El Magazín Cultural

Nemo, más que un pez perdido

Fue una de las primeras apuestas de Pixar, en la que experimentó un formato diferente a los musicales y los cuentos de princesas. Hoy es una de las películas animadas más importantes de este siglo.

Mónica Rivera Rueda
29 de septiembre de 2017 - 02:00 a. m.
“Buscando a Nemo” se estrenó en 2003, luego del lanzamiento de “Matrix Reloaded” y dos semanas antes de la salida de la película “Hulk”. / Cortesía
“Buscando a Nemo” se estrenó en 2003, luego del lanzamiento de “Matrix Reloaded” y dos semanas antes de la salida de la película “Hulk”. / Cortesía

Esperando a ser atendido por su dentista, el niño Andrew Stanton se detenía a ver los peces que estaban en el gran tanque del vestíbulo del consultorio. No había mejor escenario para la desbordada imaginación de un pequeño que sólo pensaba si los animales dentro de esa gran pecera estaban planeando la forma de huir.

Años más tarde, Stanton se convertiría en una de las mentes creativas de una empresa que se arriesgó a pensar en la animación, junto a la cual pudo dirigir Toy Story, Bichos y Monsters, Inc., grandes producciones que para finales del siglo XX convirtieron a Pixar en una de las productoras más importantes de Hollywood.

El tema de la vida submarina no dejó de encantarlo. Aún con la idea de hacer algo relacionado con ella, poco a poco fueron apareciendo referencias que dieron vida a Buscando a Nemo. Primero se cuestionó sobre la actitud sobreprotectora que fue adoptando con su primer hijo y luego, como gran iluminación, la imagen de dos peces sobre una anémona le dio claridad sobre lo que quería. ¿Qué gran historia no puede salir de eso?

Nemo es más que la travesía de un pez perdido en el océano. Es una de las películas animadas más taquilleras de la historia y un símbolo de una generación que hoy ya es adulta. Recaudó en taquilla cerca de US$868 millones y es la tercera producción animada más exitosa de la historia.

Fue un gran reto creativo para Pixar, ya que recrear la vida bajo el agua no es fácil, sobre todo si se tiene en cuenta que el movimiento del agua no es un elemento sencillo de lograr en la animación, y la película además se convirtió en una apuesta arriesgada en un mercado que exigía princesas y superhéroes.

“Nos resistimos al consejo de ejecutivos de Disney que creían que, dado que habían tenido tanto éxito con los musicales, también debíamos llenar nuestra película con canciones”, aseguró en su momento Ed Catmull, actual presidente de Pixar.

La apuesta fue grande. La historia bajo el agua se desarrolla en torno a tres personajes, Marlin, Nemo y Dory, que deben sortear todo tipo de adversidades marinas. Tiburones, medusas, ballenas y fuertes corrientes de agua son algunos ejemplos de ellas y además dan paso a alusiones a otras películas, como Tiburón, de Steven Spielberg, o de las que han salido recordadas escenas como el encuentro con un pez carnívoro en las profundidades del mar o la canción que constantemente tararea Dory: “Nadaremos, nadaremos...”.

Pero esto no es todo, Stanton ha dicho en reiteradas ocasiones que con el argumento de esta película pretendía romper el esquema del Rey León y mostrar que no todo en la vida es una cadena cíclica, sino que, al contrario, el reino animal está en constante cambio y para sobrevivir hay que sortear las adversidades.

A pesar de esto y de su necesidad de ser fiel a la realidad, ante la aparición de la secuela en la que la perdida es Dory, mucho se cuestionó sobre qué pasaría en la vida real si esta historia ocurriera, y, de paso, el riesgo en que se puso a los peces payasos luego del estreno de la película, debido a la alta demanda que se produjo de esta especie.

En definitiva, más allá de la vida real, Buscando a Nemo es una de las grandes películas de los primeros años de este siglo y además una de la serie de cintas animadas que cambiaron el esquema tradicional e impartieron un discurso a partir de problemáticas que pueden considerarse modernos y de una familia poco convencional comandada por un padre soltero y viudo. Nemo fue un éxito en todo sentido. Una historia inolvidable.

Por Mónica Rivera Rueda

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