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                                                                                                                              El viaje a la muerte de Antonio Machado

                                                                                                                              A las cuatro de la tarde del 22 de febrero del 39, 80 años atrás, falleció don Antonio Machado mientras huía de la Guerra Civil española. Tres años duró el último de los viajes del poeta desde que tuvo que salir de Madrid a finales del 36, hasta el día de su muerte.

                                                                                                                              FERNANDO ARAÚJO VÉLEZ

                                                                                                                              80 años atrás, falleció don Antonio Machado mientras huía de la Guerra Civil española. / Archivo particular

                                                                                                                              Llegó aniquilado de guerra a la frontera, prófugo de las bombas, los aviones y sus sirenas, las metralletas y los asesinos a sueldo del franquismo, y unos cuantos kilómetros más allá de su España, en la población de Collioure, Francia, comenzó a anotar los días que le iban quedando de vida. En la pensión de Bougnol, donde la señora Quintana lo alojó en la menos modesta de sus habitaciones junto a su madre, doña Ana Ruiz, Antonio Machado alcanzó a sugerir que pagaría su cuenta con un poema si se lo recibían, pues no tenía ni una peseta.

                                                                                                                              Ese, su último viaje, se había iniciado dos años y medio antes, a finales del 36, cuando a su casa de Madrid, ubicada en la calle General Arrando 4, llegó Rafael Alberti a pedirle, a rogarle que se marchara porque los nacionalistas habían comenzado a sitiar la ciudad, y pronto empezarían los bombardeos. La guerra había transformado a Machado, que sentía un impulso impostergable de escribir, de decir cosas y denunciar. Así, tocado y herido por el horror que veía y escuchaba, le escribió un poema a Federico García Lorca, brutalmente asesinado un año antes.

                                                                                                                              Se le vio, caminando entre fusiles, por una calle larga,
                                                                                                                              salir al campo frío,
                                                                                                                              aún con estrellas de la madrugada.
                                                                                                                              Mataron a Federico
                                                                                                                              cuando la luz asomaba.
                                                                                                                              El pelotón de verdugos
                                                                                                                              no osó mirarle la cara.
                                                                                                                              Todos cerraron los ojos;
                                                                                                                              rezaron: ¡ni Dios te salva!
                                                                                                                              Muerto cayó Federico
                                                                                                                              sangre en la frente y plomo en las entrañas
                                                                                                                              …Que fue en Granada el crimen
                                                                                                                              ¿sabed? ¡pobre Granada! En su Granada.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              El poeta Pla y Beltrán recordaría luego que “se quedaba todas las noches ante su mesa de trabajo y, como de costumbre, rodeado de libros. Metido en su gabán desafiaba el frío escribiendo hasta las primeras horas del amanecer, en que abría el gran ventanal para ver la salida del Sol, en otras ocasiones, y a pesar de estar cada día menos ágil, subía a lo alto de la torre para verlo despertar allá lejos, sobre el horizonte del mar”. Pocas veces salió de Villa Amparo. En una ocasión pronunció un enérgico discurso a favor de las libertades en la plaza Castelar de Valencia, y en otra, septiembre del 37, se reunió con unos cuantos escritores en el II Congreso Internacional Literario. Hubo quienes recordarían que allí conversó con Bertold Brecht, Hemingway, César Vallejo, John Dos Passos, Tristan Tzara, Octavio Paz, Neruda y Hermann Hesse.

                                                                                                                              Siete meses después los ejércitos nacionalistas cortaron el más importante reducto republicano. El gobierno se mudó a Barcelona. “Con él —recordaría Pablo Corbalán— marcharon casi todos los intelectuales refugiados en Valencia, y entre ellos don Antonio Machado. La guerra estaba decidiéndose en los campos de batalla, aunque todavía faltaban por producirse los grandes combates del Ebro. Machado, en esta segunda etapa de su itinerario bélico, había empeorado de salud”.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              En enero del 39, la muerte y la guerra ya se habían tomado las calles catalanas. Machado tuvo que huir hacia la frontera. “Realmente —escribió su hermano José— venía herido de muerte del fatal éxodo... Su grandeza espiritual se sobrepuso a tantas fatigas espirituales y corporales con la resignación de un verdadero santo”. Una tarde le dijo en tono casi inaudible a su hermano: “¡Quién pudiera vivir ahí tras una de esas ventanas, libre ya de toda preocupación!”. Fue su última salida. Casi que sus últimas palabras. El 18 de febrero se postró en una cama, con síntomas de neumonía y complicaciones varias. Ya sin entender para qué la vida, o por qué la muerte, repetía con los ojos cerrados, delirante, “Merci, madame; mercí, madame”, mientras le tomaba la mano a la señora Quintana. El 22 de febrero, poco antes del mediodía, le dijo “adiós, madre” a doña Ana. Por la noche su hermano encontró en uno de los bolsillos de su gabán unos cuantos papeles escritos y arrugados en los que recordaba a Guiomar. En el último decía: “Estos días azules y este sol de la infancia”. 

                                                                                                                              80 años atrás, falleció don Antonio Machado mientras huía de la Guerra Civil española. / Archivo particular

                                                                                                                              Llegó aniquilado de guerra a la frontera, prófugo de las bombas, los aviones y sus sirenas, las metralletas y los asesinos a sueldo del franquismo, y unos cuantos kilómetros más allá de su España, en la población de Collioure, Francia, comenzó a anotar los días que le iban quedando de vida. En la pensión de Bougnol, donde la señora Quintana lo alojó en la menos modesta de sus habitaciones junto a su madre, doña Ana Ruiz, Antonio Machado alcanzó a sugerir que pagaría su cuenta con un poema si se lo recibían, pues no tenía ni una peseta.

                                                                                                                              Ese, su último viaje, se había iniciado dos años y medio antes, a finales del 36, cuando a su casa de Madrid, ubicada en la calle General Arrando 4, llegó Rafael Alberti a pedirle, a rogarle que se marchara porque los nacionalistas habían comenzado a sitiar la ciudad, y pronto empezarían los bombardeos. La guerra había transformado a Machado, que sentía un impulso impostergable de escribir, de decir cosas y denunciar. Así, tocado y herido por el horror que veía y escuchaba, le escribió un poema a Federico García Lorca, brutalmente asesinado un año antes.

                                                                                                                              Se le vio, caminando entre fusiles, por una calle larga,
                                                                                                                              salir al campo frío,
                                                                                                                              aún con estrellas de la madrugada.
                                                                                                                              Mataron a Federico
                                                                                                                              cuando la luz asomaba.
                                                                                                                              El pelotón de verdugos
                                                                                                                              no osó mirarle la cara.
                                                                                                                              Todos cerraron los ojos;
                                                                                                                              rezaron: ¡ni Dios te salva!
                                                                                                                              Muerto cayó Federico
                                                                                                                              sangre en la frente y plomo en las entrañas
                                                                                                                              …Que fue en Granada el crimen
                                                                                                                              ¿sabed? ¡pobre Granada! En su Granada.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              El poeta Pla y Beltrán recordaría luego que “se quedaba todas las noches ante su mesa de trabajo y, como de costumbre, rodeado de libros. Metido en su gabán desafiaba el frío escribiendo hasta las primeras horas del amanecer, en que abría el gran ventanal para ver la salida del Sol, en otras ocasiones, y a pesar de estar cada día menos ágil, subía a lo alto de la torre para verlo despertar allá lejos, sobre el horizonte del mar”. Pocas veces salió de Villa Amparo. En una ocasión pronunció un enérgico discurso a favor de las libertades en la plaza Castelar de Valencia, y en otra, septiembre del 37, se reunió con unos cuantos escritores en el II Congreso Internacional Literario. Hubo quienes recordarían que allí conversó con Bertold Brecht, Hemingway, César Vallejo, John Dos Passos, Tristan Tzara, Octavio Paz, Neruda y Hermann Hesse.

                                                                                                                              Siete meses después los ejércitos nacionalistas cortaron el más importante reducto republicano. El gobierno se mudó a Barcelona. “Con él —recordaría Pablo Corbalán— marcharon casi todos los intelectuales refugiados en Valencia, y entre ellos don Antonio Machado. La guerra estaba decidiéndose en los campos de batalla, aunque todavía faltaban por producirse los grandes combates del Ebro. Machado, en esta segunda etapa de su itinerario bélico, había empeorado de salud”.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              En enero del 39, la muerte y la guerra ya se habían tomado las calles catalanas. Machado tuvo que huir hacia la frontera. “Realmente —escribió su hermano José— venía herido de muerte del fatal éxodo... Su grandeza espiritual se sobrepuso a tantas fatigas espirituales y corporales con la resignación de un verdadero santo”. Una tarde le dijo en tono casi inaudible a su hermano: “¡Quién pudiera vivir ahí tras una de esas ventanas, libre ya de toda preocupación!”. Fue su última salida. Casi que sus últimas palabras. El 18 de febrero se postró en una cama, con síntomas de neumonía y complicaciones varias. Ya sin entender para qué la vida, o por qué la muerte, repetía con los ojos cerrados, delirante, “Merci, madame; mercí, madame”, mientras le tomaba la mano a la señora Quintana. El 22 de febrero, poco antes del mediodía, le dijo “adiós, madre” a doña Ana. Por la noche su hermano encontró en uno de los bolsillos de su gabán unos cuantos papeles escritos y arrugados en los que recordaba a Guiomar. En el último decía: “Estos días azules y este sol de la infancia”. 

                                                                                                                              Por FERNANDO ARAÚJO VÉLEZ

                                                                                                                              Ver todas las noticias
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