Noticias

Últimas Noticias

    Política

    Judicial

      Economía

      Mundo

      Bogotá

        Entretenimiento

        Deportes

        Colombia

        El Magazín Cultural

        Salud

          Ambiente

          Investigación

            Educación

              Ciencia

                Género y Diversidad

                Tecnología

                Actualidad

                  Reportajes

                    Historias visuales

                      Colecciones

                        Podcast

                          Opinión

                          Opinión

                            Editorial

                              Columnistas

                                Caricaturistas

                                  Lectores

                                  Blogs

                                    Suscriptores

                                    Recomendado

                                      Contenido exclusivo

                                        Tus artículos guardados

                                          Somos El Espectador

                                            Estilo de vida

                                            La Red Zoocial

                                            Gastronomía y Recetas

                                              La Huerta

                                                Moda e Industria

                                                  Tarot de Mavé

                                                    Autos

                                                      Juegos

                                                        Pasatiempos

                                                          Horóscopo

                                                            Música

                                                              Turismo

                                                                Marcas EE

                                                                Colombia + 20

                                                                BIBO

                                                                  Responsabilidad Social

                                                                  Justicia Inclusiva

                                                                    Desaparecidos

                                                                      EE Play

                                                                      EE play

                                                                        En Vivo

                                                                          La Pulla

                                                                            Documentales

                                                                              Opinión

                                                                                Las igualadas

                                                                                  Redacción al Desnudo

                                                                                    Colombia +20

                                                                                      Destacados

                                                                                        BIBO

                                                                                          La Red Zoocial

                                                                                            ZonaZ

                                                                                              Centro de Ayuda

                                                                                                Newsletters
                                                                                                Servicios

                                                                                                Servicios

                                                                                                  Empleos

                                                                                                    Descuentos

                                                                                                      Idiomas

                                                                                                      Cursos y programas

                                                                                                        Más

                                                                                                        Cromos

                                                                                                          Vea

                                                                                                            Blogs

                                                                                                              Especiales

                                                                                                                Descarga la App

                                                                                                                  Edición Impresa

                                                                                                                    Suscripción

                                                                                                                      Eventos

                                                                                                                        Pauta con nosotros

                                                                                                                          Avisos judiciales

                                                                                                                            Preguntas Frecuentes

                                                                                                                              Contenido Patrocinado
                                                                                                                              23 de diciembre de 2017 - 11:00 a. m.

                                                                                                                              Aires de Navidad

                                                                                                                              "Uno de los recuerdos más especiales que tengo de la época navideña, es la del pesebre que armábamos en el barrio Los Álamos, en Armenia, junto con los otros amigos de la cuadra".

                                                                                                                              Jerónimo García Riaño

                                                                                                                              El pesebre, una de las insignias de la época navideña. / Tomada de: Forum Libretas

                                                                                                                              Uno de los recuerdos más especiales que tengo de la época navideña, es la del pesebre que armábamos en el barrio Los Álamos, en Armenia, junto con los otros amigos de la cuadra. Por varias ocasiones hicimos una choza en medio de un inmenso prado que dividía la calle en dos, y pusimos dentro a niños disfrazados de los personajes del pesebre, asumiendo el difícil rol de estatuas  vivientes.

                                                                                                                              Los vecinos, al ver nuestro buen corazón adolescente haciendo estas obras que alegraban al barrio, colaboraban con dinero. Recuerdo que don Omar, el carnicero de la cuadra y vecino de mi casa, un día, mientras estábamos limpiando el sitio donde se instalaría el pesebre, me llamó y me dio 50 mil pesos como ayuda para la compra de regalos de navidad para los niños. ¡50 mil pesos!, era el año 1995, ¡50 mil pesos!

                                                                                                                              Ningún niño se fue sin regalo. Habían balones de plástico (recuerdo que me quedé con uno que sobró y terminó siendo balón de fútbol en muchos paseos), juegos de peinar para las niñas, bolsas de dulces… en fin. Hicimos varias navidades especiales para la gente del barrio y de los alrededores.

                                                                                                                              Read more!

                                                                                                                              Ese 24 de diciembre —recuerdo ese en particular— terminamos celebrando con un par de amigos, arquitectos de la choza, tomando una garrafa de vino cherrynol de 1000 pesos, al que se le echaban pastillas de Halls para que supiera mejor…

                                                                                                                              Sin embargo, hubo un día de Navidad, tal vez antes o después de lo que estoy contando —ahora no lo recuerdo—, en el que un sacerdote llegó a rezar la novena sobre el pesebre que habíamos armado.

                                                                                                                              ¿De cuándo acá sacerdote?, pensé. Siempre la novena la rezaba uno de los niños asistentes, o uno de nosotros si nadie quería leerla. El sacerdote era joven, tenía una barba casi roja que le cubría todo el rostro, y leía la novena de manera pausada, como si les estuviese haciendo un dictado a unos niños de colegio.

                                                                                                                              A varios de mis amigos les pareció una buena idea lo del cura. Les pregunté que quién lo había llevado a la novena, y me dijeron que una de las vecinas había llegado con él. Era una vecina que además hacía política.

                                                                                                                              ¡Y mire!, me dijo uno de mis amigos señalándome un pendón que se levantaba detrás de la choza del pesebre, como si fuera la estrella de belén alumbrando en la noche.

                                                                                                                              Me ubiqué para ver mejor el pendón y era la cara de un hombre, de un político de la ciudad, con una sonrisa perdida en el aire, en la nada, y con un slogan que también ahora olvido, pero que, sin duda, invitaba a votar por él en las próximas elecciones.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              La vecina lo había invitado para que cerrara las novenas ese día.

                                                                                                                               No me gustó que la política se metiera en el pesebre. La política y la religión se la podrán llevan bien, pero en ese barrio, aunque el acto que reunía a la gente estaba bajo el marco de una tradición católica, no hacían una buena combinación.

                                                                                                                              Read more!
                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Miré al fondo de la calle, donde terminaba el inmenso prado y empezaba una avenida por la que pasaban muchos carros, y vi unas camionetas parqueadas, taponando la cuadra. También vi a varias personas sentadas en el pasto del prado hablando, y vi al político del pendón entre esas personas con una cerveza en la mano. No le importaba para nada lo que ocurría esa noche en el barrio. Decidí irme del pesebre, sentarme lejos en un pedazo de andén y observar ese cuadro inesperado: unos niños, inocentes tal vez, viendo al cura rezar; la vecina feliz trayendo algunos pasabocas para los niños y para el cura; mis amigos también sentados escuchando al predicador; el político acercarse al pesebre, escondiendo la cerveza para que no la vean, va sonriendo; la vecina llevándole un pasabocas, el político llamando a sus amigos que llegan con unas bolsas llenas de regalos y las ponen al lado del pesebre; los niños, que como perros encadenados, se desesperan al ver las bolsas y quieren soltarse para coger cada uno de los regalos que esperan por ellos; la vecina que interrumpe al cura en la lectura, para decir que debemos darle las gracias al doctor porque es el único que se acuerda de los pobres; un aplauso estridente que se me cuela por los oídos;  el cura que llega a la oración del niño Jesús y pide que uno de los niños la rece, La vecina que levanta entre la gente a una niña muy bien vestida, que no es del barrio, una intrusa con cara de ángel; la vecina que le dice al cura que ella es la hija del doctor; las miradas puestas sobre la niña, como si al barrio nunca fuese a llegar alguien más popular e importante; la niña que reza la novena y demuestra su gran habilidad en la lectura rápida, tanto que se le olvidan las comas y los puntos; el cura que da la bendición para finalizar la novena; los niños que cantan villancicos sin dejar de mirar los regalos que los llaman desde las bolsas; la espera que termina y los niños haciendo una fila inmensa de acuerdo a las instrucciones de la vecina para entregar los regalos del doctor; el doctor que saca uno a uno los regalos de las bolsas y empieza a entregarlos, casi sin mirar a quién se los da…

                                                                                                                               

                                                                                                                              Algunos de esos niños se hicieron a mi lado, me sonrieron y empezaron a destrozar el papel regalo que les ocultaba la sorpresa. Pero la sorpresa me la llevé yo cuando vi que los carros de los niños no rodaban, las llantas estaban pegadas al chasis de plástico. Los niños forzaban su juguete contra el piso para que se pudiera mover, pero no pasaba nada, las llantas seguían negándose en rodar.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Pero lo más triste fue ver a una niña que sacó de una caja una muñeca parecida a la Barbie, ella corrió donde su mamá a mostrarle el regalo. La madre sonrió y en cuanto tomo a la muñeca de la cabeza para verla mejor, se quedó con la cabeza en la mano y el cuerpo se desplomó en el piso. La niña se puso a llorar y culpó a la madre por dañarle la muñeca. La mujer, viendo a su hija así, volvió donde la vecina y el político, les pidió que si podían cambiarle el regalo y les mostro a la descabezada en sus manos. Los dos se miraron, la vecina intento meter el cuerpo en la cabeza del juguete, pero no lo logró. El político le tocó el hombro a la vecina en señal de consuelo y de que no podía hacer nada más. La mujer dio las gracias, cogió a la niña de la mano y se fueron de la cuadra, del barrio, de nuestras vidas.

                                                                                                                              Esa noche me sentí apabullado, humillado. Habían convertido un acto honesto y altruista en un asunto político, egoísta, con intenciones diferentes a la de alegrarle la vida a los otros. Al contrario, parecía que se la jodían.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                               Me levanté del pedazo de andén y vi a los niños que personificaban el pesebre, a los que estaban disfrazados, algunos seguían debajo de la choza, parecían tristes, esperando tal vez a que los miraran, porque la gente, esa noche, solo se dedicó a mirar aquel pendón con cara de doctor.

                                                                                                                              Uno de los recuerdos más especiales que tengo de la época navideña, es la del pesebre que armábamos en el barrio Los Álamos, en Armenia, junto con los otros amigos de la cuadra. Por varias ocasiones hicimos una choza en medio de un inmenso prado que dividía la calle en dos, y pusimos dentro a niños disfrazados de los personajes del pesebre, asumiendo el difícil rol de estatuas  vivientes.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                               Los vecinos, al ver nuestro buen corazón adolescente haciendo estas obras que alegraban al barrio, colaboraban con dinero. Recuerdo que don Omar, el carnicero de la cuadra y vecino de mi casa, un día, mientras estábamos limpiando el sitio donde se instalaría el pesebre, me llamó y me dio 50 mil pesos como ayuda para la compra de regalos de navidad para los niños. ¡50 mil pesos!, era el año 1995, ¡50 mil pesos!

                                                                                                                               Ningún niño se fue sin regalo. Habían balones de plástico (recuerdo que me quedé con uno que sobró y terminó siendo balón de fútbol en muchos paseos), juegos de peinar para las niñas, bolsas de dulces… en fin. Hicimos varias navidades especiales para la gente del barrio y de los alrededores.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Ese 24 de diciembre —recuerdo ese en particular— terminamos celebrando con un par de amigos, arquitectos de la choza, tomando una garrafa de vino cherrynol de 1000 pesos, al que se le echaban pastillas de Halls para que supiera mejor…

                                                                                                                              Sin embargo, hubo un día de Navidad, tal vez antes o después de lo que estoy contando —ahora no lo recuerdo—, en el que un sacerdote llegó a rezar la novena sobre el pesebre que habíamos armado.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              ¿De cuándo acá sacerdote?, pensé. Siempre la novena la rezaba uno de los niños asistentes, o uno de nosotros si nadie quería leerla. El sacerdote era joven, tenía una barba casi roja que le cubría todo el rostro, y leía la novena de manera pausada, como si les estuviese haciendo un dictado a unos niños de colegio.

                                                                                                                               A varios de mis amigos les pareció una buena idea lo del cura. Les pregunté que quién lo había llevado a la novena, y me dijeron que una de las vecinas había llegado con él. Era una vecina que además hacía política.

                                                                                                                               ¡Y mire!, me dijo uno de mis amigos señalándome un pendón que se levantaba detrás de la choza del pesebre, como si fuera la estrella de belén alumbrando en la noche.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                               Me ubiqué para ver mejor el pendón y era la cara de un hombre, de un político de la ciudad, con una sonrisa perdida en el aire, en la nada, y con un slogan que también ahora olvido, pero que, sin duda, invitaba a votar por él en las próximas elecciones.

                                                                                                                              La vecina lo había invitado para que cerrara las novenas ese día.

                                                                                                                              No me gustó que la política se metiera en el pesebre. La política y la religión se la podrán llevan bien, pero en ese barrio, aunque el acto que reunía a la gente estaba bajo el marco de una tradición católica, no hacían una buena combinación.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Miré al fondo de la calle, donde terminaba el inmenso prado y empezaba una avenida por la que pasaban muchos carros, y vi unas camionetas parqueadas, taponando la cuadra. También vi a varias personas sentadas en el pasto del prado hablando, y vi al político del pendón entre esas personas con una cerveza en la mano. No le importaba para nada lo que ocurría esa noche en el barrio. Decidí irme del pesebre, sentarme lejos en un pedazo de andén y observar ese cuadro inesperado: unos niños, inocentes tal vez, viendo al cura rezar; la vecina feliz trayendo algunos pasabocas para los niños y para el cura; mis amigos también sentados escuchando al predicador; el político acercarse al pesebre, escondiendo la cerveza para que no la vean, va sonriendo; la vecina llevándole un pasabocas, el político llamando a sus amigos que llegan con unas bolsas llenas de regalos y las ponen al lado del pesebre; los niños, que como perros encadenados, se desesperan al ver las bolsas y quieren soltarse para coger cada uno de los regalos que esperan por ellos; la vecina que interrumpe al cura en la lectura, para decir que debemos darle las gracias al doctor porque es el único que se acuerda de los pobres; un aplauso estridente que se me cuela por los oídos;  el cura que llega a la oración del niño Jesús y pide que uno de los niños la rece, La vecina que levanta entre la gente a una niña muy bien vestida, que no es del barrio, una intrusa con cara de ángel; la vecina que le dice al cura que ella es la hija del doctor; las miradas puestas sobre la niña, como si al barrio nunca fuese a llegar alguien más popular e importante; la niña que reza la novena y demuestra su gran habilidad en la lectura rápida, tanto que se le olvidan las comas y los puntos; el cura que da la bendición para finalizar la novena; los niños que cantan villancicos sin dejar de mirar los regalos que los llaman desde las bolsas; la espera que termina y los niños haciendo una fila inmensa de acuerdo a las instrucciones de la vecina para entregar los regalos del doctor; el doctor que saca uno a uno los regalos de las bolsas y empieza a entregarlos, casi sin mirar a quién se los da…

                                                                                                                              Algunos de esos niños se hicieron a mi lado, me sonrieron y empezaron a destrozar el papel regalo que les ocultaba la sorpresa. Pero la sorpresa me la llevé yo cuando vi que los carros de los niños no rodaban, las llantas estaban pegadas al chasis de plástico. Los niños forzaban su juguete contra el piso para que se pudiera mover, pero no pasaba nada, las llantas seguían negándose en rodar.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Pero lo más triste fue ver a una niña que sacó de una caja una muñeca parecida a la Barbie, ella corrió donde su mamá a mostrarle el regalo. La madre sonrió y en cuanto tomo a la muñeca de la cabeza para verla mejor, se quedó con la cabeza en la mano y el cuerpo se desplomó en el piso. La niña se puso a llorar y culpó a la madre por dañarle la muñeca. La mujer, viendo a su hija así, volvió donde la vecina y el político, les pidió que si podían cambiarle el regalo y les mostro a la descabezada en sus manos. Los dos se miraron, la vecina intento meter el cuerpo en la cabeza del juguete, pero no lo logró. El político le tocó el hombro a la vecina en señal de consuelo y de que no podía hacer nada más. La mujer dio las gracias, cogió a la niña de la mano y se fueron de la cuadra, del barrio, de nuestras vidas.

                                                                                                                              Esa noche me sentí apabullado, humillado. Habían convertido un acto honesto y altruista en un asunto político, egoísta, con intenciones diferentes a la de alegrarle la vida a los otros. Al contrario, parecía que se la jodían.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Me levanté del pedazo de andén y vi a los niños que personificaban el pesebre, a los que estaban disfrazados, algunos seguían debajo de la choza, parecían tristes, esperando tal vez a que los miraran, porque la gente, esa noche, solo se dedicó a mirar aquel pendón con cara de doctor.

                                                                                                                               

                                                                                                                               

                                                                                                                               

                                                                                                                              El pesebre, una de las insignias de la época navideña. / Tomada de: Forum Libretas

                                                                                                                              Uno de los recuerdos más especiales que tengo de la época navideña, es la del pesebre que armábamos en el barrio Los Álamos, en Armenia, junto con los otros amigos de la cuadra. Por varias ocasiones hicimos una choza en medio de un inmenso prado que dividía la calle en dos, y pusimos dentro a niños disfrazados de los personajes del pesebre, asumiendo el difícil rol de estatuas  vivientes.

                                                                                                                              Los vecinos, al ver nuestro buen corazón adolescente haciendo estas obras que alegraban al barrio, colaboraban con dinero. Recuerdo que don Omar, el carnicero de la cuadra y vecino de mi casa, un día, mientras estábamos limpiando el sitio donde se instalaría el pesebre, me llamó y me dio 50 mil pesos como ayuda para la compra de regalos de navidad para los niños. ¡50 mil pesos!, era el año 1995, ¡50 mil pesos!

                                                                                                                              Ningún niño se fue sin regalo. Habían balones de plástico (recuerdo que me quedé con uno que sobró y terminó siendo balón de fútbol en muchos paseos), juegos de peinar para las niñas, bolsas de dulces… en fin. Hicimos varias navidades especiales para la gente del barrio y de los alrededores.

                                                                                                                              Read more!

                                                                                                                              Ese 24 de diciembre —recuerdo ese en particular— terminamos celebrando con un par de amigos, arquitectos de la choza, tomando una garrafa de vino cherrynol de 1000 pesos, al que se le echaban pastillas de Halls para que supiera mejor…

                                                                                                                              Sin embargo, hubo un día de Navidad, tal vez antes o después de lo que estoy contando —ahora no lo recuerdo—, en el que un sacerdote llegó a rezar la novena sobre el pesebre que habíamos armado.

                                                                                                                              ¿De cuándo acá sacerdote?, pensé. Siempre la novena la rezaba uno de los niños asistentes, o uno de nosotros si nadie quería leerla. El sacerdote era joven, tenía una barba casi roja que le cubría todo el rostro, y leía la novena de manera pausada, como si les estuviese haciendo un dictado a unos niños de colegio.

                                                                                                                              A varios de mis amigos les pareció una buena idea lo del cura. Les pregunté que quién lo había llevado a la novena, y me dijeron que una de las vecinas había llegado con él. Era una vecina que además hacía política.

                                                                                                                              ¡Y mire!, me dijo uno de mis amigos señalándome un pendón que se levantaba detrás de la choza del pesebre, como si fuera la estrella de belén alumbrando en la noche.

                                                                                                                              Me ubiqué para ver mejor el pendón y era la cara de un hombre, de un político de la ciudad, con una sonrisa perdida en el aire, en la nada, y con un slogan que también ahora olvido, pero que, sin duda, invitaba a votar por él en las próximas elecciones.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              La vecina lo había invitado para que cerrara las novenas ese día.

                                                                                                                               No me gustó que la política se metiera en el pesebre. La política y la religión se la podrán llevan bien, pero en ese barrio, aunque el acto que reunía a la gente estaba bajo el marco de una tradición católica, no hacían una buena combinación.

                                                                                                                              Read more!
                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Miré al fondo de la calle, donde terminaba el inmenso prado y empezaba una avenida por la que pasaban muchos carros, y vi unas camionetas parqueadas, taponando la cuadra. También vi a varias personas sentadas en el pasto del prado hablando, y vi al político del pendón entre esas personas con una cerveza en la mano. No le importaba para nada lo que ocurría esa noche en el barrio. Decidí irme del pesebre, sentarme lejos en un pedazo de andén y observar ese cuadro inesperado: unos niños, inocentes tal vez, viendo al cura rezar; la vecina feliz trayendo algunos pasabocas para los niños y para el cura; mis amigos también sentados escuchando al predicador; el político acercarse al pesebre, escondiendo la cerveza para que no la vean, va sonriendo; la vecina llevándole un pasabocas, el político llamando a sus amigos que llegan con unas bolsas llenas de regalos y las ponen al lado del pesebre; los niños, que como perros encadenados, se desesperan al ver las bolsas y quieren soltarse para coger cada uno de los regalos que esperan por ellos; la vecina que interrumpe al cura en la lectura, para decir que debemos darle las gracias al doctor porque es el único que se acuerda de los pobres; un aplauso estridente que se me cuela por los oídos;  el cura que llega a la oración del niño Jesús y pide que uno de los niños la rece, La vecina que levanta entre la gente a una niña muy bien vestida, que no es del barrio, una intrusa con cara de ángel; la vecina que le dice al cura que ella es la hija del doctor; las miradas puestas sobre la niña, como si al barrio nunca fuese a llegar alguien más popular e importante; la niña que reza la novena y demuestra su gran habilidad en la lectura rápida, tanto que se le olvidan las comas y los puntos; el cura que da la bendición para finalizar la novena; los niños que cantan villancicos sin dejar de mirar los regalos que los llaman desde las bolsas; la espera que termina y los niños haciendo una fila inmensa de acuerdo a las instrucciones de la vecina para entregar los regalos del doctor; el doctor que saca uno a uno los regalos de las bolsas y empieza a entregarlos, casi sin mirar a quién se los da…

                                                                                                                               

                                                                                                                              Algunos de esos niños se hicieron a mi lado, me sonrieron y empezaron a destrozar el papel regalo que les ocultaba la sorpresa. Pero la sorpresa me la llevé yo cuando vi que los carros de los niños no rodaban, las llantas estaban pegadas al chasis de plástico. Los niños forzaban su juguete contra el piso para que se pudiera mover, pero no pasaba nada, las llantas seguían negándose en rodar.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Pero lo más triste fue ver a una niña que sacó de una caja una muñeca parecida a la Barbie, ella corrió donde su mamá a mostrarle el regalo. La madre sonrió y en cuanto tomo a la muñeca de la cabeza para verla mejor, se quedó con la cabeza en la mano y el cuerpo se desplomó en el piso. La niña se puso a llorar y culpó a la madre por dañarle la muñeca. La mujer, viendo a su hija así, volvió donde la vecina y el político, les pidió que si podían cambiarle el regalo y les mostro a la descabezada en sus manos. Los dos se miraron, la vecina intento meter el cuerpo en la cabeza del juguete, pero no lo logró. El político le tocó el hombro a la vecina en señal de consuelo y de que no podía hacer nada más. La mujer dio las gracias, cogió a la niña de la mano y se fueron de la cuadra, del barrio, de nuestras vidas.

                                                                                                                              Esa noche me sentí apabullado, humillado. Habían convertido un acto honesto y altruista en un asunto político, egoísta, con intenciones diferentes a la de alegrarle la vida a los otros. Al contrario, parecía que se la jodían.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                               Me levanté del pedazo de andén y vi a los niños que personificaban el pesebre, a los que estaban disfrazados, algunos seguían debajo de la choza, parecían tristes, esperando tal vez a que los miraran, porque la gente, esa noche, solo se dedicó a mirar aquel pendón con cara de doctor.

                                                                                                                              Uno de los recuerdos más especiales que tengo de la época navideña, es la del pesebre que armábamos en el barrio Los Álamos, en Armenia, junto con los otros amigos de la cuadra. Por varias ocasiones hicimos una choza en medio de un inmenso prado que dividía la calle en dos, y pusimos dentro a niños disfrazados de los personajes del pesebre, asumiendo el difícil rol de estatuas  vivientes.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                               Los vecinos, al ver nuestro buen corazón adolescente haciendo estas obras que alegraban al barrio, colaboraban con dinero. Recuerdo que don Omar, el carnicero de la cuadra y vecino de mi casa, un día, mientras estábamos limpiando el sitio donde se instalaría el pesebre, me llamó y me dio 50 mil pesos como ayuda para la compra de regalos de navidad para los niños. ¡50 mil pesos!, era el año 1995, ¡50 mil pesos!

                                                                                                                               Ningún niño se fue sin regalo. Habían balones de plástico (recuerdo que me quedé con uno que sobró y terminó siendo balón de fútbol en muchos paseos), juegos de peinar para las niñas, bolsas de dulces… en fin. Hicimos varias navidades especiales para la gente del barrio y de los alrededores.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Ese 24 de diciembre —recuerdo ese en particular— terminamos celebrando con un par de amigos, arquitectos de la choza, tomando una garrafa de vino cherrynol de 1000 pesos, al que se le echaban pastillas de Halls para que supiera mejor…

                                                                                                                              Sin embargo, hubo un día de Navidad, tal vez antes o después de lo que estoy contando —ahora no lo recuerdo—, en el que un sacerdote llegó a rezar la novena sobre el pesebre que habíamos armado.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              ¿De cuándo acá sacerdote?, pensé. Siempre la novena la rezaba uno de los niños asistentes, o uno de nosotros si nadie quería leerla. El sacerdote era joven, tenía una barba casi roja que le cubría todo el rostro, y leía la novena de manera pausada, como si les estuviese haciendo un dictado a unos niños de colegio.

                                                                                                                               A varios de mis amigos les pareció una buena idea lo del cura. Les pregunté que quién lo había llevado a la novena, y me dijeron que una de las vecinas había llegado con él. Era una vecina que además hacía política.

                                                                                                                               ¡Y mire!, me dijo uno de mis amigos señalándome un pendón que se levantaba detrás de la choza del pesebre, como si fuera la estrella de belén alumbrando en la noche.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                               Me ubiqué para ver mejor el pendón y era la cara de un hombre, de un político de la ciudad, con una sonrisa perdida en el aire, en la nada, y con un slogan que también ahora olvido, pero que, sin duda, invitaba a votar por él en las próximas elecciones.

                                                                                                                              La vecina lo había invitado para que cerrara las novenas ese día.

                                                                                                                              No me gustó que la política se metiera en el pesebre. La política y la religión se la podrán llevan bien, pero en ese barrio, aunque el acto que reunía a la gente estaba bajo el marco de una tradición católica, no hacían una buena combinación.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Miré al fondo de la calle, donde terminaba el inmenso prado y empezaba una avenida por la que pasaban muchos carros, y vi unas camionetas parqueadas, taponando la cuadra. También vi a varias personas sentadas en el pasto del prado hablando, y vi al político del pendón entre esas personas con una cerveza en la mano. No le importaba para nada lo que ocurría esa noche en el barrio. Decidí irme del pesebre, sentarme lejos en un pedazo de andén y observar ese cuadro inesperado: unos niños, inocentes tal vez, viendo al cura rezar; la vecina feliz trayendo algunos pasabocas para los niños y para el cura; mis amigos también sentados escuchando al predicador; el político acercarse al pesebre, escondiendo la cerveza para que no la vean, va sonriendo; la vecina llevándole un pasabocas, el político llamando a sus amigos que llegan con unas bolsas llenas de regalos y las ponen al lado del pesebre; los niños, que como perros encadenados, se desesperan al ver las bolsas y quieren soltarse para coger cada uno de los regalos que esperan por ellos; la vecina que interrumpe al cura en la lectura, para decir que debemos darle las gracias al doctor porque es el único que se acuerda de los pobres; un aplauso estridente que se me cuela por los oídos;  el cura que llega a la oración del niño Jesús y pide que uno de los niños la rece, La vecina que levanta entre la gente a una niña muy bien vestida, que no es del barrio, una intrusa con cara de ángel; la vecina que le dice al cura que ella es la hija del doctor; las miradas puestas sobre la niña, como si al barrio nunca fuese a llegar alguien más popular e importante; la niña que reza la novena y demuestra su gran habilidad en la lectura rápida, tanto que se le olvidan las comas y los puntos; el cura que da la bendición para finalizar la novena; los niños que cantan villancicos sin dejar de mirar los regalos que los llaman desde las bolsas; la espera que termina y los niños haciendo una fila inmensa de acuerdo a las instrucciones de la vecina para entregar los regalos del doctor; el doctor que saca uno a uno los regalos de las bolsas y empieza a entregarlos, casi sin mirar a quién se los da…

                                                                                                                              Algunos de esos niños se hicieron a mi lado, me sonrieron y empezaron a destrozar el papel regalo que les ocultaba la sorpresa. Pero la sorpresa me la llevé yo cuando vi que los carros de los niños no rodaban, las llantas estaban pegadas al chasis de plástico. Los niños forzaban su juguete contra el piso para que se pudiera mover, pero no pasaba nada, las llantas seguían negándose en rodar.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Pero lo más triste fue ver a una niña que sacó de una caja una muñeca parecida a la Barbie, ella corrió donde su mamá a mostrarle el regalo. La madre sonrió y en cuanto tomo a la muñeca de la cabeza para verla mejor, se quedó con la cabeza en la mano y el cuerpo se desplomó en el piso. La niña se puso a llorar y culpó a la madre por dañarle la muñeca. La mujer, viendo a su hija así, volvió donde la vecina y el político, les pidió que si podían cambiarle el regalo y les mostro a la descabezada en sus manos. Los dos se miraron, la vecina intento meter el cuerpo en la cabeza del juguete, pero no lo logró. El político le tocó el hombro a la vecina en señal de consuelo y de que no podía hacer nada más. La mujer dio las gracias, cogió a la niña de la mano y se fueron de la cuadra, del barrio, de nuestras vidas.

                                                                                                                              Esa noche me sentí apabullado, humillado. Habían convertido un acto honesto y altruista en un asunto político, egoísta, con intenciones diferentes a la de alegrarle la vida a los otros. Al contrario, parecía que se la jodían.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Me levanté del pedazo de andén y vi a los niños que personificaban el pesebre, a los que estaban disfrazados, algunos seguían debajo de la choza, parecían tristes, esperando tal vez a que los miraran, porque la gente, esa noche, solo se dedicó a mirar aquel pendón con cara de doctor.

                                                                                                                               

                                                                                                                               

                                                                                                                               

                                                                                                                              Por Jerónimo García Riaño

                                                                                                                              Ver todas las noticias
                                                                                                                              Read more!
                                                                                                                              Read more!
                                                                                                                              Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
                                                                                                                              Aceptar