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                                                                                                                              Escribir para sí mismo

                                                                                                                              Ese mes también saldrá un documental sobre la vida del autor de ‘El guardián en el centeno’. ¿Por qué resulta atrayente su personalidad tanto como su obra?

                                                                                                                              Juan David Torres Duarte

                                                                                                                              J.D. Salinger publicó, además de ‘El guardián en el centeno’, el libro ‘Nueve cuentos’. / Lotte Jacobi, 1950
                                                                                                                              Foto: Getty Images - Evening Standard

                                                                                                                              Jerome David Salinger desapareció de la escena pública en 1965. De allí en adelante, salvo algunas intervenciones legales que sonaron en los medios, salvo las declaraciones de algunos vecinos y las intimidades que fueron conocidas a través de sus misivas, J.D. Salinger no fue visto más que por ciertas personas. ¿Por qué, se preguntaban, por qué un hombre con su reputación literaria, luego del inacabable éxito de su novela El guardián en el centeno, censurada y leída en secreto, prefiere recluirse en su hogar, no dar una sola entrevista, perderse incluso de la vista de los estudiantes a quienes antes solía permitir la entrada? ¿Qué hacía ese hombre de repente silencioso? ¿Seguía escribiendo?

                                                                                                                              Las preguntas siguen vigentes. Y se ha sabido, poco a poco, qué hacía durante los días de ocultamiento. Pero son apenas pequeños datos, no muy seguros. Un vecino, por ejemplo, dos días después de que Salinger muriera por causas naturales, declaró a The Telegraph que había escrito quince novelas y que estaban en su casa. Salinger, años atrás, había dicho que trabajaba “en un libro de ficción”. No refirió título alguno, ni personajes, nada. Lo había hecho antes, a finales de los años cuarenta, cuando comenzó a escribir El guardián en el centeno. Por ese entonces, Salinger era apenas un escritor que iniciaba su carrera y que enviaba cuentos y poemas a The New Yorker; recibía, las más de las veces, cartas de rechazo.

                                                                                                                              El entusiasmo, al parecer, lo embargó. En 1951, cuando la novela fue publicada, ya muchos sabían de qué se trataba y cuáles habían sido los planes de Salinger. Sabían, entre otras cosas, que el personaje de ese libro, Holden Caulfield, era también protagonista de uno de sus cuentos. En las cartas que Salinger intercambió con Ernest Hemingway, habla de ello: dice que ha tejido las primeras páginas de la novela, que tendrá a ese personaje como eje. Se lo veía entusiasmado, hablando con estudiantes y enviando con insistencia su trabajo a revistas para que fuera publicado.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              ¿Cómo, se preguntaron todos sus adeptos, cómo se transformó casi en un asceta? ¿Qué había vivido J.D. Salinger? ¿Por qué de repente su vida se tornó tan oscura?

                                                                                                                              Y fueron encontrando respuestas a medias. Cada intento biográfico —como Dream Catcher, escrito por su hija, Margaret Salinger, o In Search of J.D. Salinger: A Writing Life (1935-65)— resultaba sólo una pintura maltratada de su persona. Salinger anulaba, a través de sus abogados, cualquier posibilidad de hurgar en su vida privada. ¿Para qué? ¿Qué necesidad había de saber qué pensaba, qué hacía, cuál había sido su vida? J.D. Salinger se entregó a escribir por el sólo hecho de escribir. Él era, en sí mismo, su propia literatura.

                                                                                                                              Una biografía y un documental —The Private War of J.D. Salinger, de Shane Salerno y David Shields, y Salinger—, que serán lanzados en septiembre, buscan ahora arrojar luces sobre su personalidad, plena de especulaciones: dicen que sufrió vejámenes en la guerra, que vio horrores, que en los campos de concentración a los que asistió en Alemania y las veces que estuvo en el frente de batalla cambiaron su voluntad y su carácter. “Tú nunca pierdes de tu cuerpo el olor a carne quemada, no importa cuánto vivas”, dicen que dijo.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Hasta ahora podrían llenarse páginas y páginas con el relato de la imposibilidad de encontrar datos certeros sobre la vida de Salinger. ¿Cuánto de todo lo que contó en sus libros hace parte de su propia experiencia? ¿Extrapoló lo que había sentido y lo volvió parte de sus personajes? ¿Qué vio? ¿Qué sintió? ¿Qué pensaba del amor y qué de la guerra? ¿Cómo escribía, cuántas horas dedicaba al día? ¿Por qué gustaba de Kafka y Tolstói y Proust y Lorca y Keats? ¿Dónde están las novelas que jamás publicó, si es que las escribió? ¿Guardadas en una caja fuerte, como sugiere el tráiler del documental? ¿Seguía interesado en la ficción? ¿Estarán marcadas con color azul (el signo que ponía para que fueran editadas y publicadas) o con color rojo (para que fueran impresas de inmediato)?

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                               

                                                                                                                              Aislado de todos, quizá Salinger sabía que se harían esas preguntas. Y jamás se interesó en responder.

                                                                                                                              jtorres@elespectador.com

                                                                                                                              @acayaqui

                                                                                                                              J.D. Salinger publicó, además de ‘El guardián en el centeno’, el libro ‘Nueve cuentos’. / Lotte Jacobi, 1950
                                                                                                                              Foto: Getty Images - Evening Standard

                                                                                                                              Jerome David Salinger desapareció de la escena pública en 1965. De allí en adelante, salvo algunas intervenciones legales que sonaron en los medios, salvo las declaraciones de algunos vecinos y las intimidades que fueron conocidas a través de sus misivas, J.D. Salinger no fue visto más que por ciertas personas. ¿Por qué, se preguntaban, por qué un hombre con su reputación literaria, luego del inacabable éxito de su novela El guardián en el centeno, censurada y leída en secreto, prefiere recluirse en su hogar, no dar una sola entrevista, perderse incluso de la vista de los estudiantes a quienes antes solía permitir la entrada? ¿Qué hacía ese hombre de repente silencioso? ¿Seguía escribiendo?

                                                                                                                              Las preguntas siguen vigentes. Y se ha sabido, poco a poco, qué hacía durante los días de ocultamiento. Pero son apenas pequeños datos, no muy seguros. Un vecino, por ejemplo, dos días después de que Salinger muriera por causas naturales, declaró a The Telegraph que había escrito quince novelas y que estaban en su casa. Salinger, años atrás, había dicho que trabajaba “en un libro de ficción”. No refirió título alguno, ni personajes, nada. Lo había hecho antes, a finales de los años cuarenta, cuando comenzó a escribir El guardián en el centeno. Por ese entonces, Salinger era apenas un escritor que iniciaba su carrera y que enviaba cuentos y poemas a The New Yorker; recibía, las más de las veces, cartas de rechazo.

                                                                                                                              El entusiasmo, al parecer, lo embargó. En 1951, cuando la novela fue publicada, ya muchos sabían de qué se trataba y cuáles habían sido los planes de Salinger. Sabían, entre otras cosas, que el personaje de ese libro, Holden Caulfield, era también protagonista de uno de sus cuentos. En las cartas que Salinger intercambió con Ernest Hemingway, habla de ello: dice que ha tejido las primeras páginas de la novela, que tendrá a ese personaje como eje. Se lo veía entusiasmado, hablando con estudiantes y enviando con insistencia su trabajo a revistas para que fuera publicado.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              ¿Cómo, se preguntaron todos sus adeptos, cómo se transformó casi en un asceta? ¿Qué había vivido J.D. Salinger? ¿Por qué de repente su vida se tornó tan oscura?

                                                                                                                              Y fueron encontrando respuestas a medias. Cada intento biográfico —como Dream Catcher, escrito por su hija, Margaret Salinger, o In Search of J.D. Salinger: A Writing Life (1935-65)— resultaba sólo una pintura maltratada de su persona. Salinger anulaba, a través de sus abogados, cualquier posibilidad de hurgar en su vida privada. ¿Para qué? ¿Qué necesidad había de saber qué pensaba, qué hacía, cuál había sido su vida? J.D. Salinger se entregó a escribir por el sólo hecho de escribir. Él era, en sí mismo, su propia literatura.

                                                                                                                              Una biografía y un documental —The Private War of J.D. Salinger, de Shane Salerno y David Shields, y Salinger—, que serán lanzados en septiembre, buscan ahora arrojar luces sobre su personalidad, plena de especulaciones: dicen que sufrió vejámenes en la guerra, que vio horrores, que en los campos de concentración a los que asistió en Alemania y las veces que estuvo en el frente de batalla cambiaron su voluntad y su carácter. “Tú nunca pierdes de tu cuerpo el olor a carne quemada, no importa cuánto vivas”, dicen que dijo.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Hasta ahora podrían llenarse páginas y páginas con el relato de la imposibilidad de encontrar datos certeros sobre la vida de Salinger. ¿Cuánto de todo lo que contó en sus libros hace parte de su propia experiencia? ¿Extrapoló lo que había sentido y lo volvió parte de sus personajes? ¿Qué vio? ¿Qué sintió? ¿Qué pensaba del amor y qué de la guerra? ¿Cómo escribía, cuántas horas dedicaba al día? ¿Por qué gustaba de Kafka y Tolstói y Proust y Lorca y Keats? ¿Dónde están las novelas que jamás publicó, si es que las escribió? ¿Guardadas en una caja fuerte, como sugiere el tráiler del documental? ¿Seguía interesado en la ficción? ¿Estarán marcadas con color azul (el signo que ponía para que fueran editadas y publicadas) o con color rojo (para que fueran impresas de inmediato)?

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                               

                                                                                                                              Aislado de todos, quizá Salinger sabía que se harían esas preguntas. Y jamás se interesó en responder.

                                                                                                                              jtorres@elespectador.com

                                                                                                                              @acayaqui

                                                                                                                              Por Juan David Torres Duarte

                                                                                                                              Ver todas las noticias
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