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“La sociedad colombiana está cansada del chiste básico de la comedia”

“Quiero que me mantengan”, una película sobre dos jóvenes que deciden abandonar sus empleos y buscar alternativas para sostenerse, llegará a salas de cine el 4 de enero. Entrevista con Harold Trompetero, su director.

Andrea Jaramillo Caro
13 de diciembre de 2023 - 12:00 p. m.
Harold Trompetero, director de "Quiero que me mantengan".
Harold Trompetero, director de "Quiero que me mantengan".

¿De dónde surgió la idea de la película?

Es el sueño más profundo que todos tenemos… de ahí salió la idea. Cuando hicimos Un parcero en Nueva York, realizamos toda la investigación y nos dimos cuenta de que había unos sentimientos muy profundos en la sociedad colombiana después de la pandemia: irse del país y no tener que pensar en cómo conseguir dinero y sostenerse. Entonces, se nos ocurrió esta idea con Liliana Rodríguez.

¿Cómo fue el proceso de grabación del largometraje?

La idea la veníamos trabajando desde comienzo de año. Escribimos el guion en el primer semestre, rodamos a mitad de año; en junio y julio, y la estaremos lanzando en enero. Grabamos la película en La Calera, simulando que fuera una ciudad intermedia colombiana genérica. Fue protagonizada por Jacques Toukhmanian, Judith Segura, Ana María Arango y Alberto Saavedra.

Me he dado cuenta de que la mayoría de sus películas son de comedia…

Sí, la mayoría son de comedia. Tengo varios dramas, pero, digamos, que en las últimas películas lo que he querido hacer es un mix de ambas cosas. Siento que la sociedad colombiana está cansada del chiste básico de la comedia, entonces he tratado de hacer humor, pero que tenga un lado social en donde haya cierto drama y sensibilidad de por medio, que conecte al espectador.

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¿Cuál es la diferencia entre el drama y la comedia?

Yo siempre utilizo una frase que dicen que es de Shakespeare: “Comedia es todo lo que les pasa a los demás y tragedia es todo lo que le pasa a uno”. En ese sentido, veo eso: trato de reflejar nuestras vicisitudes y dramas de una manera en la que nos terminemos riendo de ellos.

Para usted, ¿qué es el cine?

Es un instrumento con el cual se hace una conexión y se establece un diálogo con el público; el cine es una forma de dialogar con el público.

Su trabajo va más allá del campo de la dirección, pues también abarca el de la escritura. Hablemos de esa otra faceta suya….

Terminé haciendo películas porque tengo dislexia. Mi sueño siempre fue ser escritor, pero se me dificultaba escribir por la dislexia: tengo muy mala ortografía, problemas de gramática y redacción. De hecho, la única vez que perdí el año en el colegio fue por español. También perdí un semestre de Comunicación por redacción escrita y mecanografía. En ese camino, siendo terco, hice una maestría en Escritura y ya he hecho tres novelas y escrito seis libros. Es paradójico, pero la mayoría de los escritores sueñan con ser cineastas y los cineastas soñamos con ser escritores.

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Más allá de la dislexia, ¿de dónde surgió su interés por hacer cine?

El interés de hacer películas nace de una necesidad de expresarme, porque no tenía otro medio. Para mí siempre ha sido algo como natural —una forma de supervivencia— hacer películas. No soy el cineasta al que le encanta la imagen y meterse al cine para verse todas las películas; siempre ha sido una necesidad de expresión, de comunicar, de decir algo. En ese camino, sí me ha tocado estudiar mucho cine y ver muchas películas, pero ha sido, sobre todo, la necesidad de entrar en comunicación con el público popular.

¿A quiénes del mundo del cine y la literatura admira?

Del mundo del cine admiro a Víctor Gaviria, Spielberg y Chaplin; en cierto sentido, también a Cantinflas. Ellos son mis derroteros. De la literatura, me gustan mucho los clásicos rusos (Dostoyevski, Tolstói), los populares colombianos como Álvaro Salom Becerra, entre otros, y me encantan los aforismos de Cioran.

¿Qué cree que le ha aportado el cine a la sociedad colombiana?

El cine es un elemento de comunicación con el público, la cultura, la sociedad, y es un llamado a reflexionar y pensar. Pienso que una película como La vendedora de rosas transformó a la sociedad antioqueña en sus principios más profundos. Si no hubiese existido, por ejemplo, el cine de Víctor Gaviria, la historia de Antioquia y Medellín sería otra. Creo que hubiese ido en un detrimento y no hubiese tenido un golpe que los hiciera reflexionar sobre lo que estaba haciendo la sociedad en ese momento, y tal vez Medellín no sería una de las ciudades más importantes de Latinoamérica en cuanto al cine.

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Andrea Jaramillo Caro

Por Andrea Jaramillo Caro

Periodista y gestora editorial de la Pontificia Universidad Javeriana, con énfasis en temas de artes visuales e historia del arte. Se vinculó como practicante en septiembre de 2021 y en enero de 2022 fue contratada como periodista de la sección de Cultura.@Andreajc1406ajaramillo@elespectador.com

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Oscar(85691)13 de diciembre de 2023 - 12:26 p. m.
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