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El discurso del vencedor

Con el rol de Jorge VI, el británico no sólo se quedó con el Oscar, sino que obtuvo el Globo de Oro y el Premio del Sindicato de Actores.

Fabián Waintal/Especial para El Espectador Los Ángeles

28 de febrero de 2011 - 05:00 p. m.
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La película El discurso del rey ya había recibido en Inglaterra 14 nominaciones con la versión británica del Oscar. Y en Hollywood, resultó ser la más reconocida, con 12 postulaciones, en las que figuraban los actores Helena Bonham Carter, Geoffrey Rush, además del premiado Colin Firth, claro. En el camino, quedó la representación hispana de Javier Bardem (Biutiful), el ganador del año pasado Jeff Bridges (True Grit), el más joven Jesse Eisenberg de Social Network y hasta el presentador de la ceremonia James Franco (127 Hours). Pero el Oscar sólo podía tener un ganador, un rey, y ese fue Colin Firth.

En la ciudad inglesa de Grayshott, Firth nació el 10 de septiembre de 1960. Bastante cerca de la nobleza, el padre daba clases de historia en la  Winchester University. Sus abuelos eran misioneros y él pasó su infancia en Nigeria, hasta que volvió a Gran Bretaña, donde actuó por primera vez en la escuela.

Luego se inscribió en el Centro Dramático de Chalk Farm y con su representación de Hamlet comenzó la carrera profesional en teatro. También tuvo trato aristocrático, cuando recibió el premio como Mejor Actor de la Sociedad Real de TV por el rol de Robert Lawrence en la producción Tumbledown.

¿El haber ganado el Oscar por representar al rey de Inglaterra le agrega algún efecto político?

No me gusta enredarme en los juicios políticos, porque me doy cuenta de que mis opiniones más insignificantes tienen mucha más atención de la que se merecen.

¿Teniendo en cuenta el Oscar y la aprobación de la reina en su interpretación del rey Jorge VI, cree que lo invitarán a la próxima boda real del príncipe William?

Por lo que tengo entendido, ya enviaron las invitaciones. La mía definitivamente se perdió en algún lugar del correo.

¿Y a los que vieron ‘El discurso del rey’ qué mensaje cree que les dejó?

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La verdad, no creo en dejar mensajes con mi trabajo. No me parece que los actores seamos predicadores ni filósofos. Soy una persona abierta, pero eso no significa que al contar una historia tenga que prescribir lo que la gente debe pensar u oír. No estoy en ese negocio. Pero me impresiona la respuesta de la gente con esta película, parece ser bastante personal. Y es muy variada. Los especialistas en corregir la dicción y la gente que tiene dificultad al hablar han respondido muy bien.

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¿Qué opina de una nueva versión de la película, prohibida para menores de 13 años?

No la he visto, no sé nada al respecto. ¿Cortaron las escenas de los insultos? Si es así, no lo apoyo, porque me parece que la película tiene su integridad, tal cual y como está. Pienso que esa escena pertenece exactamente a donde está, tiene un propósito. Y yo no soy alguien que es muy casual en ese tipo de lenguaje. No me causan gracia. Llevo a mis hijos a ver partidos de fútbol y jamás podría hacerlo si quisiera protegerlos de esa clase de malas palabras. Odio escuchar ese lenguaje, pero tampoco voy a negarles la experiencia de ver un buen partido.

¿Después de tartamudear tanto en el rodaje... nunca tartamudeó en su casa?

Sí, sí. No sé por qué. Supongo que tiene que ver con la memoria del entrenamiento muscular. Si practicas piano todos los días, algo en tu cerebro se va a adaptar, dejando un mensaje subliminal. Con los deportes pasa algo similar. Probablemente es lo que pasó conmigo. Tampoco es un verdadero tartamudeo como el de mi rol, sino la interferencia de hablar fluidamente. Y no sólo me pasó a mí, también al director.

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‘El discurso del rey’ ganó también como mejor película y mejor dirección, ¿hasta qué punto influyó la buena dirección en su Oscar?

En muchas formas, el modo de trabajar fue propicio con la clase de tensión que yo necesitaba para mi interpretación. Lo primero que hizo Tom Hooper fue tomar una escena de diez minutos, que es una obra de tres actos, saltando con la cámara en mi cara. No tenía otra salida que comprometerme al máximo, no hubo ensayos.

Y ahora que se terminaron todas las entregas de premios, ¿cómo piensa aprovechar el tiempo libre?

Ya empecé a tener fantasías sobre lo que quiero hacer después del Oscar. Pienso ponerme a cocinar muchísimo. No creo ser bueno en la materia, pero descubrí que es una buena forma de distensionarme. Tal vez seré el único que coma lo que cocine.

Por Fabián Waintal/Especial para El Espectador Los Ángeles

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