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Desde niña Cristina Palacio quería ser periodista. Nada le atraía más que el mundo de las noticias. Por eso, a mediados de los años 80, llegó a la universidad y, más por casualidad, conoció el entorno de la pantalla chica. De la mano de sus profesores Rodolfo Hoyos y Dago García su mundo empezó a cambiar. La televisión la fascinó. Complementó sus estudios en Estados Unidos, y en Colombia desempeñó todos los cargos. Desde llamar a los actores hasta crear su propia productora. Hoy, casi dos décadas después, es la mujer más exitosa de la televisión en Colombia.
Las series, telenovelas, concursos o realities más vistos en los últimos años tienen su sello personal. Generan rating y polémica. Su marca se extendió a varios países. Es una mujer arriesgada, instintiva, obsesiva con su trabajo, piensa como gringa y siempre busca innovar. Es directa a la hora de producir televisión y de hacer negocios. Por su oficina, ubicada al norte de Bogotá, desfilan desde empresarios y directores, hasta libretistas o actores. Y hasta anónimos ciudadanos que la buscan para que lleve a la televisión sus dramas personales.
¿Quién es Cristina Palacio ?
Soy una productora que terminó siendo productora por casualidad, porque cuando más joven quería ser escritora o directora, pero tal vez por falta de talento, o no sé bien por qué, la ruta que terminé escogiendo fue la de productora. Ahora adoro la producción y agradezco estar ahí. Pero realmente creo que llegué por casualidad, no por convicción.
¿Cómo se da esa casualidad?
Primero quería ser periodista, estudié comunicación social en la Universidad Javeriana con la idea de hacer el énfasis en periodismo y de dedicarme a eso, pero por el camino me encontré la televisión y la ficción y ahí decidí que me gustaba más la ficción que la realidad y ahí me dediqué a tatar de buscar trabajo en televisión. Hice todos los puestos: asistente de producción, asistente de dirección, muchos, ayude a argumentar. Después decidí irme a hacer un máster en estudios de medios de comunicación, hice mucho énfasis en documental, porque todavía tenía todavía como esa cosa periodística por ahí y mucho énfasis en guión, he tomado muchísimos cursos de guión en todas partes y creo que ahora soy más experta en leer un guión y poder corregirlo que realmente en sentarme y poderlo escribir, que finalmente no lo pude hacer, que ya estoy muy vieja y la falta de oficio, porque cuando uno no tiene oficio como que pierde el éxito en hacerlo. Pero soy muy buena leyendo guiones y detectando dónde están los problemas y dónde están los aciertos, tal vez por tanta academia que tengo, tantos cursos de guión, tantos libros que me he leído sobre estructuras dramáticas y todo eso.
¿En qué momento se da cuenta de ese cambio de ser periodista a productora de televisión?
Eso fue en la universidad. Agradezco a profesores que tuve en la universidad que me mostraron el mundo de la televisión, porque a mí ni se me ocurría.
¿Estamos hablando de qué año?
De 1991. Allí estaba Rodolfo Hoyos, Dago García, tanta gente que empecé a ver ese mundo y me gustó mucho. Ahí decido que en vez de hacer el énfasis en periodismo voy a hacer el énfasis en televisión educativa y de ahí salgo de la universidad a buscar trabajo en televisión y empiezo a trabajar en RTI como segunda asistente de dirección.
¿En qué producción empieza a trabajar en RTI?
En una telenovela que se llamó En Cuerpo Ajeno, protagonizada por Amparo Grisales. Una novela muy importante en el momento que rompió los récords de audiencia. Yo hacía segunda asistencia de dirección, que en esa época tenía la función de llamar a los actores y decirles a qué horas tenían que llegar al set y peleaba con ellos para que se maquillaran rápido para que el director no me regañara porque los actores no estaban listos, en eso consistía mi trabajo.
¿Con qué director?
En ese momento dirigía Darío Vargas. Más adelante en esa novela, porque esa novela fue muy larga, él se retiró para irse a trabajar con el presidente César Gaviria y se quedó de directora Marcela Vásquez. Yo trabajaba para Darío y para Marcela más o menos cuidando los actores, porque en ese trabajo me tocaba casi ir hasta su casa y recogerlos porque no alcanzaba el tiempo. Eran las épocas en que la televisión funcionaba diferente, eran las épocas en que grabábamos hasta las cinco o seis de la mañana, estábamos pegados al aire. Julio Jiménez, a quien esperábamos todos que entregara el libreto, porque sus libretos eran espectaculares y llegaban muy tarde y trabajábamos casi pegados con lo que iba a salir del aire. Hoy en día ya se graba en horarios normales, fue una época difícil, no había celulares, entonces llamar a los actores era un camello. Nos tocaba buscar un teléfono público en la 250 a las tres de la mañana y decirles a los actores que se había corrido el llamado.
¿Cómo fue la infancia de Cristina Palacio?
Tuve una infancia muy feliz en una familia bogotana muy tradicional. A los cuatro años a mi papá lo trasladaron a Estados Unidos, allá viví casi seis años. Yo aprendí a escribir en inglés antes que en español y todavía tengo muchas cosas muy americanas y en mi modo de ser y también pienso que en mi forma de hacer televisión. Me gustan mucho las series gringas, veo mucha televisión americana, viajo constantemente a Estados Unidos, más adelante volvía a vivir allá, es que cada rato me voy a vivir allá. Mi mamá es una señora absolutamente espectacular de una familia tradicional bogotana superconservadora. Y yo viviendo la adolescencia rebelde típica.
¿Qué pasa después de trabajar en RTI?
De RTI me despidió Hugo León Ferrer porque falté a unas grabaciones en razón a que yo me vine a Bogotá al matrimonio de mi hermana. Allí me quedé un tiempo sin trabajo y después hice una ronda por muchas partes. Trabajé en Tevecine, trabajé en Cenpro, trabajé en varias partes hasta que decidí que me tenía que ir a estudiar; ahí es cuando me voy a New York a estudiar un máster.
¿Y en Tevecine y Cenpro trabajó en asuntos de producción?
En Tevecine, asistente de producción, en Cenpro trabajé en libretos en el equipo creativo. Allá estaba Juana Uribe, quien tenía un taller creativo y allí alcancé a trabajar un tiempo. Pero precisamente por ese espacio que me dieron de entrar a trabajar en un taller creativo me despertó mucho el interés por la escritura del guión, por la estructura dramática. Ahí es cuando digo: “Me tengo que ir a estudiar, porque no tengo las herramientas para hacer bien este trabajo”.
¿En Tevecine en qué producciones trabajó?
Allí hicimos una telenovela que se llamó Vida de mi Vida, que no fue muy exitosa, era protagonizada por una cubana. En Cenpro trabajé en la telenovela El Oasis, protagonizada por Shakira, entre otras producciones.
Entonces se va a estudiar…
Me voy a estudiar en New York. Allí hice mucho énfasis en guión, tomé muchos cursos de dirección de actores, de dirección, fotografía, edición, pero principalmente hice documental y guión, que era lo que más me interesaba. También aprendí mucha dirección, pero hice mucho documental, tuve la oportunidad de ir a La Habana, a la escuela San Antonio, a un taller de guión con Gabriel García Márquez. Hice muchos estudios adicionales además de hacer el máster. Duré fuera del país dos años. La verdad es que me hubiera quedado en Estados Unidos, pero mi papá se enfermó, por eso yo tomé la decisión de devolverme a Colombia para estar con él. Él falleció y tuve una etapa en que no trabajé, estaba muy fuera de todo cuando Dario Vargas me llamó y me dijo que me fuera a trabajar con él a una empresa nueva que había formado que se llamaba Teleset. Allí trabajé durante muchos años y pasé de ser asistente de dirección, luego fui gerente creativa y después socia de la compañía.
¿Estamos hablando de qué año?
De 1995 a 2000, que fue cuando entré a Caracol.
¿Y en Teleset qué produjo?
Hice muchas cosas. Trabajé con Darío en unos seriados que él hacía, La invencible mujer piraña. Hice un programa de música que se llamaba Siempre música, que era simplemente poner videos. Así empecé de a poquito y con proyectos pequeños, hasta que Darío se volvió a ir a sus asuntos de política y entonces quedó de gerente José Antonio de Brigard, quien me ofreció la gerencia creativa, me pidió que me quedara trabajando con él.
Durante esa época hice un producto muy importante para mí que se llamó Héroes de turno: un programa sobre médicos en el horario de las 4 de la tarde, pero que para mí era muy significativo porque en ese momento la empresa no estaba muy bien y Caracol compró 20 episodios de este producto, aunque al final hicimos más de 300. Una experiencia muy dura porque era con muy poco presupuesto y era una serie en el hospital, de tal forma que teníamos que tener, entre otros, efectos en el maquillaje. Un trabajo muy duro, hacíamos muchas escenas durante el día, pero es mi primera experiencia como productora ya a cargo totalmente de un producto, decidiendo los libretos, decidiendo los actores, decidiendo el director, decidiendo todo, echándome una responsabilidad económica de presupuestos y de todo. Bueno, allí trabaje muchas cosas, pero digamos que las más recordadas son Quién quiere ser millonario cuando lo compro y después Expedición Robinson.
¿Y cómo le surge la idea de comprar ‘Quién quiere ser millonario’?
La verdad esto es un poco difícil pero es así. En ese momento Juana Uribe trabajaba en RCN y decide salirse de este canal y la invitan a asociarse en Teleset, compañía de la cual yo era socia. En el momento cuando entra Juana, ella era una persona que tenía mucha experiencia en telenovela y Teleset no era una productora tan fuerte como lo es hoy en día. Entonces tenían la teoría de que no podíamos estar ofreciendo dos telenovelas al tiempo, y como Juana era la reina de la telenovela, pues yo me quedé un poco como en las nubes. Digamos que coincide un poco con eso. Pero además creo que tengo una cosa, que puedo decir ahora cuando ha pasado tanto tiempo, que es básicamente que me aburro. Necesito estar cambiando de tema porque si me quedo en el mismo o en la misma telenovela, me entra un desasosiego increíble. Entonces como yo llevaba tanto tiempo haciendo telenovelas en Colombia, pues eso es lo que uno hace, y no estoy desprestigiando las telenovelas porque las adoro, ojalá alguien me dejara hacer una, pero en ese momento por casualidad me fui de vacaciones y cuando llegué José Antonio me preguntó “¿qué bueno vio?”. Le dije que había un concurso espectacular, que además ni siquiera yo había descubierto, lo descubrió un amigo mío que me dijo “tiene que ver ese programa porque es espectacular”, entonces lo vi, me encantó y cuando llegué José Antonio me dijo “compremos los derechos”. Hicimos toda la investigación de quiénes eran los dueños, de quiénes eran los derechos, cómo se compraba eso, todo, y finalmente lo compramos, fuimos uno de los primeros países en comprarlo.
¿A quién se lo compraron?
A una compañía inglesa y José Antonio hizo todo el apoyo para que yo lograra hacer ese negocio. Entonces lo traje y logramos que Caracol nos lo comprara. Ahí es donde conozco a Paulo Laserna, que la historia es muy bonita porque yo no quería para nada que él fuera el presentador del programa porque yo decía “es que ese señor es muy ocupado. Yo necesito una persona que esté 24 horas al día concentrada en ese programa”, y bueno, finalmente el presidente de Caracol de entonces, Ricardo Alarcón, decidió que Paulo era el presentador.
Cuando Caracol decide que Paulo Laserna es el presentador, ¿usted qué piensa?
Me fui donde el doctor Laserna y le dije “déjeme explicarle por qué no quiero que usted sea el presentador del programa”. Y ahí nos hicimos amigos, porque a él le pareció muy honesto decirle lo que yo pensaba y él me aseguró que le iba a poner todo el empeño y todas las ganas al programa en horarios por fuera de sus responsabilidades laborales. Llegamos a un acuerdo de cómo era el trabajo; el pacto fue bueno, fue tan bueno que todavía él sigue sacando tiempo para cumplir con las responsabilidades de su programa.
¿Y en qué momento decide iniciar con el otro proyecto, ‘Expedición Robinson’?
Ya Quién quiere ser millonario está al aire, ya funcionaba mecánicamente, había un equipo que lo sabía hacer, pero yo sigo inquieta con el propósito de descubrir nuevas cosas, de mirar la televisión mundial, de estar en internet metida para saber qué hay, cuando aparece Expedición Robinson. La reacción de todo el mundo es que ese programa es demasiado costoso para un canal de televisión en un país como este. Era un producto costosísimo, eran 13 capítulos y para recuperar la plata en 13 episodios era un camello. Pero eso existía y yo decía que debía haber alguna manera de adaptarlo a un presupuesto posible, que tenía que haber alguna forma. Estaba en Teleset, Juana me apoyó muchísimo en la decisión de seguir adelante con ese proyecto, de hecho nos propuso que lo compráramos entre las dos, que corriéramos el riesgo, que ella me apoyaba, pero finalmente José Antonio dijo que no, que la compañía… Pero finalmente Juana y José Antonio fueron un punto de apoyo importante para poder hacer eso. Sin embargo teníamos muchas dudas de que un canal se lanzara y ahí es cuando rescato a una persona que para mí es superimportante, que es Ricardo Alarcón, porque él, que era presidente de Caracol, me recibe un día en una reunión y me deja explicarle por qué, porque además nadie creía que yo pudiera ser capaz de manejar una producción de ese tamaño, todo el mundo quería que eso lo hicieran unos argentinos que ya tenían experiencia.
¿Ya estaba al aire ‘Quién quiere ser millonario’ y se percibía su éxito?
Sí, pero de todas maneras Quién quiere ser millonario era un producto en estudio, era el concurso más caro de la televisión y además era llevar los concursos al prime time, que era algo que en esa época, RTI lo hizo hace algunos años, pero en esa época los concursos no estaban en el prime time y no tenían un presupuesto tan alto, es que le metieron a un concurso la plata que se le metió a una novela y es Ricardo Alarcón quien toma la decisión de hacerlo. Yo vivo agradecida con Ricardo porque tomó la decisión de poner un concurso en prime time cuando este horario era sólo de novelas, de invertir esa cantidad de dinero, que era importantísimo. Finalmente tengo una reunión con el doctor Alarcón en Caracol en la que le digo que por favor me dé la oportunidad de hacer Expedición Robinson, que está bien, que la primera vez que lo hagamos yo consigo la ayuda de los argentinos, pero que confié en mí, que yo me voy a poner a hacer la producción.
¿Cómo lo convence?
Explicándole todo lo que yo sabía del formato, de todo lo que había visto del formato. Creo que él me vio tan segura que dijo “bueno lancémonos”, sin embargo me puso dos personas de Caracol que se fueran a vivir conmigo a la isla a cuidarme porque tenía algo de desconfianza, pero le dio luz verde al proyecto. Creo que fue el proyecto más costoso en ese momento.
¿Traer a Colombia ‘Quién quiere ser millonario’ y ‘Expedición Robinson’ parte su vida profesional en dos?
Pues parte en dos por dos razones. Una es que logró que confíen en mí para que maneje una producción en el prime time, pero la otra es porque descubro una cosa que me gusta mucho, descubro un oficio diferente y por eso digo que al salirme de la telenovela lo que abrí fue un mundo entero, lleno de posibilidades, de mil géneros.
¿Qué es descubrir un mundo nuevo?
Este trabajo es muy desgastante, es un trabajo de 25 horas al día, de fines de semana. Cuando encuentro un proyecto que me aumenta la adrenalina, que me apasiona, que siento que me despierto por la mañana feliz porque puedo aprender, porque voy a descubrir algo nuevo, eso a mí me cambia el sistema de trabajo y me cambia todo; eso fue lo que me pasó en ese momento, encontré un género distinto, hacía miles de años no se habían inventado un género, o sea, existían la comedia, la telenovela, los policíacos, pero los realities no existían, fue una cosa nueva, muy importante en el mundo, entonces era aprender un género nuevo, no solamente aprender a hacer un programita, era aprender a hacer un género, cómo funciona todo un género, eso para mí fue importantísimo.
¿Y ‘Expedición Robinson’ es posterior a ‘Gran Hermano’?
En el mundo surgieron los dos al tiempo. En unos países hicieron primer Expedición Robinson y en otros Gran Hermano. Cuando me enfrento a los dos programas digo “Gran Hermano, no, esa cosa voyerista a mí no me llamaba la atención”, me parecía muy vulgar, los programas voyeristas nunca me entusiasmaron. Me entusiasmaba era, y esto lo aprendí de Quién quiere ser millonario, ver la reacción, ver cómo en este programa la persona toma la decisión financiera más importante de su vida, o sea, ¿cuántas veces en la vida una persona puede jugarse $50 millones en tres segundos?, una persona que no se gana $50 millones nunca. Lo que me apasionaba era tener una cámara prendida viendo cómo reacciona una persona cuando está en una situación muy complicada y tiene que tomar una decisión verdaderamente difícil. Eso era lo que daba todo el tiempo Expedición Robinson, 24 horas al día de ver gente en una situación muy complicada tomando decisiones fundamentales para su vida en ese momento, en esa comunidad; eso para mí fue importantísimo porque uno aprende a observar el comportamiento humano, a ver cómo reacciona el ser humano en ciertos momentos. Fue lo máximo para mí porque estudié ese formato, me lo aprendí, leí todo lo que había, vi todas las versiones, me apasionó totalmente el tema.
¿Cuánto tiempo de trabajo implicó emitir ‘Expedición Robinson’?
Duramos un año convenciendo a Caracol que lo hiciera, y durante ese año lo que hice fue aprender, aprender y aprender más y más cosas del formato: cuando fuimos a grabar ya era experta, ya sabía muchísimo. Ahora, uno no sabe nada hasta que no lo hace, entonces la primera experiencia resultó buenísima porque fue con estos argentinos que ya tenían la experiencia, así que les aprendí muchísimo; la segunda había argentinos, pero mucho menos, y en la tercera ya no había argentinos, ya todos eran colombianos, pero fue un aprendizaje. Los camarógrafos aprendieron a hacer cámara de manera totalmente distinta a la que sabían hacer, los sonidistas también aprendieron a hacer una serie de cosas nuevas, a hacer sonido en el mar con la ola, cómo cuidar el equipo para que no se dañe. Es que viviendo dos meses en esas condiciones… yo veía arena, agua todo el día. Creo que muchas personas aprendimos a hacer una cosa totalmente distinta que hoy existe en muchos países, que no lo saben hacer o que no podrían hacer esa producción.
¿Y qué pasa con usted después de ese aprendizaje?
Hacía 2001 Ricardo Alarcón sale de Caracol y entra Paulo Laserna y él me pide que me vaya para Caracol a ser la vicepresidenta creativa de Caracol.
¿Cómo toma esa decisión si usted ya era propietaria de una productora?
Es una de las decisiones más difíciles de mi vida. Porque no me importaba tanto el hecho de ser socia, porque simplemente era entregar las acciones y ya. Me importaba mucho la gente que trabajaba conmigo en ese momento. Mis jefes, mis colegas, mis subalternos, tenía un equipo de gente a la que quería mucho, pero sentía que no iba a poder ser mejor profesional si no entendía cómo pensaba un canal. Es muy diferente trabajar en una productora que trabajar en un canal: cuando uno está afuera en la productora muchas veces cuestiona y no entiende las decisiones que toma el canal, cómo piensan, y yo no había trabajado nunca en un canal, de hecho, cuando yo empecé a trabajar en televisión los canales no existían. Yo necesitaba para mi tranquilidad profesional aprender eso. Entonces lo que hice fue entregar mis acciones, decirle a José Antonio ?Darío Vargas todavía era socio y Juana ya era socia?, decirles que me dejaran ir al canal un par de años y que yo volvía, que cuando yo aprendiera lo que necesitaba aprender yo volvía y eso fue lo que pasó. Pero nunca volví, primero porque uno no aprende en un año lo que es un canal, o sea, yo duré ocho años en Caracol y nunca terminé de aprender, ese es un monstruo muy grande y uno tiene que entender cómo piensa cada persona que trabaja ahí, porque cada persona tiene una responsabilidad que afecta el producto y que afecta todo. Después Teleset decidió irse con RCN y ya no había espacio, me imagino que ya no querían que yo volviera.
¿Cuándo llega a Caracol que encuentra?
Primero, una gente espectacular, unos profesionales impresionantes, en ese momento el comité ejecutivo de Caracol era un lujo, gente que ya no está, algunos sí, pero cada uno en su campo era brillante.
¿Cómo empieza a concebir el trabajo cuando inicia en Caracol?
Yo pienso que me demoré entre ocho meses y un año en poder hacer cosas. Porque al principio uno queda totalmente abrumado. Aunque yo tuve que empezar a producir cosas al otro día y ya tenía cosas al aire, pero no me sentí cómoda sino por ahí un año después porque eso es una locura, me tocó llegar a sacar gente, el cumplimiento de presupuestos, es que llegue a un canal que tenía 40 guionistas, no sé cuántos directores, era mucha gente. Pero allí hice muchos éxitos y también muchos fracasos, hice de todo.
Y en esa etapa en Caracol, ¿cuál fue su primer éxito?
En esa época estaba al aire Pedro El Escamoso, que no lo hice yo, que fue superexitoso, y después siguió una novela superexitosa que se llamaba Amantes del desierto, y me acuerdo de que la gente decía que no podía haber más rating que esas dos cosas juntas y al final superó el rating, con qué, no me acuerdo, yo creo que fue con Expedición Robinson, yo creo que hice 50 novelas, 40 realities, hice de todo, y además manejaba la parrilla entera, desde el programa de la mañana, el de la noche, hasta el de fin de semana, y eso era muy duro. Después Paulo hizo muchos cambios, porque Paulo es hombre de muchos cambios, cuando llega un presidente nuevo reorganiza la casa y como yo era nueva, no entendía cómo era la casa antes, era muy difícil. Pero en Caracol hice ocho años de productos, en ese tiempo alcance a hacer los desastres más grandes y las maravillas más grandes.
¿Hay alguna producción a la que le tenga cariño especial?
Le tengo mucho cariño a una novela que se llamaba Pecados Capitales, de Dago y Luis Felipe Salamanca, porque yo estaba feliz con los realities, hacíamos muchas novelas, pero en este caso Dago y Felipe logran mezclar la telenovela con el reality de una manera magistral, hacen una novela con todos los personajes metidos dentro de una casa, nunca salen de allí. Róbinson Díaz hace un personaje maravilloso llamado El Mago Kandú y fue uno de esos experimentos que salen bien. Otra novela de Dago que quise mucho fue La Saga, que era un riesgo gigantesco, una cosa arriesgadísima, una concepción televisiva diferente porque cada cierto número de capítulos se cambiaba la generación, entonces cambiaba todo el elenco, era una locura, cambiaba la época, pasábamos mil épocas, mil personajes, un experimento espectacular. Otras dos que quise mucho porque eran ideas mías fueron Por amor a Gloria y Mesa para tres. Siempre dije que trabajaba en Caracol porque es un canal capaz de arriesgar e innovar.
¿Y producciones que recuerde porque fueron un fracaso?
Mil, por ejemplo hice una cosa que se llamaba Buscando Estrellas, buscando el cielo, otro experimento en el que me acompañó Daguito García, que lo adoro, un reality que resultó desastroso. Consistía en que teníamos un reality a las 8 de la noche en el que buscábamos los actores que iban a hacer la novela de las 10 de la noche. Entonces Dago escribía la novela, yo manejaba el reality y los actores que iban ganando hacían los personajes de la novela. La idea es absolutamente brillante, la hicimos, pero no la pudimos hacer peor: el concepto, buenísimo, el desarrollo, pésimo. En fin, eso fue un desastre.
Trabajó ocho años en Caracol, ¿qué le faltó por hacer?
No, creo que a uno siempre le va a faltar y ese es el problema de este negocio, siempre uno va a poder innovar, siempre uno va a poder hacer algo diferente, y digamos que Paulo me critica mucho con razón: es que yo tengo que estar siempre innovando, sabiendo que ya estamos haciendo algo que funciona, y tiene razón, si uno tiene una fórmula que está funcionando por qué la trata de destruir. Pero yo tengo ese defecto y es que me aburro, necesito estar buscándole alguna pendejadita a la vaina para divertirme, porque si no, no me divierto.
¿En qué momento se aburre así la producción sea exitosa?
En el capítulo 60 no resisto más, el capítulo 60 es mi límite, las novelas tienen 120, pero yo a los 60 no resisto más. Entonces me inventé que teníamos que hacer las series cortas, pero no había forma porque las series cortas eran muy costosas, entonces me tocó diseñar un método para hacer series cortas más baratas que las novelas para que me las dejaran hacer y es de ahí de donde sale Sin tetas no hay paraíso. La única forma de hacerla era que costara menos el capítulo que lo que cuesta una novela.
¿Cómo logra vender ‘Sin tetas no hay paraíso’?
Pues la verdad es que la pude vender porque fue una producción demasiado barata, entonces el canal no sentía que estaba corriendo gran riesgo; es más, en el fondo creo que nunca me lo dijeron, pero sospecho que ellos decían “si eso resulta una locura, pues no lo sacamos al aire y ya”. Pero eso fue un debate muy grande, porque hacerlo era un riesgo muy grande. Gustavo Bolívar nunca lo reconocerá porque a él le parece que el éxito es sólo de él, pero convencer a un canal de que hiciera eso fue muy difícil. Convencer al canal de que dejara el título fue una pelea de seis meses, o sea, yo sí pienso que diseñar la manera de producir esa serie fue muy difícil y para el éxito de Sin tetas no hay paraíso, claro que también es de Gustavo, yo lo digo en todas partes y ojalá la gente le reconociera más es su director, Luis Alberto Restrepo. Él es un tipo que tiene una claridad sobre el país, una claridad actoral tan grande, es un tipo tan inteligente, tan sabio y tiene un talento para dirigir esos actores que no tiene nadie.
Para usted, ¿cuál fue el éxito de ‘Sin tetas no hay paraíso’?
El éxito fue la historia principal, pero también el casting y la dirección actoral. La dirección actoral de Luis Alberto, sí le dan una buena historia, allí no hay falla.
¿Y la forma en la que enfrenta el éxito de la serie es el punto de partida para hacer otro tipo de productos?
Claro, la verdad es que cuando hicimos la serie yo quería que la emitieran los domingos, pensaba que era un producto muy fuerte y que ponerlo en emisión diaria era demasiado fuerte, pero por supuesto que el programador piensa distinto y es él quien manda y la mandó diario. El éxito me sirvió a mí para decir “a la próxima deme más platica, en la próxima deme un presupuesto más generosito”, porque se demostró que se podía hacer un producto exitoso y que se podría vender internacionalmente y que no iban a perder plata. Entonces eso me ayudó para que me dieran más plata para hacer El Cartel.
En ese momento esta serie generó un fuerte debate por su temática, ¿qué opina frente a ese debate que se formó?
Yo quisiera poder tener unas cifras que nunca voy a poder tener. A nosotros nos pasa una cosa muy aburrida y es que la gente, cuando ve los primeros capítulos sale a criticar, pero la gente no se espera a que la historia se cierre y la dramaturgia necesita que los personajes evolucionen: los personajes deben aprender algo en el camino y deben cambiar, pero la crítica no se espera a ver el último capítulo para hablar, hablan de una y eso es absolutamente entendible. Sin embargo, pienso que Sin tetas logró que muchas niñas no se operaran, que mucha gente pensara eso dos veces, lo he oído en la calle, pero ¿cómo pruebo eso?, no tengo cómo probar eso. Hay una cosa, hay un debate muy grande acerca de todas estas cosas que a mí me gustaría que se diera en un lugar serio, y es que tal vez esa es mi cosa gringa, algo muy gringo que yo tengo, pero a nosotros…
¿Qué es lo gringo que tiene Cristina Palacio?
Que los gringos usan los testimonios de las personas que han cometido errores para enseñarle a otra a no cometer los mismos errores. Pienso que si sale un cura que ha sido célibe toda su vida y que ha llevado su celibato bien a hablar de sexo, es muy difícil creerle, pero si sale una estrella porno a hablar de sexo, pues no tengo ni idea, pero tiene más credibilidad, me parece a mí, para decir “no haga esto”. Yo creo que uno tiene que oír la versión de todas las partes, no pienso que Sin tetas sea una apología al delito en ningún momento.
Una vez hice unos documentales en las cárceles de Bogotá, hice 40 entrevistas largas, con 40 presos, cada uno era por un delito diferente y en una situación diferente, unos estaban muy arrepentidos de lo que habían hecho, otros no, pero lo que uno veía era un testimonio de una gente que estaba en una situación, se llamaban condenados, porque estaban condenados ya, yo no entrevisté sólo condenados, no sindicados. ¿Qué quería yo?, entender cómo pensaba esta gente, pero nunca salió al aire y la gente decía que era apología al delito, pero cómo va a ser apología al delito que un señor diga que cometió un error y que se equivoca y que pide perdón y que se arrepiente y que va a cambiar, ¿cómo puede ser apología al delito? Para mí es más educativo eso que un profesor diciendo qué es lo que hay que hacer y qué es lo que no hay que hacer, porque la gente que ha tenido experiencias difíciles en la vida lo expresa mejor. Yo pienso eso, no pienso que le esté haciendo una apología al delito, considero que eso es más educativo que poner a un presentador todo encorbatado a dar lecciones de vida. No me parece.
¿Cómo surge El cartel?
Hacía 2006 surge una etapa muy complicada en la vida mía, un momento en el que decido que no puedo seguir en Caracol, que me tengo que ir.
¿Por ciclo cumplido?
Porque llega un punto en que, como tienes que hacer tantas cosas todos los días, ya no eres creativo, ya no te sale nada bueno, ya no piensas, ya no tienes cómo pensar, el trabajo es tanto que te consume todo; yo quería viajar, quería salir, quería recorrer las calles de Nueva York, no sé, cualquier cosa, menos estar sentada en una oficina otra vez, estaba desesperada. Entonces le dije a Paulo que me dejara ir y me contestó “váyase de vacaciones” y le respondí “no, es que yo no me puedo ir de vacaciones si usted no nombra a alguien en este puesto”, eso no eran vacaciones, yo ya me había tratado de ir de vacaciones y eso no funcionaba, de hecho yo me había ido de Caracol un año y medio a trabajar a una compañía americana y me devolví porque me hacía falta Caracol, me hacía falta ese canal innovador, pero cuando me devolví encontré un canal muy diferente, había una gente nueva, otra gente se había ido, en fin, muchos cambios. Hablé con Dago García y le dije “ayúdeme, quédese en este puesto, es que si no se queda alguien no me voy a poder ir y usted es la persona para este puesto, me tengo que ir de acá, estoy desesperada”. Entonces Dago dice que asume el puesto por seis meses, pero bueno, ahí está, y le va muy bien, y me alegro mucho por él porque es lo máximo.
¿Y decide irse de Caracol?
Sí y allá me dicen “no se vaya, quédese en un departamento aparte y mire a ver qué quiere hacer”, entonces yo les respondí “no porque lo que yo quiero hacer es documentales y los documentales no son comerciales y a Caracol qué le va a servir que yo haga documentales”. El caso es que me dijeron “haga documentales”.
¿Eso quiere decir que en el fondo su esencia es ser documentalista?
Pues quisiera, y en esta compañía estamos haciendo documentales, acabamos de terminar uno espectacular y vamos a comenzar el otro. Pero claro, yo sí quiero hacer documentales, lo que pasa es que principalmente yo soy una…, porque es la misma razón por la cual no hago cine, es que yo hasta que no vea le negocio no voy a hacerlo, porque yo no soy artista, entonces si no hay negocio, no lo hago, porque no le voy a hacer perder la plata a nadie y tampoco voy a perder la mía.
¿Qué significa que si no hay negocio?
Hacer cine en este país necesita por lo menos, por bajito, US$1 millón, recuperar ese dinero es casi imposible con estas taquillas, y con lo que está pasando, ¿quién lo va a poner?, pues alguien y ese alguien va a perder la plata y yo no voy a hacer que nadie pierda la plata, no puedo coger a un socio inversionista y decirle “deme US$1 millón que voy a tratar de recuperárselo,” eso no está en mi ser, no lo puedo hacer. No soy capaz de hacerlo, hasta que no encuentre una manera de hacer cine y saber de antemano que voy a recuperar la plata no lo voy a hacer. Entonces tengo que buscar una historia que sea muy barata de producir, o no tengo ni idea, algún día lo haré porque me muero de ganas de hacerlo, pero no voy a hacer cine con un riesgo económico.
¿Cómo aparece la idea de ‘El cartel de los sapos’?
Finalmente, dije “me voy a tomar un tiempo para pensar, no quiero pensar en nada”, y no estaba pensando en nada, pero un día estaba en el carro yendo para la oficina cuando oí a Julio en la W entrevistar a una cantidad de narcotraficantes. Estaban contando una historia muy loca, estaban peleando porque unos le habían dado unos casetes al FBI y el otro le había dado los casetes a la DEA, y están en toda una pelea porque quién le dijo qué y quién fue el sapo; me pareció muy raro la forma en que hablaban, no hablaban como narcotraficantes, decían cosas chistosísimas: “como yo no quiero pelear contigo, vamos a dejar eso en el pasado”, una cantidad de cosas que yo decía “tan elegantes”, pero el caso es que llamé a Julio y me dijo que le parecía muy interesante esa historia, que me ayudara porque yo quería hacer un documental de esa historia, entonces Julio me presentó a toda esta gente y de ahí salió El Cartel.
Para usted, ¿en dónde radicó el éxito de ‘El Cartel’?
Yo creo que El Cartel fue exitoso porque habló de un tema que todo el mundo quería oír de una manera correcta, es decir, no dando cátedra, sino que con un lenguaje absolutamente cotidiano se habló de una cosa de la que el país quería oír. Es lo mismo que hace las Muñecas de la mafia, habla supercotidiano, en lenguaje cotidiano, y no da cátedra, ninguno de los personajes está dando misa ni diciendo qué hay que hacer o qué no hay que hacer.
¿Cómo surge la serie ‘Las muñecas de la mafia’?
Surge por El Cartel, básicamente porque El Cartel era una historia de hombres, era la historia de unos señores y de su traición y de cómo se traicionaban entre ellos y cómo era su negocio. Haciendo esa investigación descubrí una cantidad de mujeres que tienen unas historias impresionantes que en El Cartel no cabían porque era la historia de ellos, entonces dije “aquí hay que hacer la historia de ellas, porque eso era obvio”.
Con el tema de ‘Sin tetas no hay Paraíso’, ‘El Cartel’ y ahora con ‘Las muñecas de la mafia’ se habla de estar haciéndole apología al delito y de reivindicar el narcotráfico. ¿Usted qué responde sobre esto?
No entiendo por qué la gente dice que se reivindica el narcotráfico o se hace apología al delito. En estas historias todos terminan muertos, pobres y en la cárcel, si terminaran todos con yates y prepagos sería otra cosa, pero en todas las historias todos terminan mal: en Sin tetas terminan muertos, en El Cartel igual y en Las muñecas ni se diga, no se sabe cuál de todas termina peor. No puedo entender que eso sea apología al delito, al contrario, lo que muestro es que si usted se mete en este negocio mire cómo va a terminar, o es por lo menos el mensaje que Luis Alberto Restrepo y yo tratamos de dar. Ahora, si la gente lo interpreta así, no estoy segura, yo quisiera hacer ese estudio, pero es muy difícil hacerlo, quisiera que alguien lo haga y que me diga, y si el mensaje es al contrario, juro por Dios que no vuelvo a hacerlo, pero no creo eso. A mí cómo me van a convencer de eso, no sé.
¿Es posible hacer una buena historia en televisión vendedora y con ‘rating’ de buenos?
Estoy segurísima, yo tengo varias, tengo muchísimas que me encantaría, que me muero por hacer, pero qué hago si me compran las de los malos. A mí, a raíz de El Cartel, me han llamado cincuenta mil narcotraficantes que me quieren contar su historia, no sólo narcotraficantes, muchos delincuentes de robos de bancos, y no he comprado ninguna. Compré una que es la historia de Alba Marina Escobar, ¿por qué? Porque la mirada que tiene es distinta, la historia que tiene es diferente, porque me gustó, porque lo que leí me encantó, porque puedo visualizar las escenas; es la única que compré, me han traído quinientas mil y en cambio he comprado muchas historias de buenos, muchas, lo que pasa es que… véndalas.
¿Qué va a tener de diferente esta historia de Alba Marina Escobar frente a las otras que se han hecho sobre narcotráfico?
Es una historia vista con ojos femeninos, me gusta ese tema. Un poco lo que busqué hacer con Las muñecas que no logré, pero tengo unas historias de mujeres más adultas. Las mujeres de Las muñecas todavía son muy niñas y por esa razón no están los conflictos más fuertes, pero cuando uno cuenta la historia de una mujer mayor que ha tenido la subida y ha tenido la bajada, y ha tenido todos los ojos de las mujeres mayores después de que han vivido una serie de conflictos… son unos conflictos muy interesantes, porque creo que en otros niveles de la vida mujeres no relacionadas con la delincuencia ni con nada malo sufren las mismas cosas, o sea, una mujer, y no es el caso de los Escobar, en el caso de Las Muñecas, una mujer de un mafioso sufre muchas de las cosas que sufre una mujer casada con un banquero maltratador. O sea, considero que la gente se identifica así no tenga nada que ver con el universo, entonces Las muñecas es una denuncia de maltrato de los machistas y su maltrato hacia las mujeres, eso es lo que es para mí. No tiene nada que ver que en este caso son mafiosos, pero muchas de esas cosas pasan.
¿Y cuál es la diferencia frente a ‘Las muñecas’?
Yo diría que la serie es muy distinta, es la época, es el capo que era el verdadero, el grande, es la cosa paisa, pero es la visión de una mujer mayor.
Otro asunto es que mucha gente dice que con estas series se afecta la imagen del país, ¿usted qué piensa de ello?
Es que esto no se exporta más que una telenovela, es que la gente dice que eso se vende más, ¿quien dijo? ¿Dónde están las cifras? No es verdad. Las telenovelas se venden mejor que todo, las telenovelas y las series de amor se venden muchísimo en todas las partes del mundo, esto no se vende con más éxito, no es cierto. Segundo, yo sí me aburrí de ver las historias de los gringos sobre Colombia falseadas y totalmente mal interpretadas. Yo prefiero, es que esto es como un género, como los gánsters, los westerns… creo que la gente en el mundo sabe ver televisión y sabe diferenciar la realidad de la ficción, pienso que los televidentes no son brutos. No considero que una persona que vea matar a otra en televisión salga y mate a otra. Pero, además, yo sí prefiero una historia de mafia colombiana hecha por colombianos a una historia de mafia hecha por gringos o mexicanos o por cualquier otra gente. Creo que la gente afuera ve las series porque sus países también están viviendo el fenómeno del narcotráfico y están viviendo lo mismo: en México, en España y en muchos países de América Latina y del mundo tienen que luchar contra este fenómeno y por eso les interesa verlo. No es porque Colombia sea un país de narcos, sino porque sus países también lo están siendo.
Por su experiencia, ¿qué debe tener una historia en televisión para que sea exitosa?
Las historias deben tener conflicto y un conflicto con el cual la gente se identifique; si tú tienes buenos personajes en una situación de conflicto en donde la gente se pueda identificar, ahí está el éxito.
¿Cuál ha sido su mayor equivocación en su trabajo?
Creo que la mayor equivocación ha sido mezclar el trabajo con la vida personal, es decir, darle tanta importancia al trabajo, dejarlo meterse en mi vida personal.
¿Es adicta al trabajo?
Sí, y estoy en serias tareas para dejar de serlo. Creo que si pude dejar de fumar, también voy a dejar de trabajar.
¿Y su mayor acierto?
Mi mayor acierto es seguir mi instinto siempre, soy jugadora, tomó mis decisiones más cruciales por olfato, no por raciocinio, y eso me ha llevado a tener éxito.
¿Cómo ve el país?
Lo veo muy mal, estoy realmente consternada porque cuando busco historias de héroes hay muy pocos. Soy la que más me pregunto todo el día por qué no hay en la televisión más historias de buenos, no porque no los haya, sino porque los buenos están callados, silenciados y opacados, me parece, y la violencia no sólo no termina, sino que cada día está peor, la situación de Medellín hoy en día es una cosa absurda.
¿Y al Gobierno?
Siento que el tema de la reelección ha dañado muchas, muchas cosas.
Cuando los malos vienen a venderle sus historias y se van, ¿usted qué piensa?
Hay un poquito de hostigamiento. Estoy muy aburrida de estas historias, de verdad, y rescato lo de la hermana de Pablo Escobar porque lo que ella escribió es un documento muy importante para el país, pero la verdad si yo pudiera escoger, no haría más de estas historias. Creo que necesito como productora demostrar que puedo tener éxito con otro tipo de historias, ojalá me dieran la oportunidad.
¿Ese es su próximo reto personal?
No, tanto como mi reto personal, no. Es un reto laboral más, tengo otros retos más importantes: estoy cerrando un negocio con un productor importante para hacer un reality ecológico porque me interesa la ecología y quiero aportarle al mundo en ese campo, pero es un reality diferente que me apasiona igualmente porque es otra cosa de la que hay que hablar.
¿Cuándo comienza la serie sobre la hermana de Pablo Escobar y el ‘reality’ ecológico?
No sé porque son productos que están en desarrollo, no son productos que tengan pantalla. Estoy haciendo otra serie que tiene que salir antes que es sobre narcotráfico, me la piden y allí hay otro problema: esto es un negocio, esto es una productora que monté y tengo que vender y tengo que darle trabajo a la gente que trabaja conmigo; creo que hago mi trabajo lo mejor que puedo y que es una cosa a la que le hemos metido mucho tiempo en investigación, en libretos, en todo eso.
¿Y cuándo arranca esta nueva serie?
A grabar, dentro de poco. Están haciendo el casting en este momento, pero no sé cuándo vamos a arrancar, sólo hasta cuando tengamos todos los actores listos.
¿Cómo estamos en términos de producción de televisión frente al exterior?
Siento que estamos en una fase muy buena, estamos de moda en el mundo, pero eso es muy peligroso.
¿Por qué?
Porque las modas pasan. Entonces antes había una moda según la cual todo el mundo tenía que grabar en Argentina, ahora la moda es Colombia; si uno no hace buen uso de eso, eso puede terminar mal en poco tiempo. Pasa con la televisión lo que con la música: también Colombia está muy de moda musicalmente, pienso que lo que nosotros estamos haciendo es mejorando nuestra calidad, haciendo productos técnicamente muy superiores a hace un tiempo, pienso que hay talento por montón y que vamos por buen camino, considero que vamos bien. Me preocupa mucho el tema del tercer canal.
¿Por qué?
Me preocupa muchísimo que no genere la cantidad de empleo que se está pensando, que haya mucha gente que vaya a quedar afectada: si la torta publicitaria no alcanza, van a bajar los costos, es decir, lo primero que van a hacer los canales es bajar los costos, pero ya la audiencia está acostumbrada a una calidad y al bajar los costos va a bajar la calidad, lo cual va a ser muy peligroso, así que para no bajar la calidad lo que toca afectar son los sueldos de la gente. Y como en televisión hay una gente que gana muy bien, pero hay mucha que gana muy mal, me parece muy peligroso, porque no creo que le bajen el sueldo al protagonista de la novela.
Por lo que ha percibido ¿cuál es el perfil del televidente colombiano?
Creo que el televidente colombiano es muy inteligente, exigente, y que es un televidente que le gusta el humor porque necesita distraerse, pero pienso que es un televidente que exige cosas muy inteligentes e innovación, o sea, se cansa de lo mismo. Por eso pienso que este es un país de muy buenos creativos, porque la audiencia misma los exige todo el tiempo.
En su concepto, ¿quién es el mejor actor del país?
Róbinson Díaz.
¿Y el mejor libretista?
Hay muchos, me gusta Julio Jiménez, Dago García, George Libert, Jorg Hiller y Luis González.
¿Y el mejor director?
Luis Alberto Restrepo
¿La mejor actriz?
Flora Martínez.
¿Cristina Palacio es buena productora o buena negociante?
No yo soy buena productora, lo que pasa es que en mi nueva faceta de tener empresa propia he tenido que aprender mucho de técnicas de buenas negociaciones. Es un tema que realmente me gusta mucho, no me gusta ser negociante porque eso está mal interpretado, negociante es la persona que toma ventaja en la cosa popular, a mí me gusta inventar y diseñar programas, pero también me gusta inventar y diseñar negocios, o sea, me parece interesante diseñar diferentes tipos de negocios y estoy tratando de ejercitar eso.
¿El secreto de su éxito también radica en la investigación de los temas y la selección de los personajes?
La verdad es que siempre me rodeo de gente que le gusta mucho un tema y estamos buscando aliados todo el tiempo, pero no es ni lo uno ni lo otro. No tengo un equipo fijo con el que siempre trabajo, sino alguien me trae una historia que me encanta: si a mí me gustó esa historia, voy a trabajar con esa persona, o descubrí una historia que me gusta, busco a alguien que igualmente esté apasionado con esa historia y entonces la empezamos a trabajar, porque para mí la investigación sí es importante, no para hacer fiel a la investigación, sino porque la investigación me ayuda a ser más creativa.
¿Qué viene para usted de aquí en adelante?
El reto para mí es que mis programas de televisión los vean en muchas partes del mundo. Tengo un proyecto de vida personal muy importante, me voy a casar, y eso es muy importante para mí porque ha llegado la hora de ser menos desequilibrada, no sólo en el tiempo que le dedico a una cosa o a la otra, sino también en lo generosa que puedo ser con lo uno o con lo otro. Entonces viene una época de cambios y, sobre todo, sacar adelante esta empresa, que es como un reto. Hay una gente que trabaja aquí que le ha puesto este año el alma a esta compañía y mi compromiso con ellos, con la gente que ha trabajado este año y con la gente que creyó en mí y me apoyó, que son los socios e inversionistas, es trabajar duro para que esta empresa pueda crecer y pueda seguir haciendo televisión de alta calidad.
La percibo muy sincera, directa y quizás muy fría, ¿cómo maneja eso en una sociedad poco acostumbrada a que se le digan las cosas sin rodeos?
Directa y sincera siempre he sido, fría he sido hace poco, hace muy poco, porque digamos sé que mi honestidad en ser tan directa me ha traído muchos problemas en la vida y los he asumido con altura y nunca he dejado de serlo. Pero en cuanto al negocio, sí me he vuelto fría porque en este camino he perdido muchos amigos, he sido atacada injustamente y por eso me cuesta trabajo dar estas entrevistas, por eso me cuesta ir a lugares. Por ejemplo, el otro día había un evento en el Ministerio de Cultura sobre la telenovela y yo no fui. No me siento en este momento de mi vida, seguramente eso cambia, a veces, hace un par de años tal vez me gustaba más, pero la verdad es que he tenido muchos problemas desde que monté esta compañía; la gente, cuando yo trabajé en Caracol, supongo que era por miedo, la gente dice “ay, me van a votar, yo no me meto con ella”, pero desde que monté esto la gente ha salido a atacarme, no sé por qué.
¿Cómo ve la competencia?
Me fascina la competencia, de hecho mis mayores competidores, al contrario, me parecen lo máximo y me retan todos los días. Creo que soy lo que soy porque tengo una muy buena competencia, pero no es la competencia la que me da duro a mí, me da duro gente que fue cercana a mí, amigos, que he perdido en el camino. Eso me da mucha tristeza porque desafortunadamente yo y la gente que trabaja en este negocio somos difíciles porque como uno trabaja las 24 horas del día, los amigos, nos volvemos personas… Yo digo que mi mayor error es mezclar el trabajo con lo personal, entonces, de pronto yo trabajo con alguien, pero también es mi amigo o también es mi amiga y en la discusión laboral se pueden perder los amigos. Eso me parece que es lo más difícil de este trabajo.
¿Se siente una persona exitosa?
No me siento más exitosa que los otros productores de este país, exitoso Fernando Gaitán, como mi trabajo no es tan de talento, exitoso un actor o un director o una persona que tenga un trabajo más creativo. Mi éxito depende de la gente con la que yo trabajo: si yo no tengo un buen libretista, no tengo un buen director y no tengo un buen actor, pues no soy nadie. Puedo ser muy inteligente para saber cómo repartir la plata del presupuesto o cómo vender mi producto, pero el éxito mío nunca será mío, esto es un equipo y dependo de la gente de ese equipo.
¿Y cómo se define en una palabra Cristina Palacio?
Creo que soy una persona arriesgada, que corro riesgos que otra gente no corre y que en eso está la diferencia mía con otra gente, me arriesgo.