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Memoria de un León de Oro en Cannes

Cannes es esa joya del sur de Francia, es la meca de los artistas y la plaza sagrada de los festivales más importantes del mundo de música, de cine y de publicidad, entre otros.

Juan Carlos Ortiz

18 de junio de 2008 - 09:31 p. m.
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Y en el negocio de la publicidad y el mercadeo, nada más importante globalmente y cubierto de gloria y fama que el Festival de Cannes. Allí compiten y son premiados los mejores trabajos publicitarios del planeta.

Hace unos años, el comercial de televisión llamado “Caspa”, que yo había tenido la suerte de crear y escribir, estaba de finalista. Realizado para la Presidencia de la República de Colombia y su campaña antidrogas, mostraba a un hombre demacrado en un bus, parado muy cerca detrás de una persona con una tremenda caspa en sus hombros.

El hombre, inquieto, sorpresivamente aspiraba la caspa de los hombros como si fuera cocaína. Para mí ya era un gran honor saber que estaba de finalista.

Un día antes de la gran premiación, un miembro del jurado me contó que el comercial había ganado un premio. Dentro de mis expectativas tercermundistas e históricamente reducidas, pregunté con humildad si había ganado un bronce. La respuesta fue negativa. Señores, había ganado la de oro. No lo podía creer. Nunca, en la historia de la publicidad colombiana, nos habíamos ganado un León de Oro. Salí inmediatamente a la calle con dos objetivos claros: un vestido para la ceremonia del día siguiente y una bandera de Colombia como testigo inolvidable de ese momento histórico.

Cuando estaba midiéndome el vestido en el almacén, me encontré con el presidente mundial de la compañía, mi jefe. Me abrazó y me dijo: “Mañana sacarás la cara por todos nosotros y por tu país. El traje va por cuenta mía”.

Qué felicidad. Para el asunto de la bandera había que ser más creativos. En un almacén de alta costura, una señora se apiadó y cordialmente me regaló tres pedazos de tela: uno amarillo, uno rojo y uno azul, y me los cosió.

Llegó la noche de la premiación. Miles de personas, medios de comunicación, transmisión en televisión. Me tocó entrar por la alfombra roja rodeado de estrellas. Era como una película surrealista, un guión de Dalí y Buñuel. El presentador de la BBC, como en las películas, abrió el sobre y leyó: el ganador es Colombia. Mostraron el comercial y los aplausos fueron desgarradores.

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 Subí al escenario, recibí el León de Oro y de repente, delante de todo el teatro, saqué mi bandera de Colombia y la abrí en el escenario. El público se puso de pie y no paraba de aplaudir. Y yo no paraba de llorar. Una emoción inolvidable. Mi vida profesional y mi sentimiento colombiano se partieron en dos. Antes y después del oro en Cannes, siempre pensé que era un ciudadano del mundo.

Ese día entre los aplausos, entendí que la gente aplaudía a Colombia. Entendí que no importa lo que uno haga en la vida, publicidad, ciencia, ingeniería, zapatería o empanadas, existe una responsabilidad con nuestro país. Hoy me siento más colombiano que nunca, pero sobre todo, muy orgulloso de serlo.

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Por Juan Carlos Ortiz

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