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La Esquina Delirante LXXIX (Microrrelatos)

La Esquina Delirante es una dentellada a la monotonía, mediante el ejercicio impulsivo y descarado de la palabra escrita.

Autores varios
30 de junio de 2021 - 09:04 p. m.
"Rebeldía II", "Arrepentimiento", "La mujer en el banquillo", "Graciela" y "Descubrimiento", son los títulos de esta nueva edición de La Esquina Delirante.
"Rebeldía II", "Arrepentimiento", "La mujer en el banquillo", "Graciela" y "Descubrimiento", son los títulos de esta nueva edición de La Esquina Delirante.
Foto: @diana_bejaranoo_

Rebeldía II

El dolor muscular y la irritación de garganta habrán desaparecido en la mañana y estaré lista nuevamente para salir, para gritar, hasta que entiendan que sus tercos intentos de hacer su arbitraria voluntad siempre fracasan, así estén convencidos que son más, que son superiores, que a golpes me anulan. Siempre regreso. Lo hice como Guaitipán, cuando le dejé claro al extranjero que aunque indígena pienso, aunque mujer, no soy débil. Como Águeda para mostrarle al abusador que un bastón de mando no concede autoridad para maltratar. Como Apolonia, para enseñar con valentía que si usan el cadalso como argumento, caerán derrotados. Como María Cano para decirle al mundo que la justicia, la libertad y la paz no son privilegio de algunos. Como Esmeralda Arboleda para reclamar nuestro derecho a elegir y representar. Como todas las madres, hijas, hermanas, maestras, científicas, obreras, campesinas, que con su silente sacrificio diario construyen familia, sociedad, conocimiento. Y seguiré regresando con otro rostro, con otro nombre, con otra etnia, pero con el mismo propósito: decir basta ya, me resisto a hacer parte de los ninis, de los sin futuro. Somos la palanca que los jóvenes Arquímedes piden para transformar el mundo.

Pathos

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*

Arrepentimiento

El escepticismo creó a Dios. El hombre necesitaba creer en alguien muy diferente a él. Así surgió Dios. Pero como la incredulidad persistía entre los hombres, a estos se les olvidó el Creador. Después de todo, era una invención. Y el hombre olvida muy pronto lo que inventa. Así dejó, entonces, de creer en el Señor.

Ahora es el mismo hombre, quien preocupado por su escepticismo, camina azorado y vigilado por los cielos. Se arrepiente. Quiere creer otra vez en Dios, pero este, escéptico, ya no cree en el hombre.

Pedro Conrado

*

La mujer en el banquillo

Un día la Vida se le apareció con un vestido roto y descolorido, y le dijo:

—De momento no te puedo decir por qué, pero tendrás que esperar a que venga a buscarte. No hay un motivo. Tengo que visitar a mucha gente, a hombres mayores que ya están enfermos, a niños en los hospitales, a parejas desmembradas, a la pobreza y la injusticia… Vendré a buscarte. Hasta entonces, espérame…

Y la mujer de veinticinco años se sentó en el banco y vio pasar a tanta gente… Vio cómo los niños crecían, cómo se casaban y tenían hijos, cómo llegaban los nietos y ella seguía esperando a la Vida. Su rostro se llenó de arrugas, su pelo de canas y sintió un dolor punzante en su corazón y se murió. Cuando la recogieron, concluyeron:

—Esperaba a alguien que nunca vino y se la llevaron, como si fuera un residuo humano.

Celia Ortiz Lombraña

*

Graciela

Todas las tardes, luego de tomarse un café y pintarse los labios de rojo, sale al parque, se sienta en la misma banca, se cuelga sus viejos anteojos, abre su minúsculo bolso, saca los cigarrillos, llevándose uno a la boca sin encenderlo, y abre un libro en la misma página de siempre, botando sus ojos entre esas letras que se sabe de memoria.

Hace frío. Los dedos artríticos de Graciela le reclaman piedad. Ella alza la mirada por encima de los anteojos, recorriendo el entorno del parque con sus ojos. Nadie la mira, nadie la juzga. Una lágrima se asoma. Las nubes también empiezan a llorar. Marco le hizo una promesa. Ella mira el reloj. Saca un espejo y ve el rostro de una vieja perdiendo el color de la vida. Siente una cálida mano que le acaricia el rostro y le toma la mano. Una luz roja intermitente ilumina su rostro pálido. La ambulancia recoge los dos cuerpos.

—Qué raro, yo solo vi una señora— dice la única testigo que fisgoneaba desde la ventana.

Piedad Granados

*

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Descubrimiento

Siempre me he considerado afortunado: comprar La Divina Comedia, edición Aguilar, 1943, en papel biblia, con tapas de cuero y más aún en edición de bolsillo, fue sublime. Por eso, cuando por fin la tuve en mis manos y descubrí casi pegado entre sus hojas aquel telegrama amarillo, gastado, releído muchas veces y doblado de forma milimétrica, casi oculto, me llené de gozo cuando leí:

REPÚBLICA DE CHILE TELÉGRAFOS DEL ESTADO

Destinatario: Óscar Castro Zúñiga

Rancagua, Chile

Remitente: Miguel Hernández

Madrid, España

Fecha: 19 de mayo de 1935

Amigo:

Emocionado y agradecido por confiar en mí. Adivino en sus letras la influencia del

Maestro (Stop) Esta semana nos reuniremos con él y Pablo (Stop) Mostraré estos

versos suyos en donde se intuye esta huella Lorquiana: (Stop) Si contemplas llorando

las estrellas (Stop) y se te llena el alma de imposibles (Stop) es que mi soledad viene a

besarte (Stop) para que no me olvides (Stop)

Razón tiene en que negros presagios se ciernen sobre mi patria amada (Stop) Veo difícil

dejar a los míos (Stop) Si lo hiciere, llegaré hasta su casa (Stop) Mientras acompáñeme

con sus oraciones (Stop) Un abrazo fraterno de poeta a poeta (Stop).

Miguel

Rosario Gómez Urzúa (Chile).

*

Bienvenidos todos los microrrelatos a laesquinadelirante@gmail.com, máximo 200 palabras.

Por Autores varios

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Flor(3922)03 de julio de 2021 - 11:10 p. m.
Muy agradable leer los microrrelatos en La Esquina delirante. Trae a mi memoria los recuerdos de El Magazin Dominical,del cual, guardo una colección importante como valiosa reliquia.
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