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El hombre más buscado’ arranca con la imagen de un hombre, Issa Karpov, que se arrastra fuera de las aguas sucias del puerto alemán de Hamburgo: un hombre mal vestido, la barba desordenada, con una mezcla de ira y dolor en la mirada, que lleva a cuestas una carga que lo perseguirá largamente después de que termina de salir del agua y se inserta en una ciudad en la que, prontamente, será presa de los servicios de inteligencia alemanes. El hombre más buscado, claro, es un hombre que viene huyendo.
Dirigida por Anton Corbijn, la película está basada en la novela del mismo nombre de John le Carré, un escritor ampliamente conocido por sus libros de espías en los que, más que explosiones y disparos, hay un amplio juego de cosas que no se dicen, de asuntos que se ocultan en los que se juega la vida, la muerte y todo lo demás. La película es una brillante adaptación de una tensión que funciona muy bien en literatura, pero que no siempre es la materia prima para una película de espionaje.
La trama quizá es simple: Karpov es un checheno que llega a Alemania en busca de un banquero, recomendado por su difunto padre (un personaje sombrío que ha dejado un rastro de horror en la vida de su hijo), para pedir un dinero que le pertenece; Karpov ha sido torturado en Rusia, estuvo preso en Turquía y es musulmán: algunos elementos con los que el mundo después del 9/11 puede definir con ligereza y rapidez quién es un terrorista. Alguien debe detenerlo y salvar la jornada y es ahí en donde se ubica Günther Bachmann, el jefe de un servicio de inteligencia clandestino en la ciudad.
Y acá la cosa ya no es simple, pues tanto Le Carré, como Corbijn, han plagado la historia con una serie de matices y elementos que no ayudan en la tarea simplificada de distinguir entre el bien y el mal. Bachmann, un hombre recorrido, entiende los pequeños detalles que separan un personaje problemático del terrorismo y sus acciones complican la posición política del espía, tanto que en cierto punto, tal vez, es válido preguntarse quién es el hombre más buscado.
Este giro en el centro de la película, en el punto de tensión de la trama, no sólo se debe a un tema de historia, sino también a la interpretación que Philip Seymour Hoffman hace de Bachmann. Con un inglés de acento cargado, el espía es un personaje del cual no sabemos demasiado, pero cuyos gestos simples, pero decisivos, remiten al espectador hacia un pasado entregado a un oficio arduo y complejo, una profesión que lo ha llenado de cicatrices que jamás sanarán.
Este no es el espía preferido por Hollywood, el agente atlético que carga hacia la cámara con la determinación que le otorga saberse el bueno de la película. Bachmann, en una escena en la que baja de un helicóptero, va hacia la acción mientras intenta meterse la camisa entre el pantalón con calculada desidia; este es un hombre que entiende las sutiles diferencias entre el bien y el mal y para quien el espionaje es un asunto de escuchar, más que de disparar.
Como en otras de sus novelas (muchas de éstas adaptadas al cine o la televisión), Le Carré ha dotado a su héroe (si el término aplica) de una densa nube de cigarrillo, más una pequeña licorera que convenientemente comienza a ser desocupada con el café de la mañana.
Al igual que sucede en los libros, ‘El hombre más buscado’ se toma su tiempo en entrar en acción, si se puede decir de esta forma. Mientras tanto, el novelista y el director se entregan a la exploración de los motivos y honduras de sus personajes sin mayores afanes. Los dos saben que, en últimas, el espionaje y tantos otros oficios de cuidado son una labor de paciencia, como cocinar a fuego lento.
Lo que hay en la pantalla, sin explosiones ni comandos tácticos ni drones ni satélites ni flotas de portaaviones, es un cuidado ejercicio de diálogo (en el que se callan muchas cosas) y de actuaciones impecables en las que cada gesto va revelando la calculada coreografía que compone cada personaje.
La Carré mismo ha reconocido que sus libros suelen funcionar de una forma en la que en las primeras 100 páginas no sucede mayor cosa, al menos en apariencia. Luego ya llega el momento de las resoluciones, que suelen entrar en escena a gran velocidad, como un pronto aguacero, pues el final siempre es un asunto que tiene claro, el problema es el comienzo y el medio, nada más.
Esta fórmula quizá se hace aún más visible en ‘Tinker, tailor, soldier, spy’, una historia profundamente sumergida en la Guerra Fría en la que la técnica de decir callando quizá va hasta un extremo de deliciosa precisión. Gary Oldman encarna al personaje principal de esta narración (Smiley) y lo llena de una solemnidad interior en la que aparecen las grietas de una persona quebrada para siempre por dentro, pero que en últimas debe salvar a la inteligencia británica del alcance de la KGB.
‘El hombre más buscado’ es el último papel protagónico de Philip Seymour Hoffman, quien murió en febrero de este año y en cierta forma podría funcionar como una especie de testamento acerca de la labor del actor, como escribió la crítica de cine Manohla Dargis; el artista brilla con un personaje complejo y pleno de silencios, un hombre atormentado, al parecer, por la constante necesidad de vivir en un mundo invivible.