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Bienvenido a la inmortalidad, 'Cacique'

Con cantos y lágrimas, una multitud despidió ayer al cantante, quien fue enterrado en el cementerio Jardines del Ecce Homo en Valledupar.

Giancarlo Calderón / Valledupar
25 de diciembre de 2013 - 09:07 p. m.
Rafael Santos, hijo de Diomedes Díaz, cantó en honor a su padre.  / Adamis Guerra
Rafael Santos, hijo de Diomedes Díaz, cantó en honor a su padre. / Adamis Guerra
Foto: ADAMIS

Es por lo menos paradójico que un 25 de diciembre, fecha insignia de alegría por las festividades navideñas, sea el día en que se le dé la despedida al más querido de los músicos vallenatos: Diomedes Díaz. Y es que si alguien brindó, durante más de tres décadas, alegría a esta ciudad con sus canciones fue él. Y nadie mejor que él pudo vaticinar esta despedida, hace 22 años, cuando le contó en entrevista al también desaparecido periodista Ernesto McCausland cómo se imaginaba su entierro: “…Me pinto mi entierro, bonito, y el cajón allá en el medio… los pelaos vendiendo chicle, pastelito, gaseosa…”. Así, tal cual, su cuerpo ha permanecido durante tres días en la plaza Alfonso López, sobre la legendaria tarima Francisco ‘El Hombre’ y rodeado principalmente de sus familiares, amigos y seguidores (y los vendedores que también previó Diomedes, por supuesto).

Con la participación y colaboración de la Gobernación del Cesar, en cabeza de la primera dama, Cielo Gnecco; de la Alcaldía Municipal de Valledupar, y de la Fundación de la Leyenda Vallenata se le rindió homenaje y un último adiós, con todas las de la ley, al artista predilecto de esta ciudad. La “Plaza”, como se conoce popularmente en toda la región, permaneció atestada de vallenatos y visitantes de todo tipo: desde autoridades gubernamentales, militares y policiales, hasta personas de todos los estratos sociales de la ciudad. Asimismo, comerciantes de artesanías, que incluían camisas, sombreros, llaveros, entre otros, todos con frases alusivas a ‘El Cacique’ de La Junta. Títulos como “el inmortal”, “el más grande”, “el papá de los pollitos”, etc., haciendo referencia a la calidad artística que desplegó Diomedes dentro del género vallenato y la cultura popular nacional.

Cuando Enrique Luis Iceda, el cura que desde las 11 de la mañana ofició la celebración religiosa en honor a Diomedes, dijo, justo a las 12:18 minutos, el tradicional “podéis ir en paz…”, nadie se movió. Esta vez fue sólo una formalidad más, pues los acompañantes sabían de ante mano que iban a estar hasta último momento con su ídolo. Agradeciendo, con esto, con su mera presencia, tantas horas insospechadas de compañía que él, con su música, les regaló durante tanto tiempo.

Posteriormente el ministro de Vivienda, Felipe Henao Cardona, en representación del presidente Juan Manuel Santos y quien el día anterior había rendido homenaje al músico fallecido sembrando, junto al alcalde Fredy Socarrás, un árbol de mango como símbolo de vida, fue el primero que se dirigió a la multitud en el marco de los actos protocolarios que precedieron la partida del artista hacia el cementerio Jardines del Ecce Homo. Dijo, entre otras cosas, que Diomedes con su talento y su música logró no sólo llegarles a los corazones a los vallenatos y costeños, sino a todos los colombianos, que acogieron su música como algo propio. El gobernador del Cesar, Luis Alberto Monsalvo, resaltó los dotes artísticos del también compositor y se refirió a esta región como privilegiada por haber visto nacer y desarrollarse artísticamente a Diomedes. Otro de los participantes fue el alcalde de San Juan del Cesar, Carlos Julio Orozco, quien trajo a colación la coincidencia de la fecha del 25 de diciembre como el día en que se despide a ‘El Cacique’ de La Junta y el cumpleaños del también fallecido Juan Humberto Rois, quien fuera compañero musical de Diomedes y con quien grabó algunos de sus principales éxitos: El cóndor herido, Lucero espiritual, La plata, Páginas de oro, El parquecito, Ven conmigo, Por qué razón, María Esther, La reina, entre otros.

Los homenajes musicales comenzaron por cuenta de Los niños del vallenato, dirigidos por el Turco Gil. A pesar de su dolor, sus hijos Rafael Santos y Martín Elías, músicos como él, cantaron para despedir a su papá. Martín Elías cantó la recordada Mi primera cana y Rafael Santos, la emblemática canción inspirada en él mismo Mi muchacho. Luego Iván Villazón interpretó La sombra, Peter Manjarrés la entrañable Te necesito, mientras que Poncho Zuleta cantó la que le compuso el propio Diomedes, A un colega, Jorge Oñate interpretó la recientemente grabada por Diomedes y Álvaro López: La vida del artista. Los versos estuvieron a cargo de Iván Zuleta, quien en otra época acompañara con su acordeón al cantante y también interpretó junto con Rafael Santos Mi biografía. Cerró las presentaciones Silvestre Dangond con Gaviota herida, canción que interpreta siempre en homenaje a Diomedes.

Uno de los hechos espontáneos que conmovió al público fue la presencia de un ciudadano que llevaba una estatua de la Virgen del Carmen, conocida santa de devoción del artista y quien fue llamado desde tarima a que posara dicha Virgen al lado del féretro del cantante.

Valledupar está de luto, entristecida, de eso no hay duda. Pero ha estado y está tranquila, el comportamiento de la ciudadanía ha estado a la altura de las circunstancias. En su intervención, en la tarima Francisco ‘El Hombre’, el alcalde de la ciudad, Fredy Socarrás, lo recalcó y pidió seguir en esa tónica de “…ejemplo para el mundo, de que Valledupar es una ciudad de buen comportamiento…”. Esta tranquilidad y buena conducta de la gente no han reñido, eso sí, con los homenajes que principalmente con su música se le ha hecho desde que se conoció la noticia de su muerte: todas y cada una de las emisoras no han parado de programar la música de ‘El Cacique’. Canciones clásicas como El gavilán mayor, Tres canciones y Bonita, hasta lo recientemente lanzado al mercado como El hermano Elías, No llores mamá, y, sobre todo, Ay la vida, del compositor Marciano Martínez, que hace una alusión que no deja de ser conmovedora y simbólica en medio de esta circunstancia: “¡Ay la vida, tan bonita que es vivirla, con amor y compartirla…! ¡Ay la vida, que era alegre y divertida, con mis canciones sentidas…!”. Tal vez no haya una sola tienda de barrio y demás sitios donde normalmente se ameniza con música, así como innumerables casas de donde no salgan las notas, una y otra vez, de los temas musicales que hacen de Diomedes Díaz un inmortal de la cultura popular.

La funeraria que lo llevaba partió un poco antes de las 3 de la tarde, acompañada de un carro del Cuerpo de Bomberos donde se transportaban algunos de sus hijos y otros familiares. Y, por supuesto, de una multitud que con lágrimas y cantos siguió estando presente al lado del cantante. El recorrido comenzó en la Plaza Alfonso López y se dirigió a la carrera novena (donde de lado a lado, en andenes y puertas de casa, se instalaron personas con sillas y de pie para ver pasar la carroza fúnebre) hasta el monumento del “Pedazo de acordeón” y de allí hasta el Parque de la Leyenda Vallenata, donde la Policía, como estaba previsto, impidió el paso de vehículos. Sólo caminando la gente pudo acompañar al artista hasta Jardines del Ecce Homo, su última parada.

Si algo era predecible en la vida de este impredecible músico, como él mismo lo vislumbró en la mentada entrevista, era cómo sería su entierro. De hecho, por estas tierras, se volvió casi un lugar común decir, cada que moría un músico o alguien cercano al folclor vallenato: “¿Te imaginas cómo será el entierro el día que Diomedes se muera?”, sabiendo de ante mano, y dando la respuesta con el mismo tono desenfadado de la pregunta: “un gentío”. Y eso fue: un gentío llorando y cantando para despedir a su ídolo musical.


 

Por Giancarlo Calderón / Valledupar

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