Hace tres años que Meghan y Harry contrajeron matrimonio rompiendo ideas y un panorama nunca visto dentro de la monarquía británica. En este caso, el príncipe fue en contra de la corriente y las reglas impuestas, ya que se casó con una mujer mayor que él, estadounidense, descendiente afro, actriz, divorciada y sin origen noble.
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A pesar de que se veía a la pareja compartiendo feliz con la familia real, los problemas fueron apareciendo hasta llevar a la situación en la que los duques de Sussex se separaron de la monarquía.
En diálogos con la periodista Oprah Winfrey, la esposa de Harry definió a la familia real como indolente, fría y desinteresada frente a la situación de uno de sus integrantes. Sus señalamientos cayeron sobre la cabeza de la monarquía, la reina Isabel II. Las opiniones están divididas: mientras unos aplauden la valentía de Meghan al referirse al racismo y a la poca importancia que le da la corona a la salud mental, también hay quienes la consideran una trepadora y ególatra, que ha arrastrado a Harry.
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A pesar de que la Reina Isabel tiene como regla no opinar sobre alguna situación que los involucre, en esta oportunidad ha sido distinto. Envió un comunicado en el que manifiesta que cada cual tiene su forma de recordar las cosas y que no hay racismo en el palacio. A parecer, esta decisión fue tomada porque la monarquía podría presentar problemas políticos.