El Magazín Cultural

Cuba celebra a García Márquez

El escritor colombiano tuvo una profunda y estrecha relación con Cuba, con su gente y con Fidel Castro. A propósito de que este año se cumplen 90 de su nacimiento, y 50 de la publicación de Cien años de soledad, la Casa de las Américas le rindió un homenaje.

Lorena Cantó (EFE)
20 de febrero de 2017 - 02:40 p. m.
Escultura en homenaje a García Márquez en Cuba.
Escultura en homenaje a García Márquez en Cuba.

De los escritores foráneos que dejaron huella en Cuba, y con permiso de Ernest Hemingway, fue Gabriel García Márquez quien tejió la más profunda y duradera relación con la isla, que hoy celebró con emoción el 90 "cumpleaños" del colombiano y el medio siglo de su universal "Cien años de soledad". "Cuba siempre estuvo entre sus preocupaciones, entre sus afanes, entre sus riquezas y pérdidas, alegrías y dolores durante una larga relación que mantuvo con el país", señaló a Efe el escritor cubano Leonardo Padura.

El premio Princesa de Asturias de la Letras en 2015 se unió al homenaje que esta jornada se rindió a Gabo en la Casa de las Américas, una institución cultural a la que el literato, fallecido en 2014, estuvo estrechamente vinculado. Padura, junto al embajador de Colombia en Cuba, Gustavo Bell, y al responsable de la editorial Planeta en México, José Calafell, repasó la relación del padre del realismo mágico con la isla caribeña, un vínculo que trascendió lo literario y llegó hasta lo político en virtud de la estrecha amistad que mantuvo con el fallecido mandatario Fidel Castro.

"La relación de Gabo con Cuba fue muy diversa", aseveró Padura, quien recordó la admiración del autor nacido en Aracataca por figuras de las letras cubanas como Alejo Carpentier, Eliseo Diego, Guillermo Cabrera Infante o José Lezama Lima. Pero los lazos de García Márquez con la isla caribeña fueron más allá de la literatura y la política hasta llegar al séptimo arte, pues fue uno de los impulsores de la hoy renombrada Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños, donde cada año dictaba un curso fijo de guiones llamado "Cómo se cuenta un cuento".

Sin embargo, el colombiano fijó limites en la forma en que abrazó a Cuba. "Pienso que ahí también había un problema de carácter o la forma en que se hace el mundo cultural cubano de esos años. Tuvo aquí grandes amistades en el mundo de la cultura, pero no fue pródigo con respecto al resto de los escritores, consideró Padura. A juicio del escritor cubano, la actitud de García Márquez fue "en su estilo" parecida a la Hemingway: "trataron de preservar su privacidad estando en Cuba y tuvieron una relación no abierta hacia los escritores".

"Aquí en el Caribe ocurre un fenómeno, que la gente es muy invasiva, somos gregarios, y si tú abres la puerta de tu casa, un día te encuentras en el comedor comiéndose tu arroz con pollo a una persona que no conoces ni has invitado. Creo que Gabo se trató de proteger de eso también", sostuvo el autor de la celebrada "El hombre que amaba a los perros".

En el homenaje en la Casa de las Américas, donde se repartieron a los presentes mariposas amarillas de papel para que escribieran dedicatorias al escritor, también se celebró el "significado vital" que supuso para Colombia la escritura de un autor que reivindicó la diversidad de la identidad del país frente al centralismo imperante desde el siglo XIX.

Padura aludió a la "conmoción" que debió producir en un país "tan bogotano" encontrarse con la literatura de García Márquez, a partir de la cual cambió "la percepción de sí mismos" que tenían los colombianos. También la ciudad de La Habana dedicó este jueves su mirada al Nobel de Literatura, que desde hoy cuenta con una estatua en el pintoresco casco histórico de la ciudad por la que tantas veces paseó y en la que llegó a tener una casa permanentemente a su disposición.

Ahora, la mirada en bronce del autor colombiano acompaña a los visitantes del jardín del Palacio del Marqués de Arcos, antigua sede del Liceo Artístico y Literario de La Habana. El escultor cubano José Villa Soberón es el artífice de la escultura, un regalo de Colombia que representa al novelista con una rosa en la mano, ataviado con el liquiliqui con el que recibió el Premio Nobel en 1982.

Por Lorena Cantó (EFE)

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