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Isabel Allende: “Ahora nada de lo mío es privado”

Lifetime estrena este viernes la miniserie “Isabel: la historia íntima de la escritora Isabel Allende”, en el que se recopilan los instantes más emblemáticos en la vida de la autora chilena.

29 de julio de 2022 - 02:00 a. m.
Isabel Allende asegura que no piensa en la oportunidad de reescribir ninguno de sus relatos porque si lo hiciera tendría mucho por cambiar.  / Cortesía: Lifetime
Isabel Allende asegura que no piensa en la oportunidad de reescribir ninguno de sus relatos porque si lo hiciera tendría mucho por cambiar. / Cortesía: Lifetime
Foto: Lori Barra

Isabel Allende tiene cerca de 25 relatos traducidos en más de 42 idiomas y una vida que es un libro abierto. Por eso no se sorprende al saber que 50 años de su existencia serán exhibidos en la miniserie de tres capítulos Isabel: la historia íntima de la escritora Isabel Allende, que estrenará Lifetime este viernes 29 de julio.

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La célebre autora de relatos masivos como La casa de los espíritus y De amor y de sombra se siente tranquila con el rol que representa para las voces femeninas en la literatura latinoamericana. Sin cargas excesivas, pero con la convicción de cada palabra, ella porta una bandera de vanguardia y liderazgo.

Conversamos con Isabel Allende sobre la producción audiovisual, las mujeres de su vida y el momento en el que pensó que no podría seguir adelante con su actividad literaria.

Nació en Lima (Perú), pero es chilena. ¿Cómo influyeron esas culturas en su estilo de vida, personalidad y narrativa?

Nací en el Perú prácticamente por casualidad. Mi mamá se casó con un diplomático chileno y estando en el Perú nací yo. Y los hijos de los diplomáticos, cuando son registrados, inscritos en el consulado, tienen la nacionalidad de los padres. Así que siempre tuve nacionalidad chilena. Mi padre abandonó a mi madre cuando yo ni siquiera había cumplido tres años y mi madre regresó a Chile a vivir en la casa de su padre con tres niños. De manera que yo me crié en Chile y es esa casa de mi abuelo con el sótano, con esa casa sombría, con mi abuelo viudo y mi madre sintiéndose muy desgraciada. Eso es lo que más recuerdo y lo que más ha influido en todo lo que escribo. Uno siempre vuelve a la infancia, siempre vuelve a las primeras memorias y ahí se enraíza todo, la imaginación, la personalidad. Todo.

En esa casa, usted escribe una carta que se convierte en parte importante de su primera novela, “La casa de los espíritus”. ¿Cómo recuerda esos momentos?

Cuando yo escribí esa carta, ya no vivía en esa casa. Había pasado muchísimos años, mucha vida. Y yo estaba viviendo en exilio en Venezuela, después del golpe militar en Chile. Y mi abuelo, el 8 de enero, supimos que estaba muy enfermo, y mi forma de despedirme de él, ya que no podía volver a Chile, fue escribirle una carta. Sin embargo, al segundo o tercer párrafo ya me di cuenta de que no era una carta como todas y que posiblemente mi abuelo nunca la iba a leer. Se me disparó la imaginación y todas las historias que tenía adentro salieron como un torrente. Y al cabo de un año escribiendo solamente de noche, porque tenía un trabajo de día de doce horas diarias, tenía 560 páginas en el mesón de la cocina y ese era el primer libro: “La casa de los espíritus”.

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“La casa de los espíritus” la convierte en una voz feminista. ¿Se siente pionera de ese tipo de movimientos en países machistas por tradición?

Cuando estos hechos ocurrieron nadie pensaba así. Existía el boom de la literatura latinoamericana desde los años 60, que duró hasta pasados los 80. Y eran todas voces masculinas. No había voces femeninas. No porque las mujeres no estuvieran escribiendo. Escribían en América Latina desde sor Juana Inés de la Cruz. Pero sus libros eran publicados en ediciones menores, mal distribuidos, la crítica las ignoraba, los profesores de literatura no enseñaban. Y cuando La casa de los espíritus tuvo tanto éxito, se dijo que yo era la única voz femenina del boom. Pero después se dijo: “No, no, no, ella no es del boom y es posboom”. Hoy día existe lo que estamos llamando ya el boom de la literatura femenina latinoamericana, porque hay un montón de mujeres jóvenes extraordinarias que están escribiendo libros y esos libros están formando un movimiento, una voz que no existía, por supuesto, hace cuarenta años, cuando publiqué La casa de los espíritus.

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Tanto “La casa de los espíritus” como “De amor y de sombra” se convirtieron en películas muy importantes. ¿Cómo fue para usted esa experiencia del libro al cine?

Es interesante porque también hicieron una miniserie con mi vida e hicieron una película, una serie en realidad con Inés del alma mía. Con La casa de los espíritus no tuve nada que ver. Firmé la opción para el Instituto Sueco del Cine y ese contrato fue pasando de mano en mano, de un productor a otro, a Hollywood. Y después un día me senté como cualquier espectador a ver la cinta. Y la película era diferente a lo que yo había imaginado al escribir el libro y lo que tal vez muchos lectores imaginaron. Pero era una gran, gran película, estupenda. Con De amor y de sombra pasó algo diferente. Esa fue filmada en una producción mucho más pequeña, mucho más contenida. Es una historia que no es una gran saga. Me gustó mucho más que el libro, por supuesto.

¿Si tuviera la oportunidad de reescribir alguna de sus historias cuál sería?

Prefiero no pensar en eso. Si tuviera que reescribir, habría tanto que cambiar. Hoy día hay una idea de lo que es políticamente correcto que no existía cuando yo escribí, por ejemplo, La casa de los espíritus. Entonces hay términos que no se pueden usar hoy y que las usé entonces y habría que eliminarlas. Habría que revisar tanto que nunca he querido leer uno de mis libros, porque digo, habría tanto que cambiarle que no habría por dónde empezar. Pero la verdad es que cuando termino un libro se va y ya no me pertenece más y no se puede cambiar nada.

Lifetime estrenará este viernes la serie “Isabel: la historia íntima de la escritora Isabel Allende”. ¿Tenía alguna reserva al saber que su vida estaría expuesta de esa manera?

Mi vida está expuesta en varias memorias que he escrito y esta miniserie está basada en Paula, una memoria que escribí después de que murió mi hija. Entonces no puedo alegar nada. Yo no puedo decir: “No, no, no, esto es privado”, porque ahora nada de lo mío es privado. Pero otras personas que aparecen en la serie, como mi primer marido, padre de mis hijos; como el marido de Paula, como mi propio hijo, y tantas otras personas, tienen sus vidas privadas y no tienen por qué ser expuestos por culpa mía. Entonces pedí que fueran muy respetuosos con ellos y lo fueron, así que no tengo queja al respecto. Y me gustó mucho el trabajo que hicieron. Fue una producción tan cuidadosa. Vinieron a mi oficina, revisaron cientos y cientos de fotografías, videos, entrevistas, películas... y copiaron los vestidos de cada época. Incluso joyas artesanales, que son piezas únicas, las copiaron exactas.

¿Fue difícil para usted continuar con la escritura después de la muerte de su hija Paula? ¿Cómo hizo para continuar?

Paula murió en diciembre de 1992. Y yo comienzo todos mis libros en enero. El 8 de enero. Por supuesto, pensé que no iba a poder volver a escribir en mi vida, pero mi madre estaba conmigo aquí en California y me dijo: “Si no escribes, te vas a morir”. Y me entregó 180 cartas que yo le había mandado a ella durante el año y me dijo: “Léelas, están en orden cronológico, para que veas que la única salida de Paula era la muerte y para que entiendas lo que pasó y lo aceptes”. “Esto del duelo”, dijo mi madre, “es un largo túnel y hay que pasar, recorrerlo sola, paso a paso. Lágrima a lágrima. Pero hay luz al final. Vas a tener que llegar a ese final de alguna manera. Tu manera de llegar ahí puede ser escribiendo”. Basándome en esas cartas de mi madre que yo le había escrito y en unas notas que tomé en el hospital en Madrid, empecé a escribir una memoria. Y una vez que el libro estuvo terminado, la familia opinó que había que publicarlo y así retomé la escritura.

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¿Qué tan importante es la perspectiva femenina y qué mujeres han marcado su obra?

Yo no estaría aquí si no fuera por la ayuda que he tenido de las mujeres en mi vida. Puedo mencionar algunos hombres. Mi abuelo, mi hijo. Son hombres que me han ayudado siempre. Por supuesto, mi padrastro que me crió, que fue un padre para mí, Ramón Huidobro. Pero las personas que realmente me han ayudado han sido primero mi madre, mi abuela, las mujeres, las mujeres que me ayudaron a criar a mis hijos, que fueron una abuela adoptada, mi suegra, las mujeres que trabajaban en mi casa, que me permitían a mí trabajar afuera y a ellas les estoy muy agradecida.

La serie está contada en tres partes. ¿Cree que le faltó algo a esa producción?

No le hace falta nada. Posiblemente el momento más digno de celebración fue cuando escribí La casa de los espíritus, porque eso me cambió completamente la vida y me dio una voz que yo creo que también se convirtió con el tiempo en una voz de las mujeres. Puedo decir que el momento que me dio más bochorno, por supuesto, es toda la parte en la que yo me enamoré de un argentino y abandoné a mis hijos y a mi marido y me fui.

¿Cómo les recomendaría a todas las mujeres ver esta serie en Lifetime?

Yo les digo a mis lectoras, y sé que tengo muchas, porque lo veo en Instagram, en Facebook, en todas partes son miles y miles. Ellas siempre tienen curiosidad por saber más de mí, por eso me escriben y me hacen preguntas muy personales a veces. Bueno, en la serie está casi todo, por lo menos los primeros cincuenta años de mi vida.

¿Tuvo algún poder de decisión en el “casting” o el guion? ¿Cómo se siente representada por Daniela Ramírez?

Daniela hizo un trabajo tan formidable que cuando la vi la primera vez dije: “Yo no me parezco nada a esta niña tan bonita y joven. Y después, a medida que fui viendo la serie, me sentí tan identificada con ella que ya no la veía como otra persona, sino que parecía que era yo. No estuve envuelta para nada en el guion ni en la producción, porque ellos son otros creadores, con otro lenguaje muy diferente al de la literatura. Yo no permitiría que nadie se meta con mi trabajo, ¿por qué me voy a meter yo en el trabajo de otros? Desde la producción hicieron un gran trabajo.

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