Nicanor Parra: el antipoeta en tiempos de dictadura

Siempre desde la otra orilla. Nunca se trató de ser un rebelde sin causa. La antipoesía se la tomaba en serio. Y desde ella también habló de la dictadura. No se ocupó de ese momento histórico y político con la misma vehemencia con la que lo pudo hacer Pablo Neruda, y no lo hizo porque justamente eran voces distintas en sus formas, pero igualmente brillantes y necesarias para la cultura chilena, que de paso también se hace relevante para América Latina.

Siempre desde la otra orilla. Nunca se trató de ser un rebelde sin causa. La antipoesía se la tomaba en serio. Y desde ella también habló de la dictadura. No se ocupó de ese momento histórico y político con la misma vehemencia con la que lo pudo hacer Pablo Neruda, y no lo hizo porque justamente eran voces distintas en sus formas, pero igualmente brillantes y necesarias para la cultura chilena, que de paso también se hace relevante para América Latina.

Nicanor Parra, como en casi toda su obra, dejó dardos entre líneas. Dardos que muchos no vieron, que otros se tardaron en verlos y otros que no creyeron en ellos. Por permanecer en su país en plena dictadura y haber trabajado en la Universidad de Chile en los primeros años del régimen, a Parra lo acusaron por mucho tiempo de ser el poeta defensor del totalitarismo de Pinochet. Soldados que lo invitaron a pronunciarse a favor del gobierno del General y silencios que él mismo reprochó después terminaron siendo elementos que muchos utilizaron a su favor para señalar con el dedo acusador al antipoeta de haber apoyado la tortura.

“Atravesamos unos tiempos calamitosos / imposible hablar sin incurrir en delito de contradicción / imposible callar sin hacerse cómplice del Pentágono. / Se sabe perfectamente que no hay alternativa posible / todos los caminos conducen a Cuba / pero el aire está sucio / y respirar es un acto fallido. / El enemigo dice / es el país el que tiene la culpa / como si los países fueran hombres. / Nubes malditas revolotean en torno a volcanes malditos / embarcaciones malditas emprenden expediciones malditas / árboles malditos se deshacen en pájaros malditos: / todo contaminado de antemano”, escribió Nicanor Parra en el antipoema Tiempos Modernos.

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Parra no estaba convencido de esa utopía que se vendió en la década de 1960 con la revolución cubana, y por ende aceptó a su Chile tal como estaba, no como hubiera podido terminar -según él-, si no hubiera sido por Pinochet: “Por una parte es un salvador, si no fuera por Pinochet estaríamos como Cuba. Eso es un hecho. Pero enseguida las atrocidades que se cometieron. Uno quisiera un salvador sin atrocidades. ¿Cómo junta uno las dos cosas? La atrocidad con una operación de salvataje. Si uno quiere pensar en grande la cosa, no hay tal salvador. Un salvador a corto plazo ¿para qué? Un mecanismo que se llama consumismo, pan para hoy y hambre para mañana”, dijo durante la dictadura, en una fragmento que quedó grabado en el documental “Retrato de un antipoeta”, hecho por el director Víctor Jiménez Atkin.

Y desde la atrocidad se negó a ser cómplice, y negó ser el poeta de la dictadura. Quedarse para él no era sinónimo de apoyo. Su obra no fue militante de ningún partido, de ninguna ideología. Habló de la democracia, pero nunca hizo parte de ningún ismo. Pero como bien lo dice el verso de A propósito de escopeta, “el colmo de los colmos / es ponerse a cantar versos de ciego / como si en Chile no ocurriera nada”. Y por eso, fiel a su estilo, fiel a una poesía arraigada a lo popular, escribió también que: “Cuando los españoles llegaron a Chile / se encontraron con la sorpresa / de que aquí no había oro ni plata / nieve y trumao sí: trumao y nieve / nada que valiera la pena / los alimentos eran escasos /y continúan siéndolo dirán ustedes / es lo que yo quería subrayar / el pueblo chileno tiene hambre / sé que por pronunciar esta frase / puedo ir a parar a Pisagua / pero el incorruptible Cristo de Elqui no puede tener / otra razón de ser que la verdad / el general Ibáñez me perdone / en Chile no se respetan los derechos humanos / aquí no existe libertad de prensa / aquí mandan los multimillonarios / el gallinero está a cargo del zorro / claro que yo les voy a pedir que me digan / en qué país se respetan los derechos humanos”, escribió en XXIV, de De Sermones y prédicas del Cristo de Elqui, una selección de poemas que publicó en 1977 y que fueron su primera muestra de distanciamiento del régimen de Pinochet.

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Los poemas cobijados en Hojas de Parra son los que escribió mientras duró la dictadura. Nunca se consideró partidario de la misma, y así se lo dijo una vez al escritor Volodia Valentín Teitelboim, quien lo quiso señalar como un amigo del régimen. Su antipoesía dejó algunos rastros de sus posturas, pero nunca se ancló a una rama política. En ella habló de lo diversa que es la vida y lo hizo desde las calles y los lugares más cotidianos, creando un género que descubrió en pequeñas migajas en la poesía de la Edad Media, pero adaptándolo también a la cultura popular, esa que él mismo reconoció como la verdadera cultura, la que en realidad representa la identidad de Chile. “Solo un genio como Nicanor Parra es capaz de lograr que leamos poesía con la misma urgencia con que sale un disparo, y que sin notarlo sigamos leyendo sus versos completamente heridos. La bala estalla dentro del lector con una sonrisa, una carcajada o una mueca de perplejidad”, dijo Matías Rivas, editor del libro Nicanor Parra: El último apaga la luz.