Música desde el contraste

‘Laberinto’ es la primera propuesta discográfica de este proyecto sonoro, pensado a partir de conceptos audiovisuales.

Juan Carlos Piedrahíta B.
15 de julio de 2013 - 02:39 a. m.
Cada presentación del  proyecto Laura y la Máquina de Escribir debe ser una experiencia única.  / Archivo particular
Cada presentación del proyecto Laura y la Máquina de Escribir debe ser una experiencia única. / Archivo particular

Laura Torres, cerebro, voz y rostro del proyecto Laura y la Máquina de Escribir, conjuga la planeación y la improvisación. Durante el proceso de creación, todo debe estar estructurado, casi cronometrado, pero en el momento de cerrar la puerta del estudio de grabación casi todo se vale. Ese es el instante propicio para jugar, para establecer conexiones gratuitas y para permitir la aparición de su personalidad múltiple, que va desde la concentración de una escritora solitaria y metódica, hasta las aristas de una compositora libre y espontánea que exhibe sus rutinas a través de las letras que compone.

Estudió literatura en la Universidad de los Andes, pero de manera simultánea tomaba clases de canto y desarrollaba su capacidad innata de expresarse con las canciones, apropiándose de vivencias ajenas y transformándolas en discursos propios.

Laura Torres siempre se permite juegos. Según ella, la música es para divertirse, hay que improvisar y ver qué es lo que resulta de todo lo que los seres humanos tienen por dentro. Por eso, su forma de comunicación es mediante la implementación de dinámicas, con propuestas de recorridos inesperados y contrastados para que el público se deje guiar por su intuición. Ella por lo menos sigue la suya desde que estaba pequeña y acompañaba a su papá a la oficina. Mientras él trabajaba, Laura jugaba con las máquinas de escribir del lugar.

En ese entonces golpeaba el teclado y simulaba tomar un dictado, así estuviera hundiendo la misma letra todo el tiempo. Desde ahí le parecen objetos increíblemente exóticos, útiles y divertidos. Por eso bautizó su proyecto musical como Laura y la Máquina de Escribir, así jamás haya tomado clases de mecanografía y su relación con ellas sea parte de la estructuración de su desarrollo artístico.

“Mi productor Appu Krishnan, que es de la India, me pidió todas las canciones en español para saber cómo sonaban, pero también me solicitó la traducción en inglés para entender el contenido y hacerse una idea global del proyecto. De él fue la idea de incluir en el tema El mannequin, el único cantado en un idioma distinto al español, el sonido de una máquina de escribir cuando no teníamos ni idea de cómo se iba a llamar esta propuesta musical. Por eso es que son tan importantes estos aparatos para mí”, dice Laura Torres, quien considera que la composición es una actividad de catarsis, es un proceso de liberación de sentimientos.

El formato instrumental de las canciones de Laura y la Máquina de Escribir no es constante y la participación de cada componente se realizó a partir de ideas cinematográficas. Los instrumentos intervienen según el contenido de las letras y de acuerdo con lo que se narra durante la historia. Por ejemplo, en El diario dice..., presente en Laberinto, debut discográfico del proyecto, se refleja su carácter oscuro a través del protagonismo de la batería y de la percusión menor, aunque después se aclara el panorama con la inclusión de un chelo y un contrabajo.

“Laberinto surge de un repertorio bastante amplio de canciones originales. Cuando me radico en Los Ángeles, ciudad a la que me voy a estudiar música, me doy cuenta de que es necesario componer distinto y me concentro en la realización de canciones hechas a partir del piano y la voz. Todos los temas del álbum corresponden a ese momento específico de mi existencia. Tal vez la única que no se ajusta a esa característica es Letras tangos tristes, que hice al lado de María José Morales”, cuenta Laura Torres, quien se inscribió en un programa llamado Artista Independiente, en el que comprendió buena parte del proceso. Ahí, incluso, aprendió a grabarse a ella misma.

Antes le gustaba interpretar covers, aquellas canciones reconocidas de otros artistas. Sin embargo, ese oficio en la actualidad lo tiene guardado en el baúl, porque al cantar sus propias canciones siente que se conoce un poquito más. Laura y la Máquina de Escribir está en un momento singular en el que disfruta con los contrastes en sus canciones. Hoy, casi que podría garantizar que su sello es un péndulo sobre el que viajan las emociones humanas.

“A mí me pasó algo curioso y es que luego del lanzamiento del álbum, tiempo en el que he debido estar concentrada para la promoción y demás, se me han multiplicado las ideas para componer canciones. Tengo la cabeza llena de historias y no veo la hora de plasmarlas y escucharlas a capella o con el acompañamiento de un piano”, comenta Laura Torres.

El reto actual está centrado en el diseño especial para las presentaciones. Para ella, cada concierto de Laura y la Máquina de Escribir debe ser una experiencia única y de ahí que las diferencias entre el material incluido en Laberinto y las versiones en vivo sean muy marcadas. En lo que se asemejan es en que están hechas para escuchar, jugar y divertirse.

Por Juan Carlos Piedrahíta B.

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