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"Una serie de eventos desafortunados": cuando los finales felices no existen

Neil Patrick Harris y Barry Sonnenfeld adaptan en Netflix las novelas juveniles de Lemony Snicket.

Álvaro P. Ruiz de Elvira / El País

13 de enero de 2017 - 10:36 a. m.
"Una serie de eventos desafortunados" se lanza el 13 de enero. / Cortesía
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En "Una serie de eventos desafortunados", si es que el título ya lo advierte, no es que quisiéramos ponernos agoreros nosotros, se habla de la triste historia de los huérfanos hermanos Baudelaire y su espeluznante tío Olaf, un conde de múltiples caras (más bien disfraces desastrosos) que quiere hacerse con la fortuna familiar, matando incluso si hace falta. La serie está basada en los libros firmados por Lemony Snicket, seudónimo del escritor Daniel Handler (también productor de la serie). La ficción adaptará los 13 libros de Snicket —publicados entre 1999 y 2006— durante tres temporadas, a dos capítulos por libro.

Los ocho episodios de la primera entrega que se estrena el 13 de enero fueron grabados casi al completo en interiores en los nuevos e imponentes estudios Ironwood de Vancouver, Canadá, en la primavera de 2016. Pasear por sus siete escenarios, el mayor de ellos de 2300 metros cuadrados, y hablar con sus responsables es como ver cómodamente los extras de una edición de lujo de un DVD. Técnicos de efectos especiales, maquilladoras, directores de arte, productores y actores explican su trabajo. Huele a madera, pintura y serrín. Cuando un decorado ya no va a volver a ser usado se destroza para hacer sitio al siguiente. El día que El País visita el rodaje, invitados por Netflix, se puede caminar por el interior de las casas de acogida por las que tendrán que pasar los Baudelaire, el camarote de un barco, el interior de una cámara acorazada de un banco y un molino. El trajín de trabajadores que van de un set a otro o que pasan por el taller de utilería, por el de construcción o el de pintura es constante. Se escuchan sierras, martillazos y máquinas.

Aparece para la entrevista Neil Patrick Harris. Va camino de la caravana de maquillaje —hoy al conde Olaf le toca disfrazarse de Stefano, un supuesto herpetólogo de larga barba, gafas de culo de vaso y calvo— , pero prefiere parar primero a hablar con los periodistas. Lleva una boina que esconde una cabeza totalmente pelada. "Quería ser fiel al material original lo más posible. No leí los libros cuando salieron y no sé por qué, son increíbles. Yo tiro hacia lo sardónico y al humor que muerde, y lo que Daniel Handler ha escrito es absolutamente hilarante y muy específico en su estilo, casi tipo Edward Gorey".

Al recordarle a Harris la película de 2004 de Jim Carrey, el actor deja claro que no la vio hasta después de empezar a rodar la serie: "No quería que me influyera lo que quería conseguir y al mismo tiempo no quería sentir que tomaba decisiones solo para ser diferente de lo que hizo Carrey. Lo único por lo que me he preocupado es que los disfraces de Olaf no se parezcan a los que eligieron para la película", cuenta el actor. "Carrey tiene su propio estilo de actuación y yo trato de ser lo más respetuoso posible al texto que escribió Daniel". Para lograr su propio Olaf, un personaje tenebroso y ridículo a ratos, el intérprete revela sus inspiraciones: "Mucho de [el actor] Alan Rickman, con esa voz, bastante del Jack Nicholson de El resplandor, un poquito de Willie Coyote y en general de un asesino en serie".

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Por Álvaro P. Ruiz de Elvira / El País

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