Noticias

Últimas Noticias

    Política

    Judicial

      Economía

      Mundo

      Bogotá

        Entretenimiento

        Deportes

        Colombia

        El Magazín Cultural

        Salud

          Ambiente

          Investigación

            Educación

              Ciencia

                Género y Diversidad

                Tecnología

                Actualidad

                  Reportajes

                    Historias visuales

                      Colecciones

                        Podcast

                          Opinión

                          Opinión

                            Editorial

                              Columnistas

                                Caricaturistas

                                  Lectores

                                  Blogs

                                    Suscriptores

                                    Recomendado

                                      Contenido exclusivo

                                        Tus artículos guardados

                                          Somos El Espectador

                                            Estilo de vida

                                            La Red Zoocial

                                            Gastronomía y Recetas

                                              La Huerta

                                                Moda e Industria

                                                  Tarot de Mavé

                                                    Autos

                                                      Juegos

                                                        Pasatiempos

                                                          Horóscopo

                                                            Música

                                                              Turismo

                                                                Marcas EE

                                                                Colombia + 20

                                                                BIBO

                                                                  Responsabilidad Social

                                                                  Justicia Inclusiva

                                                                    Desaparecidos

                                                                      EE Play

                                                                      EE play

                                                                        En Vivo

                                                                          La Pulla

                                                                            Documentales

                                                                              Opinión

                                                                                Las igualadas

                                                                                  Redacción al Desnudo

                                                                                    Colombia +20

                                                                                      Destacados

                                                                                        BIBO

                                                                                          La Red Zoocial

                                                                                            ZonaZ

                                                                                              Centro de Ayuda

                                                                                                Newsletters
                                                                                                Servicios

                                                                                                Servicios

                                                                                                  Empleos

                                                                                                    Descuentos

                                                                                                      Idiomas

                                                                                                      Cursos y programas

                                                                                                        Más

                                                                                                        Cromos

                                                                                                          Vea

                                                                                                            Blogs

                                                                                                              Especiales

                                                                                                                Descarga la App

                                                                                                                  Edición Impresa

                                                                                                                    Suscripción

                                                                                                                      Eventos

                                                                                                                        Pauta con nosotros

                                                                                                                          Avisos judiciales

                                                                                                                            Preguntas Frecuentes

                                                                                                                              Contenido Patrocinado
                                                                                                                              01 de febrero de 2019 - 09:46 p. m.

                                                                                                                              El peligro de la historia única, según Chimamanda Ngozi Adichie

                                                                                                                              Publicamos un texto de la escritora nigeriana en el que cuenta su visión de África y de Estados Unidos. Es invitada especial al Hay Festival que hasta hoy se realiza en Cartagena.

                                                                                                                              Especial para El Espectador *

                                                                                                                              “No sabía que en la literatura cabía gente como yo”, dice Chimamanda Ngozi Adichie. / AFP

                                                                                                                              Soy narradora. Y me gustaría narrarles algunas anécdotas personales acerca de lo que me gusta llamar “el peligro de la historia única”. Crecí en un campus universitario del este de Nigeria. Mi madre dice que aprendí a leer con dos años, aunque creo más probable que fuera con cuatro. En cualquier caso, fui una lectora precoz, y lo que leía eran libros infantiles británicos y estadounidenses. También fui una escritora precoz, y cuando, hacia los siete años, empecé a escribir cuentos a lápiz ilustrados con ceras que mi pobre madre tenía la obligación de leerse, escribía exactamente el mismo tipo de historias que leía: todos mis personajes eran blancos de ojos azules, jugaban en la nieve, comían manzanas y hablaban mucho del tiempo, de lo delicioso que era que saliera el sol.

                                                                                                                              Gracias por ser nuestro usuario. Apreciado lector, te invitamos a suscribirte a uno de nuestros planes para continuar disfrutando de este contenido exclusivo.El Espectador, el valor de la información.

                                                                                                                              “No sabía que en la literatura cabía gente como yo”, dice Chimamanda Ngozi Adichie. / AFP

                                                                                                                              Soy narradora. Y me gustaría narrarles algunas anécdotas personales acerca de lo que me gusta llamar “el peligro de la historia única”. Crecí en un campus universitario del este de Nigeria. Mi madre dice que aprendí a leer con dos años, aunque creo más probable que fuera con cuatro. En cualquier caso, fui una lectora precoz, y lo que leía eran libros infantiles británicos y estadounidenses. También fui una escritora precoz, y cuando, hacia los siete años, empecé a escribir cuentos a lápiz ilustrados con ceras que mi pobre madre tenía la obligación de leerse, escribía exactamente el mismo tipo de historias que leía: todos mis personajes eran blancos de ojos azules, jugaban en la nieve, comían manzanas y hablaban mucho del tiempo, de lo delicioso que era que saliera el sol.

                                                                                                                              Read more!

                                                                                                                              Ahora bien, eso sucedía a pesar de vivir en Nigeria. Nunca había salido de Nigeria. Nosotros no teníamos nieve, comíamos mangos y nunca hablábamos del tiempo porque no hacía falta. Mis personajes también bebían mucha cerveza de jengibre, porque los personajes de los libros británicos que leía la bebían. Daba igual que no tuviera ni idea de lo que era. Y durante muchos años me morí de ganas de probar la cerveza de jengibre. Pero esa es otra historia. (Le puede interesar: Eduardo Camacho Guizado: ¿Por qué los escritores colombianos le rinden culto?).

                                                                                                                              Lo que esto demuestra, creo yo, es lo impresionables y vulnerables que somos ante una historia, sobre todo de niños. Como solo había leído libros con personajes extranjeros, me había convencido de que los libros, por naturaleza, debían estar protagonizados por extranjeros y tratar de cosas con las que no podía identificarme. Pues bien, la situación cambió cuando descubrí los libros africanos.

                                                                                                                              No había muchos disponibles, y no eran tan fáciles de encontrar como los extranjeros. Pero gracias a escritores como Chinua Achebe y Camara Laye, mi percepción de la literatura cambió. Comprendí que en la literatura también podía existir gente como yo, chicas con la piel de color chocolate cuyo pelo rizado no caía en colas de caballo. Empecé a escribir sobre asuntos que reconocía. Adoraba aquellos libros británicos y estadounidenses; avivaron mi imaginación; me abrieron mundos nuevos. Pero la consecuencia involuntaria fue que no sabía que en la literatura cabía gente como yo. Así que el descubrimiento de los escritores africanos hizo esto por mí: me salvó de conocer solo un relato de lo que son los libros.

                                                                                                                              Read more!

                                                                                                                              Vengo de una familia nigeriana convencional, de clase media. Mi padre era profesor. Mi madre, administrativa. Y por tanto disponíamos, como era costumbre, de servicio doméstico, a menudo procedente de aldeas rurales cercanas. Cuando cumplí ocho años, un chico nuevo llegó a mi casa. Se llamaba Fide. Lo único que mi madre nos contó de él fue que su familia era muy pobre. Mi madre les mandaba ñame y arroz y ropa que ya no nos poníamos. Y cuando no me acababa la cena, solía decirme: “¡Acábate la comida! ¿Es que no sabes que hay gente, como la familia de Fide, que no tiene nada?”. Así que yo sentía muchísima pena por la familia de Fide.

                                                                                                                              Entonces, un sábado, fuimos de visita a su pueblo y su madre nos enseñó una preciosa cesta de rafia estampada que había confeccionado el hermano de Fide. Me quedé impresionada. No se me había ocurrido que alguien de su familia supiera hacer algo. Lo único que oía de ellos era lo pobres que eran, de modo que me resultaba imposible verlos como algo más que pobres. Su pobreza era mi relato único sobre ellos.

                                                                                                                              Años después, pensé en ello cuando dejé Nigeria para estudiar en la universidad en Estados Unidos. Tenía diecinueve años. Y dejé impresionada a mi compañera de habitación, estadounidense. La chica me preguntó dónde había aprendido a hablar inglés tan bien, y le desconcertó descubrir que el idioma oficial de Nigeria es el inglés. Me pidió escuchar lo que llamó mi “música tribal”, y se llevó una gran decepción cuando saqué mi cinta de Mariah Carey. Además, mi compañera de cuarto daba por hecho que yo no sabría utilizar la cocina.

                                                                                                                              A mí, lo que me impresionó fue lo siguiente: ella se había apiadado de mí incluso antes de conocerme. Su actitud por defecto hacia mí, en tanto que africana, era una especie de lástima bienintencionada y paternalista. Mi compañera de habitación conocía una única historia sobre África, un relato único de catástrofes. En esa historia no cabía la posibilidad de que los africanos se le parecieran en nada, no había lugar para sentimientos más complejos que la pena ni posibilidad de conexión entre iguales. Debo decir que hasta que viajé a Estados Unidos no me identifiqué conscientemente como africana. Pero en Estados Unidos, cada vez que se mencionaba África, la gente se giraba hacia mí. Tanto daba que yo no supiera nada de lugares como Namibia.

                                                                                                                              Pero terminé adoptando esta nueva identidad y, en muchos sentidos, ahora pienso en mí como en una africana. Aunque todavía me irrita que se refieran a África como si fuera un país; el ejemplo más reciente ha sido el vuelo de hace un par de días desde Lagos, por lo demás maravilloso, durante el cual la compañía Virgin anunció sus obras de caridad en “India, África y otros países”. Así que, después de unos años como africana en Estados Unidos, empecé a comprender la actitud de mi compañera. Si no me hubiese criado en Nigeria, y lo único que supiese de África proviniese de las imágenes populares, yo también pensaría que es un lugar de bellos paisajes, magníficos animales y gentes incomprensibles enfrascadas en guerras sin sentido, víctimas de la pobreza y el sida, incapaces de hablar por sí mismos y que viven a la espera de ser salvados por un extranjero blanco y bueno. Vería a los africanos igual que, de niña, veía a la familia de Fide.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              La historia única de África en última instancia proviene, pienso yo, de la literatura occidental. He aquí una cita de los escritos de un mercader londinense llamado John Lok, que navegó al África occidental en 1561 y escribió un fascinante relato del viaje.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Después de llamar a los africanos negros “bestias sin hogar”, escribe: “También hay gente sin cabeza, con la boca y los ojos en el pecho”. Bueno, me río cada vez que lo leo. Y hay que admirar la imaginación de John Lok. Pero lo importante de lo que escribe es que representa el comienzo de una tradición de contar cuentos africanos en Occidente: una tradición del África subsahariana como un lugar de negativos, diferencias, oscuridades, de gente que, en palabras del maravilloso poeta Rudyard Kipling, son “mitad demonio, mitad niño”.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Y, por consiguiente, empecé a comprender que a lo largo de su vida mi compañera de habitación estadounidense había visto y escuchado diferentes versiones de esa historia única, igual que un profesor que una vez me dijo que mi novela no era “auténticamente africana”. Yo estaba dispuesta a aceptar que la novela tenía toda una serie de errores, que había fracasado en diversos puntos, pero no se me había ocurrido pensar que no había logrado alcanzar algo llamado “autenticidad africana”. De hecho, no sabía lo que era la autenticidad africana. El profesor me explicó que mis personajes se parecían demasiado a él, un hombre de clase media y buena educación. Mis personajes conducían automóviles, no se morían de hambre; por tanto, no eran auténticos africanos.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Debería apresurarme a añadir que, en lo tocante al relato único, soy igual de culpable. Hace unos años visité México. En ese momento en Estados Unidos reinaba un clima político tenso y se discutía mucho sobre inmigración. Y, como suele ocurrir en Estados Unidos, inmigración se convirtió en sinónimo de mexicanos. Se contaban historias sin fin sobre mexicanos que saqueaban el sistema sanitario, se colaban por la frontera y eran arrestados, ese tipo de cosas. Recuerdo salir a dar una vuelta mi primer día en Guadalajara, ver a la gente que iba a trabajar, preparaba tortillas en el mercado, fumaba, reía. Recuerdo una ligera sorpresa inicial. Y luego, una vergüenza abrumadora. Comprendí que estaba tan inmersa en la cobertura mediática de los mexicanos que, en mi cabeza, se habían convertido en una sola cosa: el abyecto inmigrante. Había aceptado el relato único sobre los mexicanos, y no podía sentirme más avergonzada.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Así es como se crea una historia única, se muestra a un pueblo solo como una cosa, una única cosa, una y otra vez, y al final lo conviertes en eso. Es imposible hablar de relato único sin hablar de poder. Existe una palabra, una palabra igbo, que me viene siempre a la cabeza cuando pienso en las estructuras de poder del mundo: nkali. Es un nombre que podría traducirse por “ser más grande que otro”. Igual que en el mundo político y económico, las historias también se definen por el principio de nkali: la manera en que se cuentan, quién las cuenta, cuándo las cuenta, cuántas se cuentan… todo ello en realidad depende del poder.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Poder es la capacidad no solo de contar la historia de otra persona, sino de convertirla en la historia definitiva de dicha persona. El poeta palestino Mourid Barghouti escribe que si quieres desposeer a un pueblo, la forma más simple de conseguirlo es contar su historia y empezar por “en segundo lugar”. Comienza la historia con las flechas de los nativos americanos y no con la llegada de los británicos y obtendrás un relato completamente distinto. Comienza con el fracaso del Estado africano y no con la creación colonial del Estado africano y tendrás un relato completamente distinto.

                                                                                                                              Recientemente di una charla universitaria durante la cual un estudiante se lamentó de que los hombres nigerianos fueran unos maltratadores como el personaje del padre en mi novela. Repliqué que acababa de leerme una novela titulada American Psycho y lamentaba muchísimo que los jóvenes estadounidenses fueran asesinos en serie.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Obviamente, al responder así estaba algo molesta. Pero a mí nunca se me hubiera ocurrido pensar, solo porque acababa de leerme una novela protagonizada por un asesino en serie, que el protagonista representara a todos los estadounidenses. No porque yo sea mejor persona que el estudiante, sino porque, a consecuencia del poder económico y cultural de Estados Unidos, conocía muchas historias del país. He leído a Tyler y Updike y a Steinbeck y Gaitskill. No tenía un relato único de Estados Unidos.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Cuando, hace unos años, descubrí que se espera que los escritores hayan tenido una infancia realmente infeliz para triunfar, empecé a plantearme qué cosas horribles podía inventar que me habían hecho mis padres. Pero la verdad es que tuve una infancia muy feliz, repleta de risas y amor, en una familia muy unida. Pero también tuve abuelos que murieron en campos de refugiados. Mi primo Polle falleció por no poder recibir el tratamiento médico adecuado. Uno de mis mejores amigos, Okoloma, murió en un accidente de avión porque nuestros camiones de bomberos no tenían agua. Crecí bajó regímenes militares represivos que menospreciaban la educación y, por tanto, a veces mis padres no recibían su salario. Así que, de niña, vi desaparecer la mermelada de la mesa del desayuno, luego la margarina, después el pan se encareció demasiado y racionaron la leche. Y, sobre todo, una especie de miedo político normalizado invadía nuestras vidas.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Todas estas historias me convirtieron en quien soy. Pero insistir solo en las historias negativas supone simplificar mi experiencia y pasar por alto otras muchas historias que también me han formado. El relato único crea estereotipos, y el problema con los estereotipos no es que sean falsos, sino que son incompletos. Convierten un relato en el único relato. Por supuesto, África es un continente plagado de catástrofes. Algunas inmensas, como las horripilantes violaciones del Congo, y otras deprimentes, como el hecho de que en Nigeria se presenten cinco mil candidatos a una sola vacante de trabajo. Pero también hay historias que no tratan de catástrofes y es muy importante, igual de importante, hablar de ellas.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Siempre he tenido la impresión de que es imposible conocer debidamente un lugar o a una persona sin conocer todas las historias de ese lugar o esa persona. La consecuencia del relato único es la siguiente: priva a las personas de su dignidad; nos dificulta reconocer nuestra común humanidad; enfatiza en qué nos diferenciamos en lugar de en qué nos parecemos. ¿Y si antes de viajar a México hubiera seguido el debate migratorio desde ambos lados, el estadounidense y el mexicano? ¿Y si mi madre me hubiera contado que la familia de Fide era pobre y muy trabajadora? ¿Y si tuviéramos una cadena de televisión africana que emitiera por todo el mundo historias africanas diversas? Es lo que el escritor nigeriano Chinua Achebe denomina “un equilibrio de relatos”.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              ¿Y si mi compañera de habitación conociera a mi editor nigeriano, Muhtar Bakare, un hombre notable que dejó su empleo en un banco para perseguir su sueño y montar una editorial? El consenso general defendía que los nigerianos no leen literatura. Él no estaba de acuerdo. Opinaba que si les acercabas la literatura a precios asequibles, la gente que sabía leer, leería. Poco después de que me publicara mi primera novela, fui a una emisora de televisión de Lagos para hacer una entrevista, y una mujer que trabajaba allí como mensajera se me acercó para decirme: “Me ha gustado mucho su novela, pero el final no. Debería escribir una secuela en la que ocurra lo siguiente…”. Y acto seguido me contó la secuela que debía escribir. No solo me pareció entrañable, sino que me emocioné. Aquella mujer pertenecía a la gran masa nigeriana, que se supone que no lee. No solo se había leído el libro, sino que se había adueñado de él y consideraba justificado indicarme lo que debía escribir en la secuela.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Pues bien, ¿y si mi compañera de habitación conociera a mi amiga Funmi Iyanda, una mujer valiente que presenta un programa de televisión en Lagos y está empeñada en contar las historias que preferiríamos olvidar? ¿Y si mi compañera de habitación estuviera al corriente de la operación de corazón que se practicó la semana pasada en el hospital de Lagos? ¿Y si mi compañera de habitación supiera de música nigeriana contemporánea, de artistas con talento que cantan en inglés y pidgin, igbo, yoruba e ijo, con influencias que abarcan de Jay Z a Bob Marley y sus propios abuelos? ¿Y si mi compañera de habitación conociera a la abogada que recientemente recurrió en los tribunales nigerianos una ley ridícula que exigía a las mujeres obtener el consentimiento de sus maridos para renovar el pasaporte? ¿Y si mi compañera de habitación conociera Nollywood, rebosante de gente innovadora que rueda películas pese a las enormes limitaciones técnicas, películas tan exitosas que constituyen el mejor ejemplo de nigerianos consumiendo lo que producen? ¿Y si mi compañera de habitación conociera a mi maravillosamente ambiciosa peluquera, que acaba de crear su propio negocio para vender extensiones capilares? ¿O a los millones de nigerianos que montan negocios y a veces fracasan, pero mantienen la ambición?

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Cada vez que vuelvo a casa me enfrento a los motivos de irritación habituales para la mayoría de los nigerianos: nuestras pésimas infraestructuras, nuestro pésimo gobierno, pero también me encuentro con la increíble resiliencia de gente que prospera pese al gobierno, en lugar de gracias a él. Todos los veranos imparto talleres de escritura en Lagos, y me asombra la cantidad de gente que se apunta a ellos, cuántas personas hay con ganas de escribir, de contar historias. Mi editor nigeriano y yo acabamos de fundar una organización sin ánimo de lucro llamada Farafina Trust, y albergamos grandes sueños, como construir bibliotecas, renovar las ya existentes y suministrar libros a las escuelas públicas que no tienen nada en sus bibliotecas, además de organizar montones de talleres de lectura y de escritura para quienes anhelan contar nuestras numerosas historias.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Las historias importan. Muchas historias importan. Las historias se han utilizado para desposeer y calumniar, pero también pueden usarse para facultar y humanizar. Pueden quebrar la dignidad de un pueblo, pero también pueden restaurarla. La escritora estadounidense Alice Walker escribió sobre unos parientes sureños que se habían mudado al norte. Les enseñó un libro sobre la vida sureña que habían dejado atrás y pasó lo siguiente: “Se sentaron alrededor a leer el libro, a escucharme leer el libro, y se recuperó una especie de paraíso”.

                                                                                                                              Me gustaría terminar con una reflexión: que cuando rechazamos el relato único, cuando comprendemos que nunca existe una única historia sobre ningún lugar, recuperamos una especie de paraíso.

                                                                                                                              * Cortesía Penguin Random House Grupo Editorial (Literatura Random House).

                                                                                                                              Por Especial para El Espectador *

                                                                                                                              Ver todas las noticias
                                                                                                                              Read more!
                                                                                                                              Read more!
                                                                                                                              Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
                                                                                                                              Aceptar