"A las Farc las creó el Estado"

El último libro de Pedro Claver Téllez, ‘Punto de quiebre’, habla del crimen de ‘Charro Negro’, que, según dice, dio origen a esa guerrilla.

Jhonwi Hurtado
27 de diciembre de 2014 - 02:00 a. m.
El periodista con nombre de santo es un cronista del mundo de las esmeraldas, la mafia y la política.  / Diego Valencia Gómez
El periodista con nombre de santo es un cronista del mundo de las esmeraldas, la mafia y la política. / Diego Valencia Gómez
Foto: Diego Val

Sombrero, gafas, cabello largo y barba blanca caracterizan a Pedro Claver Téllez, nacido en un pueblo de Santander llamado Jesús María en el año 1941. A los siete años de edad llegó a vivir a Bogotá. Es el hijo número 19 de su papá, y el primero de su mamá. Fue mal estudiante en el colegio. Veía a su mamá tan joven que la confundía con una hermana y le decía: “Usted no me regañe, usted es mi hermana”.

Se ha destacado por ser cronista trabajando para diferentes periódicos nacionales. Ha escrito quince libros, entre ellos Crónica de una vida bandolera y La Guerra Verde, y tiene siete sin publicar. Es tildado de “violentólogo”, porque casi todas sus crónicas hablan de la violencia que ha padecido Colombia a causa del conflicto armado o la guerra esmeraldera.

Pedro Claver Téllez ha llegado a Pereira para dar un seminario sobre el boom latinoamericano de la crónica. No llegaron más de cuarenta personas a escucharlo, aunque la invitación había llegado a más de 200 periodistas. Pero un hombre que ha vivido escribiendo y haciendo periodismo más de cuarenta años puede hablar para 200 o para cinco personas con la misma capacidad de hacerse escuchar.

“La crónica es un género híbrido: novela, reportaje, cuento”, dice con su voz seca. Habla un poco de su último libro, Punto de quiebre, y de algunos elementos que lo llevaron a escribirlo. También recuerda el trabajo periodístico que ha hecho sobre la guerra esmeraldera en el país y cómo eso lo ha puesto en ciertos peligros: “Uno tiene que correr muchos riesgos y tiene que aprender a sortearlos”.

El seminario sólo dura unas cuatro horas. Se nota cansado, aún el sonido del avión retumba en sus oídos. Después de la rutina protocolaria, de preguntas y respuestas, puede ir a descansar. A las tres tiene otra cita con la ciudad. En la librería Roma lo esperan algunas personas que quieren seguir escuchando a un hombre que, además de ser escritor, heredó de su padre, Gonzalo Téllez, la capacidad de la narración oral.

Pocos minutos después de las tres de la tarde ya se encuentra sentado en la librería, rodeado tal vez de su mejor compañía: los libros, entre ellos uno de su autoría que ha encontrado allí, el último que quedaba.

Claver recuerda mucho a su padre. De él heredó el gusto por la escritura: “Mi padre era un excelente orador, y yo me podía quedar horas escuchándolo. Él contaba una historia y yo tomaba apuntes. Cuando terminaba de narrar me decía: ‘Bueno, ahora escríbame el resumen de lo que le conté’”. Entre tantas historias que escuchó de su padre, recuerda cuando le contó que cargaba el fusil de Uribe Uribe durante la Guerra de los Mil Días.

Ha vivido en la violencia. Ha escrito sobre ella y la ha padecido en carne propia. Fue secuestrado por el Eln, junto con un periodista finlandés: “Ellos lo confundieron con un gringo y decían que yo trabajaba para el CTI. Nos iban a fusilar; a él por ser gringo y a mí por ‘traidor a la patria’. No tenían idea dónde quedaba Finlandia”. Recuerda también que tal vez por ser santandereano, y por la costumbre de tomar café todos los días, su estómago no sufrió tanto como el de su compañero de secuestro.

Claver está rodeado de ocho personas en la librería. A veces levanta su sombrero para tocarse la cabeza, sus pies se mantienen cruzados, parece sentirse cómodo entre jóvenes. “Yo nunca me identifiqué con la gente de mi generación”.

Sabe que al periodista las casualidades muchas veces lo llevan a grandes historias. Cuando habían pasado 20 años de la toma de Marquetalia, recuerda con ironía la manera en que esos campesinos fueron denominados como “repúblicas independientes” por Álvaro Gómez Hurtado. Veinte años después trabajaba para Cromos y quiso saber qué había pasado allí: “Llegué a ver qué había pasado después de tantos años. Tuve un accidente, me caí de una mula, pero eso fue lo que me llevó a lo que buscaba, cuando me llevaron a la farmacia, a la única farmacia del pueblo. Resultó que el dueño había sido muy amigo de Tirofijo y de Charro Negro. Me puse a hablar con el hombre y grabé nueve horas de conversación”. Después de eso escribió el artículo para Cromos y guardó la grabación. Sólo hace unos años, cuando se encontró con una mujer con la que había convivido, recuperó la grabación: “Ella me dijo: mire a ver si va por ese baúl que dejó en la casa o yo lo boto”. Fue por el baúl, encontró la grabación, logró que alguien la pasara a digital y de ese casete que se quedó en un baúl por muchos años, marcado como “Marquetalia”, acompañado de otras investigaciones, nació su último libro, Punto de quiebre, y otro que escribe en el momento. Esa grabación, que resultó de un accidente, se convirtió en la gasolina de dos libros.

Ahora, Pedro Claver Téllez se dedica a dar clases en universidades, a dar conferencias cuando lo invitan y a escribir un libro que, dice, dará mucho de qué hablar.

Uno de los asistentes le pregunta: “¿Qué ha significado la mujer en su vida?”. Él responde: “Yo he sido afortunado y desafortunado. He vivido con siete mujeres a lo largo de mi vida. Dramáticas, locas todas, tres de ellas esquizofrénicas. Rompen con todo. Pero perder siete amores me ha hecho fuerte para sobrevivir”.

La tarde va cayendo. A pesar del cansancio de un día agotador, Claver se muestra contento. Dice que momentos como ese de compartir con personas, de escuchar y ser escuchado, son momentos de mucha felicidad. Antes de despedirse de los presentes, y de vender algunos ejemplares de Punto de quiebre, dice: “El objetivo de ese libro es demostrar que a las Farc las creó el Estado”.

Por Jhonwi Hurtado

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