El Magazín Cultural

¿Pa' qué teatro si no hay casas?

El caso de la venta de la casa en la que hasta ahora funciona la sede del Teatro El Trueque de Medellín es apenas uno de los muchos que el sector de las artes escénicas de Medellín debe afrontar.

Daniel Grajales-Tabares
15 de mayo de 2019 - 08:30 p. m.
Imagen de la entrada de la casa donde funcionaba el teatro El Truque, de Medellín, que acaba de ser vendida.  / Cortesía
Imagen de la entrada de la casa donde funcionaba el teatro El Truque, de Medellín, que acaba de ser vendida. / Cortesía

Cuando decidieron que sus grupos teatrales desarrollarían las obras en casas, la mayoría en arriendo, los colectivos de artes escénicas de Medellín y del país poco imaginaban que deberían lidiar con guerras.

Era otra ciudad, otro país, eran otras legislaturas las que comandaban el ejercicio artístico. Casi medio siglo ha pasado desde el surgimiento de un teatro compacto, de escenarios improvisados en las que antes fueron habitaciones, comedores, salas de recibo o patios traseros de caserones antiguos.

Pioneros, entre muchos otros, fueron los de La Fanfarria, creadores que, guiados por el ímpetu de José Manuel Freidel, emprendieron el camino de tener un colectivo teatral con su sede, una casa en el barrio alto de Villa Hermosa, en 1976. Con la muerte del dramaturgo, en 1990, fue desapareciendo la unidad, lo que ya había llevado al nacimiento de Exfanfarria Teatro, su réplica.

Ramiro Tejada, Nora Quintero, Fernando Zapata, Beatriz Hernández y Tania Granda dieron lo que más pudieron a su Exfanfarria, después de la muerte de Freidel. Este colectivo albergó la casa vecina al Teatro Pablo Tobón Uribe, en la avenida La Playa, a unos metros de la tradicional Placita de Flores y el orfanato La Gota de Leche. Un día, generosos como siempre, estos hombres y mujeres del teatro les abrieron las puertas a unos estudiantes de la Universidad de Antioquia, quienes buscaban espacios para poner sobre las tablas sus dramaturgias recién nacidas.

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Nisiquiera tenían nombre para aquel grupo. Cuando llegó un periodista de un medio local, el director de la obra que iban a tener en temporada en la Exfanfarria, el joven José Félix Londoño, tuvo la ocurrencia de nombrarlo Teatro El Trueque, buscando que se notara seriedad en la reseña y así pudiesen tener una buena taquilla.

El Trueque nació sin nombre, El Trueque nació sin casa. Por esos azares del destino, los Exfanfarria se querían mudar a la vuelta de donde estaban, a una casa vecina, pero tenían dos meses de renta ya pagos, lo cual no los dejaba moverse. José Félix, entonces, les propuso “un trueque”, para que su idea de tener  colectivo artístico propio tuviera casa. Aceptaron las partes y nació un espacio de artes escénicas que este 2019 está cumpliendo precisamente 18 años.

La mayoría de edad le llegó con traumas. El Trueque fue notificado hace unas semanas de desalojo. Resulta que la dueña de la casa, que en sus fachadas tiene pintado a blanco y negro el nombre, con acentos de rojo, vendió la propiedad a un tercero.

¿Cuál es la idea del nuevo dueño?, pues hacer un parqueadero, porque el Centro de Medellín se está transformando en parqueaderos, “tragaderos” (como han llamado a una cadena de reposterías de bajo costo) y demás espacios comerciales que desplazan a la escena cultural o el patrimonio, porque de las casas viejas de La Playa, de las que podrían tener visos arquitectónicos del pasado, queda poco.

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Dice José Félix Londoño que la noticia les cayó en mal momento: “Estábamos adelantando todo el proceso de acceder a los recursos de la Ley del Espectáculo Público, que entrega a los espacios de artes escénicas que no tenemos sala propia la posibilidad de comprar. Ya le habíamos comentado a la dueña, porque uno de los requisitos de la Ley es que el propietario del inmueble que se quiera comprar dé su firma. Pero la señora y sus hijos decidieron hacer un negocio redondo, vendieron esta casa y otra que es de ellos de la misma manzana en $1.200.000, sin darnos la oportunidad a nosotros de acceder a la negociación”.

Jaiver Jurado, director de la Asociación Medellín en Escena, el colectivo más grande de grupos escénicos de la capital antioqueña, cree que este es un problema inmobiliario que aqueja al Centro de Medellín, que las casas del teatro y de la cultura están sufriendo porque las potencias comerciales o, en algunos casos las mafias, son competencias desleales a sus humildes presupuestos y posibilidades de adquisición. Dice que “nos están dejando sin espacios, están desplazando a la cultura”.

El Trueque tiene hasta 2020 para solucionar su futuro. Ese fue el plazo que le dio el nuevo dueño, a quien hicimos llamadas, pero no atendió la comunicación.

El Trueque y su público

Sobre la importancia del Teatro El Trueque, debe decirse que llevan casi dos decenios formando públicos. Su sala está dispuesta para unas 50 personas, con programación permanente, de martes a sábado casi siempre, presentando reflexiones fundamentales sobre el país, llevando a la vida a autores como Gonzalo Arango, desmitificando el conflicto, emocionando con apuestas por la innovación, como Round, montaje que recrea el mundo del boxeo, desde las ideas de Henry Chinasky y Charles Bukowski.

En un año, estiman, al Trueque van 4.000 personas, aunque los números van subiendo cada mes, porque  buscan difusión de sus obras, hacen voz a voz y entregan lo mejor que tienen en escena. Su comentario es que tienen públicos en aumento, lento, pero seguro.

“Entre nuestras obras están El insepulto ó yo veré que hago con mis muertos, dedicada a todas las mujeres víctimas del conflicto armado en Colombia; El ángel de la culpa, de Marco Antonio de la Parra; Pasajero a Betania, nuestro rescate de esa poesía maravillosa de Gonzalo Arango; Simón el mago y una docena más”, relata el director de El Trueque, vestido con una camiseta de poesía, cuyo rostro deja ver una angustia absoluta por perder lo que han construido.

Es que no se trata de abandonar la casa y buscar otra, como supone la Secretaría de Cultura de Medellín, cuya líder, Lina Botero, ha dicho que va a mirar qué casas tiene para ofrecerles en comodato (contrato por el cual se da o recibe prestada una cosa de las que pueden usarse sin destruirse con la obligación de restituirla). Dejar la casa es perder una referenciación para sus públicos, una historia de construcción de símbolos, como los murales que adornan el espacio.

Tienen historias de niños que comenzaron a ver sus obras y hoy son adultos, del recientemente fallecido Ramiro Tejada, quien contractualmente fue su codeudor en el contrato de renta que establecieron para tomar el espacio; tienen una vida teatral que se fundamenta en la relación público-obras-espacio.

“Una casa que durante 40 años ha sido sede cultural en pleno centro de Medellín, a 30 metros del Teatro Pablo Tobón Uribe, y en la que miles de personas hemos vivido el teatro (y algunos incluso han vivido del teatro), no puede convertirse en parqueadero”, ha dicho el responsable de Cultura de Comfama, el exsecretario de Cultura de Medellín, Jorge Melguizo, quien propone además que “esa casa debería ser patrimonio de esta ciudad. O mejor: esa casa ya es patrimonio cultural de la ciudadanía. Un parqueadero (¡otro!) no le hace falta a Medellín”.

El vacío, además de emocional, podría ser jurídico, en cuanto la Ley parece no alumbrar los derechos del público, El Trueque y la ciudad misma a la cultura.

La LEP

El gobierno de Juan Manuel Santos, bajo la tutela de la ministra de cultura de entonces, Mariana Garcés, posibilitó que el país contara con la Ley del Espectáculo Público LEP, que permite que los recursos que son recaudados por impuestos a conciertos o espectáculos puedan ir a una bolsa común, administrada por las secretarías de cultura de las ciudades donde tiene lugar cada evento. Esa bolsa es destinada a convocatoria pública, con parámetros muy claros.

Es la Ley 1493 de 2011. Tiene varias categorías, como dotación, que da recursos para mejorar las condiciones de las infraestructuras; o adquisición, que es a la que le apunta El Trueque, la cual  permite una compra.

“La disposición señala que estos recursos y sus rendimientos serán de destinación específica y estarán orientados a inversión en construcción, adecuación, mejoramiento y dotación de la infraestructura de los escenarios para los espectáculos públicos de las artes escénicas”, explica el artículo 13.

Entonces, regresando al caso El Trueque, se cumplían todos los lineamientos que la convocatoria vigente ponía: una antigüedad de una década, dos años habitando el espacio, etc. El lío para ellos fue la firma de la propietaria, por lo que ya contado.

Al respecto, la maestra Patricia Ariza, del Teatro La Candelaria, opina que “todavía hacen falta muchas precisiones con la LEP, ya que debería haber una claridad sobre que esos recursos van para el movimiento teatral independiente, porque uno de los grandes retos estatales sigue siendo apoyar las salas independientes. Si bien debemos decir que la asignación de los recursos se ha hecho más o menos muy bien, que hemos logrado mejorar las condiciones para el publico y para los grupos mismos, tenemos situaciones como que hay grupos con una trayectoria muy importante pero que no tienen sala. El país tiene muy pocas salas de teatro propias, los grupos deberían poder adquirir una sede y por ningún motivo perderla. El Trueque es muy importante, es muy representativo, esto es muy triste, hay salas que se están cerrando, debemos dar un salto y mejorar la consideración de la protección a las trayectorias”.

En ello coincide Ana Cecilia Hernández, gestora cultural y directora ejecutiva de la Fiesta de las Artes Escénicas de Medellín, la más importante celebración del teatro en Medellín. Su postura es que, si bien la convocatoria para acceder a estos recursos precisa que los grupos deben tener diez años de trayectoria o más, lo cual ve como positivo, es errado pedir que un grupo lleve mínimo dos años en el espacio que quiere adquirir, porque los deja a potestad de los dueños, quienes, en muchos casos, no son sensibles a la cultura y, por dinero, van al mejor postor de los negocios.

La experta Hanna Cuenca, excoordinadora de Teatro del Ministerio de Cultura, cree que “esta crisis es una muy buena oportunidad de revisar la Ley, ya que parte de la dificultad de los grupos para acceder a los recursos LEP es garantizar su tiempo en el espacio que quieren adquirir. Las agrupaciones se quejan mucho de no poder acceder a los recursos porque son demasiados requisitos y pasa esto tan lastimoso que lo reconfirma”.

Algunos expertos en patrimonio creen que el problema tiene que ver con ordenamiento territorial. Dicen que se ha pensado la ciudad como espacio para muchos temas, pero no para la cultura y sus expresiones. Una solución podría ser que los espacios culturales estén cobijados por declaratorias de interés cultural, lo cual en Medellín no está siendo pensado por la Secretaría de Cultura, porque, hasta ahora, no hay solicitud alguna de este tipo al Ministerio de Cultura para las salas de artes escénicas, como se confirmó en esta entidad nacional.

Sobre lo patrimonial, apunta Cuenca, las salas de artes escénicas podrían convertirse en bienes de interés cultural para que no los vuelvan parqueaderos, pero también para que gocen de potestades coherentes con su quehacer.

“Cuando un espacio se convierte en un espacio cultural, debería adquirir esas características per se, acceda o no a recursos LEP, para que tenga posibilidades de subsistencia, de permanencia, para que se salvaguarde su relación con la comunidad. Esto, a su vez, fortalecería la Ley del Espectáculo Público, para que, más allá de ser una opción de acceder a recursos económicos, tenga otros fines”.

Es que, tal como está, dice la experta, la LEP está muy centrada en el dinero.

“Pa qué zapatos si no hay casas”, dice Víctor Gaviria en La vendedora de rosas, exponiendo la carencia de hogar de los niños que habitan las calles de la ciudad. Ahora, El Trueque tiene mucho teatro para dar, pero le pasa lo mismo: le roba el sueño no tener casa, una realidad que, según comentarios de los dramaturgos paisas, aqueja a decenas de colectivos. Dice Álvaro Narváez, presidente del Consejo de Cultura de Medellín, que en la ciudad hay 28 grupos sin sala.

Por Daniel Grajales-Tabares

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