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                                                                                                                              Cuando la vida sobra y la voz estorba

                                                                                                                              Llegaron los “actores”. Llegaron armados. Unos usaban botas y camuflado. Otros tenían corbata y cuello blanco.

                                                                                                                              María Luna Mendoza

                                                                                                                              Ilustración: Alejandro Araújo Larrahondo

                                                                                                                              Todo sobraba. Todo estorbaba. Sobró el agua de los ríos. Los peces y los pájaros murieron envenenados y los niños murieron de sed. Sobraron los árboles. Los bosques se convirtieron en “corredores mineros” y las selvas en campos minados. Sobró hasta el aire que respiramos. Los “actores” llegaron armados, rasgaron la tierra con retroexcavadoras gigantes: buscaron oro y carbón. Y así envenenaron el viento. El aire dejó de ser portador de vida y frescura porque pusieron a flotar en él diminutas partículas letales. Y es que los “armados” tienen una clara vocación para envenenarlo todo. Se suben en aviones y desde el cielo rocían con veneno los cultivos: no importa si son lícitos o ilícitos. Se suben en un barco y derraman petróleo en el mar. Y aún así los “actores” de cuello blanco y corbata siguen repartiendo licencias y ofreciendo cocteles en los hoteles más lujosos de la capital. Llegaron los “actores”. Llegaron armados. Todo les estorbó, menos la pleitesía de ese puñado de señoritos.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Llegaron los “actores”, llegaron armados. Movilizaron todo su poder, todo su dinero, sus apellidos y su prepotencia para despejar el rumbo hacia el progreso. Sobraron las mujeres y sus cuerpos. Sobraron los hijos de las madres de Soacha y el llanto de las madres de La Candelaria. Sobraron los gais y las lesbianas. Y aquellas personas que no se ajustaron a su insólito sistema binario de machos cabríos y hembras sumisas, fueron brutalmente descartadas. Sobraron las lenguas de los indígenas y su inigualable coraje para amar y defender sus raíces. Sobró la Colombia afro y la vida campesina dejó de ser una opción. Sobraron más de cuatrocientas mil vidas que fueron expulsadas al exilio en razón de su ideología y de su obstinada convicción por la paz. Sobraron. Sobramos. Nos empujaron con odio a países y a pueblos ajenos, a ciudades hostiles, a barrios miserables, a fosas comunes y hasta a hornos crematorios.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Ponerle nombres y apellidos a esta historia es un acto elemental de justicia. Si las bombas perdidas u ocultas no son des-cubiertas y des-amordazas, dice Jesús Martín Barbero, nos pueden explotar en las manos cualquier día. Después de medio siglo de atropellos y silencios impuestos, la amnesia no puede seguir siendo la regla, y la verdad -con todas las voces y las miradas que la integran- no podrá sobrarle a nadie más; nunca más.

                                                                                                                              Ilustración: Alejandro Araújo Larrahondo

                                                                                                                              Todo sobraba. Todo estorbaba. Sobró el agua de los ríos. Los peces y los pájaros murieron envenenados y los niños murieron de sed. Sobraron los árboles. Los bosques se convirtieron en “corredores mineros” y las selvas en campos minados. Sobró hasta el aire que respiramos. Los “actores” llegaron armados, rasgaron la tierra con retroexcavadoras gigantes: buscaron oro y carbón. Y así envenenaron el viento. El aire dejó de ser portador de vida y frescura porque pusieron a flotar en él diminutas partículas letales. Y es que los “armados” tienen una clara vocación para envenenarlo todo. Se suben en aviones y desde el cielo rocían con veneno los cultivos: no importa si son lícitos o ilícitos. Se suben en un barco y derraman petróleo en el mar. Y aún así los “actores” de cuello blanco y corbata siguen repartiendo licencias y ofreciendo cocteles en los hoteles más lujosos de la capital. Llegaron los “actores”. Llegaron armados. Todo les estorbó, menos la pleitesía de ese puñado de señoritos.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Llegaron los “actores”, llegaron armados. Movilizaron todo su poder, todo su dinero, sus apellidos y su prepotencia para despejar el rumbo hacia el progreso. Sobraron las mujeres y sus cuerpos. Sobraron los hijos de las madres de Soacha y el llanto de las madres de La Candelaria. Sobraron los gais y las lesbianas. Y aquellas personas que no se ajustaron a su insólito sistema binario de machos cabríos y hembras sumisas, fueron brutalmente descartadas. Sobraron las lenguas de los indígenas y su inigualable coraje para amar y defender sus raíces. Sobró la Colombia afro y la vida campesina dejó de ser una opción. Sobraron más de cuatrocientas mil vidas que fueron expulsadas al exilio en razón de su ideología y de su obstinada convicción por la paz. Sobraron. Sobramos. Nos empujaron con odio a países y a pueblos ajenos, a ciudades hostiles, a barrios miserables, a fosas comunes y hasta a hornos crematorios.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Ponerle nombres y apellidos a esta historia es un acto elemental de justicia. Si las bombas perdidas u ocultas no son des-cubiertas y des-amordazas, dice Jesús Martín Barbero, nos pueden explotar en las manos cualquier día. Después de medio siglo de atropellos y silencios impuestos, la amnesia no puede seguir siendo la regla, y la verdad -con todas las voces y las miradas que la integran- no podrá sobrarle a nadie más; nunca más.

                                                                                                                              Por María Luna Mendoza

                                                                                                                              Ver todas las noticias
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