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El espectador

Sentado los ve a todos. Políticos que fungen de ladrones. Hijos de ladrones que aspiran a políticos. Militares confundidos de bando. Narcocriminales con disfraz de guerrilleros. Periodistas de todas las raleas. Complacientes. Lamesuelas. Comerciantes de la pauta al por mayor.

Isabella Portilla
28 de noviembre de 2015 - 03:51 a. m.
Obra “Falsos positivos”, de Jorge Julián Aristizábal. / Jorgejulianaristizabal.com
Obra “Falsos positivos”, de Jorge Julián Aristizábal. / Jorgejulianaristizabal.com

Sentado los mira a todos desde la otra orilla, lejos de donde se presenta el espectáculo: en la palestra cotidiana. En la vitrina pública. En el convulsivo e inestable escenario de ese país de dolor.

Sentado y alejado contempla a los actores. Sus fracasos de gobierno. Sus excesos de mandato. Sus opiniones inservibles. Sus desfalcos. El descaro que ha corrido por sus venas y por las de sus parientes en esa Colombia de delfines, generación tras generación.

Sentado atestigua remotamente la endogamia del sistema. Los matrimonios de las altas esferas. La consolidación hegemónica de un apellido. La entrada triunfal de los herederos al Congreso: esa especie de reino criollo donde la mayoría aspira a un lugar. La sucesión paulatina de los tronos: López, Ospina, Valencia, Pastrana, Lleras, Santos, Gaviria, Galán.

Sentado atisba, a lo lejos, el humo hecho cortinas, telones teatreros. Condecoraciones y gratificaciones por los mal llamados falsos positivos. Las corruptelas de los millonarios contratos militares. Los relevos de los altos mandos del Ejército, los que siguen sin aprender las lecciones de prudencia en ese país de guerra y “paz”.

Sentado y retirado percibe el intercambio de balas. Las tomas a los pueblos. Las voladuras de oleoductos. Las masacres. Los secuestros. La infamia pura. El terror. Sentado atiende el progreso de las Farc: esa fábrica que hoy genera ingresos gracias a las drogas como si se tratara de una empresa próspera de marca nacional.

Sentado es testigo de la prensa manipuladora y manipulable. Cómplice y benefactora. Balbuceante ante la verdad. Poco seria y mal formada en el debate. Farandulizada: permeada de farsantes que, a causa de subir el rating, se proclaman periodistas.

Y así, sentado, el espectador contempla la tragedia de su vida repartida en días. Una mañana cualquiera, antes de ir a fisgar, clava la mirada en su silla y la detalla cuidadosamente. Nota, por ejemplo, que tiene dos patas a punto de quebrarse, que las uniones están flojas y el travesaño roto. Por su uso constante, la espuma del asiento ha perdido volumen y al peinazo del espaldar la madera se le ha empezado a pudrir. Entonces todo está visto: es por su silla dañada que le incomoda el espectáculo y es por eso que al final de cada función nunca ha podido aplaudir.

 

Por Isabella Portilla

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