana de ayer por los micrófonos de la W, en una entrevista en la que aseguró que sólo se enteró de lo que sucedía por los medios. “Quiero pensar que la gente no perderá su plata. Nosotros, los accionistas, vamos a ver comprometidos nuestros activos, pero sí me gustaría que me explicaran qué pasó con una compañía que unos meses atrás valía US$500 millones”, dijo, al tiempo que aseguró que desde hace dos años, cuando salió de la comisionista por desacuerdos con sus socios, no tenía noticias de las operaciones diarias.

Pero algunos pusieron a sonar un tercer nombre. Se trata de un análisis a la ligera: al revisar los negocios en los que participan Corridori y Ortiz sobresale el nombre de Azul y Blanco, la sociedad privada que en 2011 compró por $24.000 millones el nombre, los derechos y la ficha deportiva del club de fútbol Millonarios. Aquellas voces señalaron que José Roberto Arango, el hombre que sacó al equipo de la quiebra y lo recapitalizó, también era sospechoso.

“No tengo nada que ver en lo que le está pasando a Interbolsa. Estimo mucho a la familia Jaramillo desde hace mucho tiempo, pero no tengo negocios con ellos”, afirmó, enfático, en diálogo con El Espectador, en el que relató que la única vez que hizo negocios con los socios de Interbolsa fue hace más de cinco años, cuando los invitó a comprar acciones de Coltejer, empresa que estaba restructurándose. También desmintió cualquier negocio con Ortiz: “No me entendí casi nunca con él sino con uno de sus abogados. Él no era uno de los principales personajes del grupo de inversionistas, que siempre manejó dineros a través de una fiducia”.

Aún no es claro qué pasó ni quién es el responsable, tarea que quedará en manos de la Superintendencia Financiera. La entidad ya anunció que investigará a fondo esta novela.

Por David Mayorga

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