El Magazín Cultural

"Yo niña", la voz aguda de la rebeldía

La película, dirigida por la argentina Natural Arpajou, fue la ganadora del Premio Fósil del Festival Internacional de Cine Independiente de Villa de Leyva.

Andrés Osorio Guillott
09 de noviembre de 2019 - 01:17 a. m.
Andrea Carballo y  Huenu Paz Paredes, actrices de “Yo niña”.  / Cortesía Festival de Cine Independiente de Villa de Leyva
Andrea Carballo y Huenu Paz Paredes, actrices de “Yo niña”. / Cortesía Festival de Cine Independiente de Villa de Leyva

Armonía se llama y eso mismo representa. Armonía es la protagonista de la historia que se alimenta de la vida de Natural Arpajou, la directora de Yo niña. Armonía nos señala ese fenómeno de la orfandad de América Latina, ella es el símbolo de una sociedad que elogia el vacío.

El fuego que la quema, el fuego que destruyó su primera casa y el fuego que quemó una Barbie vestida de azul es el elemento que anuncia el quiebre, que nos anticipa un giro en las emociones, en el curso de los propósitos de una familia hippie que nos sugiere y nos recuerda que lo difícil es estar al lado del camino, que serán muchos los días de hambre e incertidumbre, de seguir resistiendo y seguir creyendo que es posible realizar la existencia estando al margen de esa gran máquina que llamamos sistema y al que todos pertenecemos porque creemos en él o porque nos es indiferente que nos devore siempre y cuando estemos cómodos.

“Los chicos dicen que sos rara, los de la escuela”, le dice Gimpy a Armonía. Ella responde: “Lo mismo dicen de Janis Joplin”. Así se va reflejando una lucha que desde pequeños asumen muchos cuando hablan, piensan o sienten diferente. La sociedad, la ciudad, ese mismo escenario lleno de furia que señaló Cerati hace décadas y del que la familia de Armonía pretendía huir al vivir en uno de los bosques que dibujan la majestuosidad de la Patagonia argentina, es el mismo escenario que nos va consumiendo, que nos convierte a todos en “iguales”, pero no en los iguales de los que hablamos cuando exigimos un trato equitativo, sino los iguales que siguen las normas y el mismo camino para obtener grandes títulos. Esa misma ciudad que se hace agresiva es la que marca un choque en esta familia diferente que asume un discurso utópico y rebelde.

Arpajou, quien convirtió un texto de quinientas páginas que contenían muchos de sus dolores y sus preguntas en el guion para esta película, que a su vez es su primera obra cinematográfica, plasma en esta historia parte de su biografía, parte de la ausencia de un padre, de una familia hippie que se dedicó a una vida nómada, que le sembró a ella otras ideas y otras costumbres que se vieron en conflicto cuando tuvieron que enfrentarse a la realidad de Buenos Aires cuando ella tenía 16 años. Yo niña es un relato, unas reminiscencias y una posibilidad de repensar en la orfandad, en la educación, en la infancia como esencia y base de nuestra existencia.

Armonía crece aislada de la sociedad citadina, crece acompañando a su padre a pescar mientras él le inculca que la vida es mucho más pura y sublime si está lejos del sistema. Armonía, que inspira bondad y se alimenta de osadía, crece siguiendo sus impulsos y su irreverencia, provocados por una educación en la que la libertad se puede disfrazar fácilmente de libertinaje. El choque de ideales, sueños y un amor atravesado por el reto de permitir que los seres humanos sean como su corazón y conciencia dictan son los elementos que nutren esta película y dejan al espectador pensando en la imposibilidad de ser livianos y vivir sin ataduras ni secuelas.

Por Andrés Osorio Guillott

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