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Lo anterior, porque es una historia que tiene muchas historias dentro de sí misma. Desde el drama del choque del avión contra la montaña hasta el momento del rescate, 72 días después. La lección de solidaridad, trabajo en equipo y ayuda, especialmente a los más débiles, es una enseñanza que merece ser reivindicada en cualquier momento y frente a cualquier adversidad. Es una historia que va más allá de la propia película. Es un hecho que, contado en 1972, ahora o en cincuenta años seguirá tocando el alma de cualquier ser humano que se sumerja en ella.
Sobre el tema se han escrito un buen número de libros, se han realizado tres películas, varios documentales y un sinnúmero de programas de televisión y entrevistas con sus protagonistas. En este caso, se trata de la película de un director con larga trayectoria, que recoge todo lo que sucedió con un absoluto respeto a la verdad y, en especial, a los sentimientos y emociones de cada uno de los participantes. Además, porque está basada en el libro del mismo nombre, del escritor y guionista uruguayo Pablo Vierci que, por el contacto y cercanía que tenía desde la época del accidente con algunos de los participantes, pudo reconstruir la historia de primerísima mano con los testimonios de cada uno de ellos.
La cinta de Jota Bayona, como tal, logra con creces todos los objetivos de una excelente película: un acertado guion; la puesta en escena en tres lugares distintos, dos en España y el otro en el lugar de los hechos; imágenes llenas de realismo a través planos inmejorables; transmisión de la emoción sin espacio para la sensiblería; manejo de un tema tan complejo como el de la antropofagia sin sensacionalismo y con el respeto que el mismo ameritaba; un cuidado de filigrana en cada uno de los detalles que llevó a que el director, sus asistentes o los actores, hablaran durante la filmación con los propios protagonistas para ajustarse a los hechos; unos actores, casi todos desconocidos y casi todos uruguayos, que dan el todo en cada uno de sus roles, y, muy especialmente, hablada en el lenguaje uruguayo de los jóvenes de la época.
La película, de más de dos horas, se distribuye en varios picos narrativos: la salida de Montevideo, el jueves 12 de octubre de 1972, de los jóvenes de un equipo de Rugby, los Old Christian, que van a jugar un partido en Santiago, así como otras personas, conocidas de algunos de ellos, que se suman al viaje en un avión de la Fuerza Aérea que hace un vuelo chárter, el 571. Son 45 en total, sumando la tripulación.
El bullicio de un viaje por cuatro días a Santiago. En la película no se alcanza a contar que debieron pernoctar esa primera noche en Mendoza debido al mal tiempo, partiendo de nuevo el viernes 13. El accidente como tal, debido a un error humano, que lleva al golpe contra la montaña y a que el cono delantero se deslice sobre la nieve a gran velocidad para estrellarse contra el fondo del Valle de las Lágrimas a casi cuatro mil metros de altura. La primera noche, descrita como la peor de sus vidas, un verdadero infierno, literalmente hablando, con temperaturas de menos 30 grados bajo cero en la cual mueren cuatro personas más, que se suman a las trece que fallecieron de inmediato.
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Los primeros diez días en los cuales el capitán del equipo de Rugby, se convierte en el líder natural del grupo. El día 10, cuando escuchan en una radio que lograron rescatar, que ya no habrá más búsqueda y se sienten olvidados por el mundo. Sin alimento alguno, la compleja y polémica decisión de buscar proteína en la carne de las personas fallecidas, lo que deciden por mayoría de manera sabia a pesar de la reticencia de algunos de ellos.
Un alud nocturno en el día 17, en un momento de especial ánimo del grupo, que causa la muerte de ocho personas más y los deja enterrados durante tres días dentro del fuselaje del avión y bajo la nieve. El día 61, donde el grupo de planificación de los tres primos Strauch considera que es el momento para que Fernando “Nando” Parrado, Roberto Canessa y Antonio “Tintín” Vizintin, salgan en busca de ayuda, tras otras expediciones frustradas. La decisión se tomó luego de la muerte de uno de los sobrevivientes, Numa Turcatti, con un muy especial papel en la película. “Tintín” regresará a los tres días al avión debido al cansancio. El día 69, ya al borde de sus fuerzas, y luego de una odisea inimaginable, encuentran a un arriero chileno Sergio Catalán, quien da aviso a las autoridades y serán rescatados al día siguiente junto a sus catorce compañeros restantes, en los dos días que siguieron.
Las paradojas que se presentaron fueron, como el Yin y el Yang, muchas: si el golpe hubiera sido de frente, contra la montaña, difícilmente habrían sobrevivido, pero, al mismo tiempo, el que el avión se partiera en dos y se deslizar una parte sobre la nieve, permitió que hubiera más sobrevivientes. A pesar de las condiciones adversas que tenían, comenzando por las climáticas, en ningún momento imperó la ley del más fuerte, sino que cada uno de ellos dio lo mejor de sí para ayudar a los demás. Tras diez días de liderazgo del capitán del equipo, este se derrumba al saber que ya no los buscan, y surge un liderazgo compartido que establece funciones específicas a cado uno de los integrantes de la Sociedad de la Nieve, en especial a los expedicionarios que tienen las mejores condiciones física para buscar ayuda.
Frente a cada nueva adversidad que se presentaba, y que trataban de sortear con una entereza envidiable, aparecía otro hecho negativo como si la naturaleza quisiera demostrarles que estaba jugando con ellos un juego macabro. Ante el entendible cuestionamiento y rechazo de algunos sobre la posibilidad de utilizar la carne de los cuerpos de las personas fallecidas, el ofrecimiento de varios de ellos de que si morían utilizaran su propio cuerpo para sobrevivir, permitió superar dicho obstáculo. Como lo escribe el propio Vierci: “siempre pueden estar peor, están en el fondo de un poso que no tiene fondo”.
Según varios supervivientes, a cada No del destino, anteponían un Sí de determinación. Nando Parrado dice que los catalogan de héroes y de valientes. Ha repetido hasta la saciedad que a él lo movía el miedo, que ocultaba muy bien de los demás. Menciona que siempre recordaba una frase de su padre: el miedo, moviliza, el pánico, paraliza. Su miedo a morir lo salvó a él y, de paso, a todos los demás.
El libro, que debería ser leído además por aquellas personas ávidas de temas de “auto-ayuda”, para tener a mano una historia de verdad-verdad, real como la vida misma, que se sustenta en la certeza de superar obstáculos aparentemente infranqueables sobre la base de la solidaridad y el humanismo. Como dice Canessa “porque los demás han depositado en ti una confianza que ni tu mismo tienes”. Para Vierci “la salvación es colectiva, con compasión y misericordia, porque cada vez que uno muere, todos se mueren un poco”.
¿Un milagro? les han preguntado con frecuencia desde hace algo más de 51 años. El consenso es que no se trató de un milagro. A pesar de venir de un colegio católico, sienten que un milagro hubiera sido que una fuerza sobrenatural los hubiera sacado de allí desde el cielo. Lo que hubo fue un acto titánico de un grupo humano cohesionado, con un alto nivel de espiritualidad, en el cual cada uno de ellos aportó lo que podía. Los 16 supervivientes salieron con un plano de consciencia muy elevado, y hasta el momento han cumplido con la promesa interna de tratar de vivir de la mejor manera, en nombre de todos los demás.