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Entrevista fantasma a Obregón

Alejandro Obregón nunca llegó a la entrevista que se le citó, por eso, no quedó más que imaginar sus respuestas y que sus pinturas fueran las que hablaran.

Jorge Emilio Sierra Montoya
13 de abril de 2024 - 07:29 p. m.
Alejandro Obregón fue Premio Nacional de Pintura de Colombia.
Alejandro Obregón fue Premio Nacional de Pintura de Colombia.
Foto: ©mcgomez - Maria Clara Gómez

Ahora que Obregón vuelve a ser noticia por una nueva exposición de sus pinturas en Bogotá, no puedo menos de recordar aquella vez en que me quedó mal en Cartagena para concederme una entrevista. Desde entonces, no le pude perdonar.

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Los hechos fueron estos: días antes, a fines de 1.972, cuando el suscrito era apenas un adolescente y hacía sus primeros pinitos en “El oficio más bello del mundo”, lo llamé por teléfono de Barranquilla, donde pasaba mis vacaciones del fin de año, para ir a visitarlo allá, en La ciudad heroica, donde entonces residía.

Para mi sorpresa, tras identificarme como un joven periodista caldense, aceptó de inmediato la propuesta, fijando el día y la hora del histórico encuentro. Mi alegría era infinita, claro está.

Pero, Alejandro nunca llegó. Yo estaba ahí, en el lugar y el momento indicados; hasta lo esperé por largo tiempo, que parecía interminable, y él no dejó siquiera una razón con su empleada doméstica, ni llamaba por teléfono a disculparse por su tardanza, ni nada por el estilo. ¡Qué descaro!

Sin embargo, no tuve otra salida que calmarme y observar la sala donde estaba sentado (algo desordenada, por cierto); ver, con desgano, uno que otro cuadro suyo en las paredes, con su estilo inconfundible, y repasar las preguntas que le haría, cuyas respuestas empecé a suponer, tomando nota de ellas en un diálogo imaginario.

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“¿Cuándo empezó su carrera artística?”, le interrogué, para romper el silencio. “Uno nunca lo sabe”, contestó. Y agregó, a modo de explicación: “Al artista sólo le importa cómo terminará su obra, pero tampoco lo sabe, razón por la cual continúa creando”.

“Si lo supiera, nada tendría sentido”, concluyó.

“¡Qué opinas de ella?”, insistí. “Lo que siempre he opinado. Por eso ya no opino”, sentenció para no hablar más del asunto.

Sin embargo, como alcancé a ver bocetos suyos, sin terminar, le consulté si se trataba de pinturas inconclusas. “Sí, ¡que hace tiempo terminé!”, aclaró con ironía, a modo de burla.

“¿Estás sorprendido?”, dijo de pronto y, sin oír mi respuesta, aclaró que así debe ser el lenguaje de un artista como él: lleno de excentricidades, fuera de lo común, nada ordinario. “La medida de la originalidad está en ser distinto y vivir en la anormalidad”, declaró sin inmutarse.

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Sonreímos. No quiso darme la entrevista, pero prometió que luego lo haría, “aunque -fueron sus palabras finales- prefiero que las obras respondan por mí, con su propia voz”.

Así finalizaba el diálogo imaginario o, mejor, la entrevista fantasma con Obregón. Fue cuando salí de su casa, a las carreras, cansado de esperar. Desde entonces, dejo que sus maravillosas pinturas hablen, como lo harán seguramente en su actual exposición de Bogotá. Oigan con cuidado y verán.

*Jorge Emilio Sierra Montoya es miembro correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua.

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Por Jorge Emilio Sierra Montoya

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