La orfebrería en el tsunami informativo

El periodista antioqueño Carlos Mario Correa ha dedicado su vida a enseñar, difundir y practicar la crónica periodística. Su nuevo libro, “Narradores del caos”, es una caja de herramientas para persistir en la joya de la corona.

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JORGE CARDONA ALZATE
04 de noviembre de 2018 - 09:49 p. m.
Carlos Mario Correa.
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“Los cronistas van siempre en busca del tiempo perdido”, afirma Carlos Mario Correa y agrega que este género periodístico es “la urna en la que se aloja la memoria de la humanidad”. Desde hace muchos años la estudia, la difunde y la practica. Sabe que es la joya de la corona, pero también que se requieren técnica y talento para hacerla con calidad. Ese es su aporte desde la academia y la investigación. Más de dos décadas rastreando su legado y enseñando sus rutas.

Su más reciente contribución es el libro Narradores del caos, en el que recorre la historia descubriendo las claves dejadas por los cronistas.  Desde el príncipe de las Gotas de tinta, el intuitivo y certero Luis Tejada que en apenas 26 años “esgrimió su pluma contra el poder titánico del tiempo”, hasta los reporteros de inmersión, intimistas de primera persona u orilleros de hoy, en el tropel de las historias que se deslizan obstinadas entre el tsunami informativo. 

Con doce de los cronistas de estos tiempos, todos representativos del género en América Latina, Carlos Mario Correa ejerce como entrevistador para que expliquen cómo encaran sus narraciones, qué recursos usan para sumar en su menú de observación, con qué autores encontraron el tono o la consistencia. Los enmarca en el rótulo de “nuevos cronistas de Indias” y con ellos construye una caja de herramientas colectiva de buenas sugerencias para los provocados.

“La reportera que camina con la gente”, la mexicana Marcela Turati que se define como “coleccionista de testimonios”. El periodista peruano Daniel Alarcón, editor asociado de la revista Etiqueta Negra y gestor del innovador proyecto en web Radio Ambulante. El cronista argentino Daniel Riera, con múltiples aportes en textos de antología y coeditor de la revista Barcelona. El documentalista brasileño Joao Moreira Salles, gestor de exitosas series desde la invención narrativa.

Una selección de audaces entrevistados en la que no podían faltar los colombianos. El barranquillero Alberto Salcedo Ramos, “rescatista de náufragos”, que aporta una larga trayectoria de crónica para ser leída y contada. El bogotano Andrés Felipe Solano, que abrió sus compuertas a la ficción y la narrativa periodística con una obra que crece en su trajinar por el mundo. Juan Gabriel Vásquez, “un novelista que se alimenta de reportajes” para iluminar los rincones oscuros de la historia.     

Son traductores del caos porque lo escudriñan mediante la crónica, “criatura ignota, portentosa y escurridiza”, como la describe el consagrado escritor y periodista mexicano Juan Villoro, “cacique de la tribu cronística latinoamericana”, a quien también entrevista en su libro Carlos Mario Correa. Como a la cubana Mónica Baró, que sintetiza en sus escritos lo que quiso ser: arqueóloga, forense, misionera, maestra de primaria, mesera de bar o conductora de ambulancia.

Carlos Mario Correa es de Caldas (Antioquia), pero siempre ha vivido en Medellín, donde abundan las razones para volverse cronista. En 1988 debutó en El Mundo, donde empezó su travesía de itinerante citadino. Ese mismo año pasó a El Espectador en su oficina de Medellín, y fue testigo del momento más difícil del diario por la arremetida terrorista de Pablo Escobar. Fueron trece años en esta casa periodística, donde su deber fue la noticia, pero le apostó a la crónica.

De esa brega solitaria de orfebre de la palabra entre la hecatombe, quedaron sus primeros libros. Préstame tus ojos, con 23 relatos de recorrido por Antioquia; y Las llaves del periódico, para testificar cómo fue reportear para El Espectador casi desde la clandestinidad, o qué significó ver caer asesinados a tres ejecutivos del diario en Medellín, sus compañeros de trabajo. Él insiste en que lo importante es no olvidar y hacer memoria de esos héroes anónimos en días de supervivencia.

Horas también de crónicas varias, con el patrocinio de quienes recuerda como “buenos maestros”. Primero Juan José Hoyos, su profesor en la universidad y de todo el batallón de cronistas de Medellín; y después sus editores en El Espectador. Rufino Acosta y Antonio Andrauss en el ámbito deportivo o Luis de Castro, en los gajes del mundo judicial. Eso sin hacer a un lado a quienes conoció leyendo. Sobre todo, Germán Pinzón y Henry Holguín, rebuscadores de perlas en el mar de los reportes.

Debutó rápido como profesor de la Universidad de Antioquia, donde además del citado Juan José Hoyos compartió con otras dos formadoras de oficio: Patricia Nieto y Maryluz Vallejo. Junto a ellas, y otros maestros del periodismo paisa, fueron once años dedicados a enseñar lo aprendido. En 2004 se trasladó a EAFIT, donde empezó afilando el bisturí para cortar malezas en la frontera invisible de los géneros, y ahora va por quince años de coleccionista y difusor de crónicas.

De ese intercambio con los estudiantes surgieron sus libros La crónica reina sin corona y la antología Aprendiz de cronista. Periodismo narrativo universitario en Colombia 1999-2013. Y de su insaciable rebusque en la historia, su condición de coautor en Rey de corazones y Medellín, una pasión crónica, así como su inédita mirada sobre Guillermo Cano, el cronista, incluida en el texto de homenaje al maestro de maestros: Tinta indeleble, vida y obra.

Disciplinado y de bajo perfil; amigo de todos sin distingos de edad, condición o sexo; y siempre agradecido con su madre, Gabriela, a quien describe como “una crónica pequeña de estatura, rebosante de paciencia, dignidad, amor y cabello blanco”, Carlos Mario Correa sigue al frente de la defensa y promoción del oficio. El del cronista que, según él, debe fortalecerse, y que ahora tiene en los videos, los podcasts y demás opciones de la tecnología nuevas herramientas para seguir reinando.    

Por JORGE CARDONA ALZATE

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