Siete generaciones de la familia Buendía y la historia del pueblo ficticio de Macondo son contadas en la novela Cien años de soledad, una de las obras más notables del escritor Gabriel García Márquez (1927-2014). El libro llega por primera vez al audiovisual con una serie de televisión bajo la dirección del argentino Alex García López y la colombiana Laura Mora.
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La producción de Dynamo, que cuenta con la financiación y distribución del gigante del streaming Netflix, relata el clásico de la literatura colombiana con la maquinaria de producción estadounidense. Entre los roles destacados, que aún son poco comunes en los proyectos nacionales, está el de la coordinación de intimidad, una labor que tomó fuerza a partir del movimiento MeToo en Hollywood.
“Con todo este boom del movimiento MeToo se hace evidente que había abuso de muchos productores y directores en estas escenas íntimas e incluso en los castings. Por eso se crea la figura de coordinación de intimidad, un rol todavía muy nuevo”, explica Andrea Peláez, coreógrafa, directora de movimiento y cineasta que participó en la serie de Cien años de soledad como coordinadora de intimidad junto a Tatiana Barrero.
“Un coordinador de intimidad es un defensor, un enlace entre los actores y la producción, y un entrenador de movimiento y/o coreógrafo con respecto a la desnudez, el sexo simulado y otras escenas íntimas e hiperexpuestas”, se lee en la página del Sindicato de Actores de Cine-Federación Estadounidense de Artistas de Radio y Televisión (SAG-AFTRA por sus siglas en inglés).
“Al casarse en contra de la voluntad de sus padres, los primos José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán dejan atrás su pueblo y emprenden un largo viaje en busca de un nuevo hogar. Acompañados por amigos y aventureros, su periplo culmina con la fundación de un utópico pueblo a las orillas de un río de piedras prehistóricas que bautizan Macondo. Varias generaciones de la estirpe de los Buendía marcarán el devenir de este pueblo mítico, atormentadas por la locura, los amores imposibles, una guerra sangrienta y absurda, y el miedo a una terrible maldición que las condena, sin esperanza alguna, a cien años de soledad”, se lee en la sinopsis de la serie.
La historia de la novela, que toca temas como la violencia o relaciones sexuales e incestuosas, se requería del rol de coordinación de intimidad, un papel que existe mucho antes de ser llamado así, pero que era realizado por los directores de movimiento y los coreógrafos. “Cuando había escenas íntimas, es decir, escenas de desnudos, un parto, o momentos donde los actores puedan ser vulnerables o sentir mucha intimidad, necesitaban un apoyo que era parte de la dirección del movimiento”.
Aunque la coordinación de intimidad se formalizó en 2018, Peláez viene desarrollando la labor desde hace más de una década. En el cine, las series y el teatro el rol se ha ido pidiendo cada vez más. Series como Sex Education, Bridgerton y Euphoria, así como películas de diferentes países, ya tuvieron este rol en su nómina. Si bien su foco está en las escenas de desnudos y en las de sexo simulado, cualquier escena o acción que pueda incomodar a los actores, física o mentalmente, debería contar con la participación de un profesional en esta área.
“Es una creación colectiva con un ambiente de mucho respeto y confianza para que los actores puedan desarrollar lo mejor de sí en esa cada escena. Así como hay un libreto escrito, también hay un libreto corporal, donde ellos los actores con la dirección estamos en acuerdo, de que ya se sabe lo que se va a hacer”, agrega Peláez.
Antes de que existiera el rol hay muchos momentos en la historia del cine y la televisión en los que hubiera sido necesario tener un profesional en las producciones. Uno de los ejemplos más conocidos es el de Maria Schneider, una actriz que participó en la película El último tango en París y en cuya producción fue abusada sexualmente para “darle realismo a una escena”.
“Recuerdo un artículo que salió sobre Carolina Sabino, que tenía una escena en Momposina. Era una escena violenta sentimentalmente en la que el personaje de su papá la regañaba, la encerraba en el cuarto y la tiraba a la cama. Terminaron la escena y ella no paraba de llorar. Fue una confrontación con su figura paterna y le hizo una conexión con fibras internas muy fuerte, que la puso en un estado vulnerable. Luego no podía filmar. Esos son situaciones donde quizás sería bueno que el actor, la dirección y la producción previera un poco la participación de una coordinación de intimidad”.
Coordinar la intimidad de un clásico literario
Peláez explicó su flujo de trabajo como coordinadora de intimidad en una producción como la de Cien años de soledad. “Es muy elaborada, tienen tiene un proceso muy sistemático. Tenemos que leer las escenas para saber de qué se trata. Hablo con Tatiana al respecto y luego tenemos una reunión con el director o la directora. En este caso con Álex García López y Laura Mora. Hablábamos con ellos para entender su punto de vista, su visión”, cuenta la coordinadora.
Después el actor lee la escena y se reúne con el director. “Tenemos un primer encuentro todos para saber cómo se sienten el actor con la escena. Cuando ya estamos sincronizados hablamos para entender cuáles pueden ser las fortalezas para desarrollar la escena o qué podemos hacer cómodos que nos sugiere la escena. Se empieza a crear esa visión y se hablan de los límites, como hasta qué punto quieren llegar”.
La primera parte de la serie se estrena el 11 de diciembre. “Estoy muy orgullosa de esta participación en la coordinación de intimidad. Tuve la oportunidad de trabajar con actores profesionales y naturales, que es el reto de esta producción. Quién se ha leído Cien años de soledad sabe que hay mucho trabajo para una coordinadora de intimidad y con personas de muchas edades. Creo que curiosamente el hecho de ser mamá me ha dado también ese complemento a mi profesión, de saber cómo guiar, escuchar, entender la mirada de un niño, ponerse en su nivel y hablar desde ahí. Llegar desde el juego y que se mantenga la inocencia, para mí es clave eso”, concluye Peláez.