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Uninorte y la revolución silenciosa

Hace dos décadas las directivas decidieron meterse la mano al bolsillo y financiar la formación de maestros y doctores en las mejores universidades de Europa y Estados Unidos. Ahora comienzan a recoger los frutos.

Pablo Correa
14 de septiembre de 2014 - 03:01 a. m.
 La Universidad del Norte con sede en Barranquilla. Tiene hoy 12.341 estudiantes / Cortesía
La Universidad del Norte con sede en Barranquilla. Tiene hoy 12.341 estudiantes / Cortesía

Las comparaciones son odiosas. Eso ya lo sabemos. Pero al mismo tiempo también útiles para saber a grandes rasgos quién puede estar haciendo las cosas bien y quién no en el sector educativo.

Esta semana se conocieron los resultados del Ranking U-Sapiens, una clasificación que desde 2010 mide las capacidades de investigación de las universidades colombianas. Los primeros seis lugares de la tabla no han cambiado mucho. La Universidad Nacional, la de Antioquia, los Andes, la Javeriana, del Valle y la Nacional (sede Medellín) siguen cómodas en sus posiciones. Así que lo interesante no está ahí. Está un poco más abajo en la tabla, y es la Universidad del Norte.

Este ranquin mide las revistas indexadas en Publindex (donde se publican resultados de investigación), las maestrías o doctorados (donde se forman y maduran investigadores) y grupos de investigación (donde se desarrollan proyectos de investigación). El puntaje que sale de esta mezcla de variables es un indicador de la fuerza en investigación de los centros educativos.

La Universidad del Norte, esta vez en el séptimo puesto, ha ido dejando atrás a otras universidades con más recursos, más estudiantes, más tradición y amenaza con seguir subiendo en los próximos años. Una de las instituciones fuertes en investigación que este año fue sobrepasada por la Uninorte es la Universidad Industrial de Santander. No sólo eso. Es la única de la Costa Caribe, junto a la Universidad de Cartagena (12), que figura en los primeros 25 lugares.

De un tiempo para acá todo el sector académico colombiano ha notado que esta universidad ha elevado sus estándares de calidad y está generando su propia revolución social y cultural en Barranquilla. Si antes las familias costeñas no lo pensaban dos veces para enviar a sus hijos a estudiar a otras ciudades, ahora la decisión es menos fácil.

Alberto Roa Varelo, vicerrector académico de Uninorte, señala tres secretos en esta historia: un programa de formación profesoral de alto nivel, una filosofía de planeación metódica y constante, y la estabilidad en el gobierno universitario.

“Diría que hay un punto de inflexión en la historia de la universidad, que fue hace casi 20 años cuando el rector Jesús Ferro Bayona planteó la necesidad de crear un programa de formación profesoral de alto nivel”, cuenta el vicerrector Roa. A pesar de que la Costa Caribe era una de las que más necesitaba docentes con maestría y doctorado, los candidatos de la región casi no ganaban becas en los programas nacionales e internacionales. Fue entonces cuando la universidad decidió crear su propio programa.

Sólo en los últimos 10 años Uninorte ha invertido cerca de $28 mil millones en formar a sus maestros en Estados Unidos, Europa y Latinoamérica. Cuando comenzaron, menos del 1% de los docentes tenían estos títulos. Hoy el 46% de la planta es maestro o Ph.D. “Una universidad se debe a los profesores”, dice Roa.

El otro ingrediente para convertir a la universidad en una institución de calidad ha sido la planeación. “Es una universidad que se planea mucho. Tenemos planes quinquenales que siempre estamos monitoreando y evaluando”, explica el vicerrector. Esa constante planeación ha hecho que se fijen metas claras y se tomen decisiones financieras y académicas.

El tercer ingrediente parece haber sido la estabilidad política dentro de la universidad. El rector Ferro cumplirá 30 años al frente de la institución. No es algo común ni en las públicas ni en las privadas. Roa cree que cada universidad debe encontrar su manera de manejar la gobernabilidad dependiendo de su contexto. “En esta región, y con nuestras características, esto ha servido mucho”, concluye.

La universidad hoy tiene 12.341 estudiantes repartidos en 200 programas. En pregrado están matriculados 9.934 y los otros 2.407 en posgrados. Roa dice que no trabajan para salir en los ranquin, “trabajamos buscando hacer bien las cosas”. Todos en la universidad saben que cambiando la educación terminarán por cambiar todos alrededor. 

pcorrea@elespectador.com

@pcorrea78

Por Pablo Correa

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