El Magazín Cultural

“Me resisto a aceptar los conceptos de alta y baja cultura”: Paco Cao

El artista español que revolucionó Roma con un peculiar concurso de belleza dice que quiere erosionar la frontera que divide la cultura en dos mundos.

SORAYDA PEGUERO ISAAC
05 de mayo de 2017 - 03:25 p. m.
Paco Cao quiere erosionar la frontera que divide la cultura en dos mundos / Cortesía: Paco Cao
Paco Cao quiere erosionar la frontera que divide la cultura en dos mundos / Cortesía: Paco Cao

Después de ser proclamado Mister Galería Nacional de Arte Moderno de Roma 2017, Giuseppe Verdi rechazó la corona. “Por favor, aléjense de mí –le dijo a los dos hombres de manos enguantadas–. No me toquen. Esta ceremonia es indignante. ¿Cómo es posible llegar a este grado de bajeza? Renuncio al premio y reclamo que se olviden de mi imagen y se ocupen de mi obra”.

Desde el retrato que le hizo Giovanni Boldini en 1886, con su sombrero de copa, su barba nívea y su pañuelo anudado al cuello, Verdi lucía radiante, pero sus palabras eran las de un hombre enfadado. Visiblemente consternada, la presentadora del concurso le explicó que el público lo había elegido de forma unánime como el más bello del museo. Trató de disuadirlo para que aceptara la distinción. Verdi dijo que no había nada que pensar. Pidió que lo dejaran en paz y sentenció: “Si quiere demostrar un mínimo de respeto, que se haga escuchar mi música”. Antes de que empezaran a sonar las notas de su Requiem, Verdi tuvo unas palabras para Paco Cao, el director del concurso, a quien se refirió como un desvergonzado. “Viven ustedes una fantasía democrática agonizante –dijo Verdi–. Se dedican a competir, consumir y votar, y se quedan tan tranquilos. Y, encima, aplauden hasta con las orejas”.

Silencio en la sala.

Paco Cao era el principal responsable del disgusto de Verdi. ¿Cómo se le había ocurrido crear un concurso de belleza con obras de arte?

Durante una visita que hizo en el año 2001 al Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, Paco Cao se fijó en el “Hombre joven”, una pintura del italiano Agnolo Bronzino. El retrato de Bronzino le transmitía una sensación de contemporaneidad. Su ensoñación lo encaminaba hacia la búsqueda de formas que le permitieran situar al protagonista de la obra en el presente. Pensó en lo que pasaría si, de repente, el elegantísimo joven florentino salía de la pintura: “Lo imaginé desfilando en una pasarela, como un modelo participante de un concurso de belleza, atravesando una sala del museo de parte a parte, flotando sobre el suelo”.

Paco Cao tuvo la idea de crear dos proyectos que ha desarrollado durante los últimos años: un concurso de parecidos, para revivir personajes del pasado como el joven retratado por Bronzino, y un concurso de belleza que le permite transformar un museo en un set al servicio del espectáculo. El primer concurso de belleza que organizó se celebró en el Museo de Bellas Artes de Asturias, en 2014. Desde febrero de 2016 y hasta el cinco de marzo de 2017, la sala principal de la Galería Nacional de Arte Moderno y Contemporáneo de Roma (GNAM) exhibe los finalistas de la segunda versión.

Paco Cao (Tudela Veguín, Asturias, 1965) se define como un artista que se deja llevar por su instinto antropológico para explorar las relaciones de sus iguales en múltiples direcciones. No le entusiasman las etiquetas que lo persiguen: artista conceptual, artista pop, artista pop político. Dice que el grado de desfachatez que puebla el mundo del arte le procura grandes diversiones. Le interesa la producción cultural en su conjunto, desde la fabricación de un tornillo, estudios de óptica o neurociencia, hasta ensayos filosóficos o programas de televisión dirigidos a un público masivo. Todos sus proyectos parten de un desafío: pulverizar la barrera entre la alta y baja cultura.

—Me resisto a aceptar los conceptos de alta y baja cultura –dice el artista–. Me parece indigno limitar la relación con el público por lo que algunos llamarían carencias culturales. De la misma manera me parece paternalista establecer un diálogo público en el que uno pretenda instruir o imponer un dogma.

Aunque ha dicho que su concurso de belleza en el museo es una obra política, Paco Cao asegura que su afirmación es irónica.

—¿Cómo no usar el modelo del concurso como referencia narrativa, cuando se trata de una de las estructuras de mayor impacto entre nuestros contemporáneos? Vivimos rodeados por el mundo del espectáculo. Ironía y parodia componen el telón de fondo del concurso de belleza. De algún modo pone el dedo en la llaga del dogma democrático que nos gobierna, sus fantasías y sus mitos. Consumimos, competimos, elegimos, votamos. Cualquier manifestación estética ofrece una deriva política. Toda obra de arte supone una declaración de principios políticos, ya sea de forma burda y ruidosa o sutil y callada.   

El propósito del concurso era elegir al más bello y la más bella de la Galería. Entre las obras participantes figuraban pinturas de Giorgio de Chirico (Retrato de Isa con vestido negro, 1935), Vincent Van Gogh (El jardinero, 1889), Amedeo Modigliani (Retrato de Hanka Zborovska, 1917) y esculturas de Antonio Solá (Minerva, 1820) y Alberto Giacometti (Cabeza que mira, 1912). La primera selección de los candidatos involucró a todo el personal del museo. Resultaron seleccionadas 70 obras, 35 hombres y 35 mujeres. Entre el 20 de febrero y el 25 de marzo de 2017 fueron recogidos más de 15.000 votos. El público podía votar por internet o utilizando las urnas habilitadas en las instalaciones de la Galería. Según las reglas establecidas, en la selección no se tomaron en cuenta el sexo, origen, religión, raza, edad, ideología ni la clase social de los candidatos. La calidad técnica de las obras era irrelevante para los fines del concurso, y el veredicto debía basarse sólo en la apariencia física, la actitud y la conducta de los concursantes. Estaba previsto que el fallo del jurado fuera definitivo. Pero cuando Verdi se pronunció en contra de su coronación, las reglas del juego cambiaron.  

Elena Vecchi, de la obra Sueños, fue proclamada Miss Galería Nacional de Arte Moderno de Roma 2017. La joven, con largo vestido verde olivo, guantes a juego y melena ligeramente desordenada, fue retratada por el pintor italiano Vittorio Matteo Corcos en 1896.

Giuseppe Verdi parecía estar más calmado. Después de escuchar el Requiem que compuso en memoria del poeta Alessandro Manzoni, se dirigió al público con un tono de voz más suave: “Llegado a este punto, por pura camaradería artística, por respeto al gran Boldini, y para no dejarles con el culo al aire, delego mi premio en Giuseppe Nudo: frío, esquivo, distante –francés, al fin y al cabo–  y más acorde con un concurso de belleza”. 

La gran final del concurso de belleza se celebró el 27 de marzo de 2017. Una lluvia de confeti dorado cayó sobre el escenario de la sala principal de la Galería romana. El público aplaudió con entusiasmo y, a pesar de la reprimenda de Verdi, Paco Cao se sintió satisfecho.

Por SORAYDA PEGUERO ISAAC

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