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Juan Carlos Pino: “La literatura pasa por una forma de hacer memoria”

Entrevista con el autor de Umbral, obra ganadora del Premio Nacional de Novela Breve de Cuadernos Negros Editorial, en alianza con “El Magazín” de El Espectador.

María Paula Lizarazo
01 de noviembre de 2020 - 02:00 a. m.
Juan Carlos Pino es autor de “Los habitados”, “La piel es sagrada”, “No solo la noche es oscura”, “Noche de fusiles”, entre otros.
Juan Carlos Pino es autor de “Los habitados”, “La piel es sagrada”, “No solo la noche es oscura”, “Noche de fusiles”, entre otros.
Foto: María Fernanda Restrepo

Juan Carlos Pino escribe en las noches. Y aunque quisiera pasar las noches enteras en ese oficio, duerme para cumplir con su trabajo en la Universidad del Cauca. En el día completa -continúa- su labor dándoles vueltas a las frases que escribió en la noche. Su novela Umbral obtuvo el segundo premio de Novela Breve, ante lo cual manifestó la necesidad de que el circuito literario mire hacia la periferia. Umbral surgió desde hace unos años, cuando Pino se doctoró en España. Articuló relatos que reflexionan sobre el oficio de la escritura en el marco de ciertas tragedias y geografías sociales, desde la perspectiva de una mujer que busca a un hombre y a una niña en una casa vacía, y un hombre que sueña con escribir y que para lograrlo viaja a Europa.

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Sus referentes, cuenta, son autores latinoamericanos. Su vínculo con la literatura comenzó por su padre, quien “escribía poemas. Desde que recuerdo, lo recuerdo escribiendo sus poemas, declamando. Él hizo una biblioteca de madera para poner los libros, eso me causó curiosidad. Nosotros vivíamos a las afueras del pueblo. En las tardes de la escuela, y después de almorzar, yo cogía un libro de la biblioteca. Entre lo que declamaba mi padre, los poemas que escribía, que además nos los aprendíamos, esos y los de otros autores. Mi madre además era profesora de español. Por esa vía tuve una conexión desde muy temprano con la literatura. Con la poesía, por la vida de mi padre, aunque realmente a mí nunca me ha interesado escribir poesía. Desde que empecé a leer me di cuenta de que me llamaba más la narrativa que la poesía. Pasé la infancia en un pueblo alejado de todo, y descubrí el mundo a través de los libros”.

¿Cómo describe esa afinidad con la prosa?

Tiene que ver con el no contentarse con las historias que otros cuentan. Yo creo que cuando uno empieza a leer historias le parecen fascinantes; uno siente que uno también podría algún día escribir. El asunto pasa por el hecho de que si bien la lectura me abre muchos mundos y muchos universos, llega un punto donde dices: “yo también quisiera construir esos mundos y esos universos”. Yo lo veía más claro en términos de la prosa, de la narrativa, que en términos de la poesía. Cuando era niño me acostaba en la cama, veía el techo y decía que quería escribir una gran historia, hasta que con los años me di cuenta de que eso no era necesario, de que las historias no tienen que ser absolutamente extraordinarias para poder contarse. Descubrí que era más importante tener capacidad de observación de cosas cotidianas.

¿Qué lugar cree que tiene la literatura en Colombia?

Por un lado creo que permite reconocernos en lo individual y en lo colectivo, mirarnos en unos contextos determinados y así no olvidar esos contextos. Mira que mi primera novela la propuse como tesis de derecho en la Universidad del Cauca, la que casi no me aceptan. Quería escribir la novela sin hacer ningún análisis jurídico. El tema era la abundancia de coca en el sur del Cauca en los años 70: cómo cambió la perspectiva en torno a la hoja de coca, desde el enfoque de los campesinos, el uso medicinal y luego cómo pasa a ser un producto desde la perspectiva económica: alguien les enseñó a procesar coca y se dieron cuenta de que eso era un negocio muy rentable. Cuando estudiaba derecho quería contar esa historia, una historia que nos permite reconocernos en esas violencias que surgen a partir de la coca, pero también el papel que las personas cumplen para que estos pueblos puedan tener al menos un mínimo de esperanza para un futuro distinto. La literatura pasa por una forma de interpretación del mundo, por una forma de hacer memoria en torno a una situación concreta, la literatura nos permite poner sobre la mesa temáticas que mucha gente no quiere ver, como conflictos sociales o la conflictividad que podemos tener con un mundo que muchas veces no le da oportunidades a la gente. Siempre me he hecho la pregunta de si tiene que haber en el escritor un compromiso social, y diría que no, pero no podemos desentendernos ni hacer solo arte por el arte.

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¿Cómo se ha transformado su proceso de escritura desde que comenzó a escribir?

Debemos escribir distinto cada día que pasa. La literatura nos va mostrando caminos, pero también nos va consolidando una voz propia. Cuando conjugamos las lecturas y las cosas que hemos escrito y las que queremos escribir, trabajamos por consolidar una voz propia. Eso requiere de muchísima reescritura y de pensar el ejercicio de escribir. Yo no creo mucho en la inspiración, sino en un momento de conexión con una temática. Pero de ahí a que eso se convierta en un texto pasa mucho tiempo, necesito sentarme a escribir. A medida que pasan los años tiene que haber una mayor conciencia a la hora de escribir, en todos los sentidos. Ser escritor es como ser el capitán de un barco, hay que llevarlo hacia un norte o hacia un sur, y eso sólo se consigue con plena conciencia de escribir. Eso sólo lo dan los años de reflexión.

¿Los escritores deben posicionarse y tener opiniones públicas?

Pienso que sí, pero en escenarios como las columnas de opinión de los periódicos. Es una mirada importante, porque es una mirada desde el arte y desde la literatura.

¿Qué análisis tiene frente al campo literario que se ha abierto en talleres de escritura y pregrados o posgrados en escritura creativa?

Son importantes para profundizar la relación de las personas con la lectura y con la escritura. Incluso para redescubrir vocaciones. Lo que no podemos creer es que a partir de estos escenarios vayamos a tener escritores. Un asunto que a mí me parece fundamental es la vocación y la disciplina, pues no basta solo con el talento. Si fuera un asunto solo de talleres, todos podríamos llegar a ser escritores. Por supuesto no sé cuál es la manera de escribir, pero cuando escribes intentas escribir porque sientes la necesidad de escribir, la pulsión de escribir.

Por María Paula Lizarazo

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