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Esta semana se cumplen 75 años de la liberación de Auschwitz, uno de los lugares más macabros que recuerde la historia de la humanidad. / Cortesía
Fue en enero de 1945. Jaime Bromberg era trasladado hacia un campo más. No sabía ni qué día era ni qué año; mucho menos, a qué lugar iba. Él caminaba con otros compañeros a la velocidad que podía. Empezó a oscurecer. Hacía mucho frío, frío de pleno invierno en Europa. Frío de muerte, porque todas las mañanas se levantaba creyendo que aquella sería la última de sus mañanas, y todas las noches se echaba a dormir sabiendo que faltaban uno, dos o tres de sus compañeros.