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Un negocio de arte y religión

Nelson Jiménez es la encarnación del dicho “lo que no sabe se lo inventa”.

Laura Villamil Barrera
27 de marzo de 2013 - 10:32 p. m.
Nelso Jimenez y su esposa Luz Mercedes Villada en su fábrica de imágenes religiosas./ Gabriel Aponte, Luis Ángel
Nelso Jimenez y su esposa Luz Mercedes Villada en su fábrica de imágenes religiosas./ Gabriel Aponte, Luis Ángel

Su recursividad lo convierte, como él mismo explica, en el único fabricante de imágenes religiosas del sector del 20 de Julio (Bogotá) que crea por encargo las figuras que no existen en su colección de moldes. “¿San Cono? Ese no vino a trabajar hoy, le bromeé a un cliente que me preguntó esta semana por ese santo, y como es italiano y muy poco conocido en Colombia, lo tuve que buscar en internet para ver cómo lo hacía”, cuenta.

Lleva 25 años en este negocio, que reconoce como un arte, y mientras trabaja en compañía de su esposa, Luz Mercedes Villada, hace un esfuerzo por recordar cómo se inició en el oficio. “Llegué acá hace cinco años. Si no es porque vine a este barrio a cobrar una plata no me daba cuenta de que tenía una buena oportunidad de montar mi fábrica”.

“Nelson, pero tenés que contar cómo empezó todo antes de llegar acá”, le dice Luz Mercedes, como dirigiéndole la historia.

Entonces empieza de nuevo. Dice que aprendió viendo a un primo, que entendió que era un trabajo tranquilo y artístico, y que también se dio cuenta de que era lucrativo. Trabajó más de 12 años en su casa, en el barrio Pedregal de Medellín, luego abrió un taller en ese mismo barrio y allí estuvo casi cinco años. Después se aventuró a viajar a Bogotá con un amigo que vendía escapularios y pequeñas figuras, para conocer cómo se movía el mercado y encontrar su lugar en él.

Trabajó más de nueve meses en un taller ajeno, y con el tiempo llegó la apertura del propio. Así, tras dos años de estar solo en la ciudad, trajo a su esposa y a sus cuatro hijos a vivir con él. “Yo sé que con esto no vamos a enriquecernos, pero por lo menos nos mantenemos bien”, dice, y agrega que a pesar de que hay entre tres y cuatro fábricas de imágenes en el sector, la mayor competencia que recibe viene de Venezuela. “De allá las importan con precios muy bajos y son de muy mala calidad. Uno las toca y se deshacen”, complementa Luz Mercedes.

Son las 11:00 a.m. del Domingo de Ramos, y mientras esta pareja viste santos con pinturas y detalles, afuera de su taller, a una cuadra de la iglesia del 20 de Julio, circula una multitud de fieles que entre sahumerios y rosarios participa en los eventos del día. Sólo en esta calle se pueden contar hasta cinco almacenes dedicados a la comercialización de artículos religiosos, además de trece casetas y nueve bandejeros con la misma oferta. “Aquí hay muchos vendedores ambulantes que nos perjudican y la competencia ha subido bastante en los últimos 20 años”, asegura Evangelina Galindo, dueña de uno de los almacenes.

En este sector, el valor de un artículo religioso puede oscilar entre $1.000 y $3 millones, es decir, la diferencia entre una estampa con una oración y una imagen de yeso de más de un metro, como las que fabrican Nelson y su esposa en un lapso de tres días. Cuando les llega un pedido de algún santo que no es de su devoción buscan entre las cabezas, brazos y troncos de las imágenes que fabrican diariamente para armar una nueva. “Si la figura no necesita pelo, entonces utilizamos alguna de un santo calvo. Cogemos de allí y de allá y así logramos lo que el cliente quiere”, explica Luz Mercedes, mientras señala una réplica del Señor Caído de Monserrate que cuesta, precisamente, $3 millones.

“Mucha gente dice que la fe se está acabando, pero yo creo que eso es mentira. Aquí vienen personas muy creyentes, y aunque nuestra mayor clientela son las iglesias, hacemos muchos encargos para los que quieren cumplir promesas y penitencias”, dice Luz Mercedes, buscando la aprobación de Nelson. “Sí, eso es cierto. De acá se llevan las imágenes para colegios, para iglesias, para fundaciones...”, responde él, mientras recorre con la mirada las figuras que rodean el taller, que son cerca de doscientas.

Según la Cámara de Comercio de Bogotá, a 2013 existen 1.958 establecimientos activos que venden artículos religiosos. Aunque la zona del 20 de Julio es una de las que presenta mayor movimiento para este mercado, la carrera 6ª con calle 11 es otro lugar importante para los fieles. “Estoy aquí desde hace 25 años y el negocio no ha cambiado mucho. Sí tenemos mayor competencia, pero la gente sigue comprando y, lo más importante, los padres siguen viniendo”, cuenta Ofelia Rodríguez, dueña de uno de los almacenes en ese sector del centro de la capital.

Rodríguez se ha puesto en la tarea de especializarse en los productos que buscan comúnmente los sacerdotes. Camisas, cirios, incensarios y hasta hostias hacen parte de su portafolio, pero lo que más se destaca en sus vitrinas son los ornamentos, es decir, los vestuarios que utilizan para dar las misas. “Es que no crea, pero un padre sale caro”, dice, luego de explicar que debido a los bordados y la tela italiana, estos trajes pueden costar entre $950.000 y $1’300.000.

Hace un repaso de todos los instrumentos y agrega que “en una ordenación se van mínimo $2 millones. Además del traje, los padres necesitan vasos sagrados, candelabros, incensarios...”. También menciona una oleada de figuras que llegan desde China y que se están convirtiendo en algunos de los artículos más comprados por los consumidores.

Uno de los clientes asiduos del sector es Raúl Guillermo Baca, párroco de la iglesia de San Ricardo Pampuri, quien reconoce que al recorrer estas calles, donde hay alrededor de 12 almacenes, se siente como hace 40 años: “Vengo aquí desde que me ordené y es uno de los lugares que más visitamos los sacerdotes para adquirir lo que hace falta en nuestros templos. No ha cambiado mucho desde esa época y es uno de los sitios más tradicionales para los fieles, porque se encuentra de todo”.

Además del 20 de Julio y el centro, otro de los lugares donde este tipo de comercio es frecuente es Chapinero. Sin embargo, para los fabricantes como Nelson, los vendedores como Ofelia y los clientes como el padre Baca podrán surgir nuevos centros para un mercado como este, pero la tradición siempre los invitará a comprar en los establecimientos de siempre.

El movimiento de este mercado en semana santa

Según los vendedores y fabricantes de imágenes religiosas, los picos para sus ventas se dan en las temporadas de Semana Santa, Navidad y para el día de la Virgen del Carmen, épocas en las que los cirios, las biblias, los pesebres y las camándulas son los artículos más buscados por los clientes. Una de las ventas más vigiladas por parte de las autoridades en Semana Santa es la del Domingo de Ramos, debido a la comercialización ilegal de la palma de vino, que para muchos fieles conserva la tradición. “Este es el Domingo de Ramos, no el domingo de matas. Siempre compro de estos ramos porque son los que me gustan. Posiblemente el año entrante sí piense en cambiar para ayudar al medio ambiente”, expresa Dora Pachón, asistente a la ceremonia en el 20 de Julio, mientras la Secretaría Distrital de Ambiente implementaba una campaña para controlar las ventas. “En 1998 decomisamos 1.500 bultos de esta palma, y el año pasado fueron 88. La gente va adquiriendo lentamente esta conciencia”, explicó un funcionario.

Algunas cifras del mercado religioso

 

3 millones de pesos o más puede llegar a costar una imagen de más de un metro.

200 vendedores ambulantes, aproximadamente, conforman estas ventas en el 20 de Julio.

30 mil pesos más puede costar una imagen fabricada en el país frente a una venezolana.

1.958 establecimientos venden estos artículos, según cifras de la Cámara de Comercio de Bogot

 

Por Laura Villamil Barrera

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