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El último adiós al 'Mono' Salgar

A la iglesia Inmaculada Concepción asistieron reconocidos periodistas para rendirle homenaje al ex- director encargado de

Adriana Marín Urrego
24 de julio de 2013 - 03:36 a. m.
Los hijos de José Salgar mientras retiraban el féretro de la iglesia en compañía de amigos y familiares. / Fotos: Gustavo Torrijos
Los hijos de José Salgar mientras retiraban el féretro de la iglesia en compañía de amigos y familiares. / Fotos: Gustavo Torrijos
Foto: Gustavo Torrijos

“No me afano con eso de morirse o no morirse. Eso de morirse es cosa de jóvenes, para mí ya es una cosa natural”. Eso dijo José Salgar en su última entrevista para El Espectador, y murió así, hace dos días, como cosa natural. Ayer fue la misa en la iglesia de la Inmaculada Concepción y luego la cremación en Jardines de Paz. La misa estaba citada para las 12 del día y la gente empezaba a llegar despacio. Dentro de la ola de personas vestidas de negro, que hacían presencia para honrar al que fue, por mucho tiempo jefe de Redacción de El Espectador, estaban muchos periodistas que se consideran sus discípulos, para quienes la figura de don José Salgar será siempre un ejemplo de dedicación y tranquilidad.

Había muchos. Editores, redactores, fotógrafos, columnistas y traductores. Caras tristes y movimientos de cabeza. De pronto, se encontraban dos miradas que hace tiempo no se veían. Un abrazo y el tema de ahora, la terrible noticia: la muerte de don José Salgar. La pequeña plaza afuera de la iglesia se convirtió en un lugar de recuerdos. “Era muy estricto, pero no se le notaba”, cuenta Rodrigo Dueñas, el que fuera editor de fotografía en su época. “Siempre con una sonrisa y una buena explicación. No gritaba ni regañaba. Nunca se le escuchó un grito”. Muchos más estuvieron de acuerdo. Ese era él, con su tranquilidad, su amabilidad y su gran capacidad de liderazgo.

En aquella plaza de la 96 con 11 evocaron en unísono la calma con la que manejó la situación después de la bomba en 1989. Todos escucharon la explosión, desde diferentes lugares de la ciudad, y corrieron desde donde estuvieran hasta el periódico. La familia Cano estaba diciendo que no, que había que cerrar la redacción, por lo menos por un tiempo. Y fue don José Salgar el que dijo que no, que había que continuar, que el periódico debía salir al día siguiente.

“¡Seguimos adelante!”, fue el titular del domingo 3 de septiembre de 1989, que le mereció un Simón Bolívar. No por las dos palabras, escritas una detrás de la otra, sino por todo el coraje que había detrás de ellas, la fortaleza de liderar un ejército ya falto de esperanza.

Entre escombros y vidrios rotos, la redacción de El Espectador se levantó. “La orden fue: ‘retraten todo, interno y externo, y vamos a pedir ayuda”, afirma Dueñas. Ese mismo día hubo redacción, fotos e impresión. Al otro día hubo periódico. En blanco y negro, pero hubo periódico.

En los recuerdos se evidencia el cariño. En las anécdotas está la admiración. Los armadores, los redactores, los editores, todos lo recuerdan en su movimiento por el periódico, siempre con un esfero en su mano derecha. Leía todo —o casi todo— lo que se producía y marcaba los errores con papelitos rojos. “Era un periodista universal que estaba en todo. En todo menos en una cosa: en los deportes”, cuenta Mike Forero Nougués, legendario editor deportivo del diario.

Era ‘un hombre de la calle’, como lo afirmó el periodista Javier Darío Restrepo en el discurso que dio al finalizar la ceremonia. Alabó su profesionalismo, su ética, su pasión y su entrega. Reafirmó su entereza en momentos de crisis y lo recordó como un hombre curioso, “un periodista que nunca dejó apagar la lámpara de sus asombros”. Ahí estaba su secreto, su talento por conocer qué y cuál era la noticia: “Yo lo imagino, en esta hora, en su viaje final, respondiéndose por fin las preguntas que los humanos mantenemos sin respuesta, enfrentando las realidades deslumbrantes de su nueva forma de existir y quizá con la frustración de no poder convertir todo eso en noticia”. Así lo describe Restrepo, como un periodista completo.

amarin@elespectador.com

@adrianamarin.u

Por Adriana Marín Urrego

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