El Magazín Cultural

Un recorrido corrido por la historia

Hoy, es normal el descanso semanal de uno o dos días, un salario mínimo, vacaciones pagadas, jornadas de ocho horas, prohibición del trabajo infantil, entre otros “beneficios”. Esta historia no siempre se pudo contar así, pues antes había escasos “privilegios”.

Daniela Callejas Delgado /Twitter: @_danicallejas
01 de mayo de 2018 - 03:00 a. m.
Imagen de una manifestación de la Unión de los Sindicatos Obreros  / Cortesía
Imagen de una manifestación de la Unión de los Sindicatos Obreros / Cortesía

En Europa se castigaba fuertemente a los obreros que pretendían salir del fuerte régimen de trabajo.

En los siglos XVIII y XIX, las jornadas laborales podían ser de 16 horas o más y estaba prohibido escapar de esta presión laboral. El ejemplo es Inglaterra, el epicentro de la Revolución Industrial. En este periodo desaparece el poder del monarca y nace la burguesía, alimentada por la fuerza de trabajo de los proletarios, aquellos que carecían de propiedades y medios de producción y que  trabajaban únicamente para subsistir.

La revolución de la industria viene de la mano con el capitalismo, un movimiento que aumentó la expectativa de vida y su calidad, y  duplicó el salario mínimo. 

Los burgueses pasaron de ser una clase social revolucionaría a una acomodada. Los proletarios siguieron siendo esclavos con un sueldo un poco más alto. 

Con James Watt, el principal avance de la revolución industrial fue la máquina de vapor. Este invento fue un paso de éxito, pues  significó un gran aumento en la capacidad de producción. Se simplificaron tareas complejas y disminuyó el tiempo de fabricación de los productos. La migración a este gran avance generó otro tipo de empleo, pero no garantizó la calidad de vida de la clase obrera. Después de muchos conflictos, huelgas y peleas, estos seres humanos consiguieron que las jornadas laborales se redujeran, que se establecieran domingos de descanso y vacaciones, algo que hace parte del razonamiento humano, pues el trabajo no es un favor, es un derecho fundamental. 

El 1 de mayo ha sido el momento para que los trabajadores, a lo largo de la historia, conmemoren estas luchas y sigan apostado a una sociedad más justa y libre. 

El reto de los sindicalistas 

Tienen un relato por contar. En un sindicato hay personas que pelean por los intereses laborales. Antes de la revolución industrial, pensar en hacer un grupo de estos era un delito penal. Estas personas tienen la misión de hacer valer los derechos de los trabajadores y son misioneros de los derechos humanos, esos que se merecen desde siempre. En muchos lugares se piensa que los sindicatos van en contra de la regulación económica por otorgar “privilegios” a quienes trabajan. Es evidente que los dueños de grandes empresas nunca han sido tratados como esclavos por pensar que el trabajo digno de un empleado es un privilegio y no un derecho.

¿Qué se ha logrado?

En pleno siglo XXI es increíble especular sobre las condiciones precarias de los trabajadores. Con razón, la expectativa de vida de hace algunas décadas era de aproximadamente 40 años. Con esa esclavitud en potencia nadie podía vivir más tiempo. Seguridad social, ocho horas laborales y un intento de igualdad salarial, hoy hacen parte de la lista de logros de estos incansables que no decidieron callar.

¿Y el trabajo en Colombia?

Las condiciones de los trabajadores colombianos se vieron afectadas desde el gobierno en el que la gran premisa era, “trabajar, trabajar y trabajar”. La jornada laboral incrementó y las horas nocturnas empezaron a contar a partir de las 10:00 p.m. 

Debido a esto, la informalidad laboral crece cada vez más y las condiciones de los que trabajan fuera de una empresa siguen siendo precarias. El costo de la salud, pensión y manutención es muy elevado para llevarlos en las cuentas de un trabajador informal. 

Legalmente una jornada de trabajo es de ocho  horas, pero en algunas empresas hay ocasiones en que se extiende por la necesidad de respuesta inmediata al desarrollo de actividades de la vanguardia del mercado. 

La premisa “trabajar, trabajar y trabajar” no debe ser válida sin condiciones dignas para los empleados nacionales. 

Las mujeres siguen siendo discriminadas en el ámbito laboral. La lucha de personajes como María Cano queda en vano cuando todo evoluciona menos la igualdad laboral que todos los seres humanos merecen.

 El compromiso social que tuvo esta mujer ya no se ve reflejado. Parece que a pesar de conocer la historia, la sociedad está en constante regresión. 

María Cano protestó por las condiciones precarias y la explotación de las trabajadoras en Bello, Antioquia, una situación que se vivía en todo el país. 

Esta mujer alzó la voz sobre la gran necesidad de democratizar la cultura. Con su grito quiso “iluminar la conciencia de los obreros” para anular la maniobra de los que están en el poder.

Auto censura de los empleados 

¿Hasta qué punto es justo callar cuando se vulneran los derechos, hay explotación y pagan por alimentar el bolsillo de los jefes?. Trabajar no es un favor.

 Pensar en que se necesita un descanso no es descabellado, sugerir un aumento de sueldo tampoco lo es. Defender los intereses propios en un ámbito laboral es completamente normal, disfrutar del trabajo debe ser el ideal y para esto el silencio no es la mejor herramienta. 

Homenaje a la lucha 

Gracias a todos esos seres humanos que han levantado la voz por tener una vida digna, esos logros no sólo deben recordarse hoy, es una meta diaria, una lección de vida.

Un buen gobierno, un estricto control al sector privado y las condiciones que se brindan a los empleados lograrían un mercado laboral amable con todos, trabajadores e industria.

El homenaje y la condecoración se la llevan todos aquellos que han tenido la valentía de decir no más cuando se sienten vulnerados en este oficio que debe apasionar: hacer el trabajo. 

Por Daniela Callejas Delgado /Twitter: @_danicallejas

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