El primer viaje cinematográfico por el Museo del Prado

Laura García Lorca, sobrina del genio español, habla sobre el documental “Museo del Prado: una colección de maravilla”, de la directora Valeria Parisi.

Redacción cine
14 de septiembre de 2019 - 02:00 a. m.
Jeremy Irons es el narrador de “Museo del Prado: una colección de maravilla”. / Cortesía
Jeremy Irons es el narrador de “Museo del Prado: una colección de maravilla”. / Cortesía

¿Cómo acabó participando en este largometraje de Nexo Digital sobre el Prado?

Fue una llamada que no me esperaba, pero que en realidad tenía mucho sentido. La relación que tuvo Federico García Lorca con el Museo del Prado fue importantísima de antes incluso de su llegada a Madrid. Se acaban de cumplir cien años de llegar a la residencia de estudiantes, donde fue el encuentro conocido por todos con Dalí, Buñuel y Pepín Bello. Eran los cuatro amigos más cercanos y tanto por su interés propio y muy especialmente bajo los ojos de Dalí, esas visitas que hacían regularmente al Prado marcaron mucho a todo ese grupo y especialmente a Federico y a Buñuel. Luego, por otro lado, La Barraca, que es algo que de alguna forma tiene que ver con eso, se traduce en la necesidad, como lo veía Lorca, de acercar el arte al pueblo, y quizás era el lenguaje más cercano o el que él encontró más apto para esa misión fue el teatro, La Barraca, un teatro universitario. A este llevaba las obras de los autores clásicos españoles, Cervantes, de Calderón, a aldeas o pueblos que nunca habían tenido experiencia alguna de una obra de arte. En ese proyecto de La Barraca intervinieron artistas jóvenes que se ocupaban de los decorados y el vestuario, y es parte de todo un discurso que para Lorca era importante, ese acceso a las grandes obras.

¿Descubrió algo nuevo del Museo o de la colección durante la grabación?

Algo de lo que habla Lorca de una manera muy particular, por ejemplo, en la conferencia sobre El duende habla de Goya, identificándolo con los sonidos negros que tiene el cante jondo, que los traduce a las imágenes de las pinturas negras de Goya y es algo que está ahí muy presente. Por otro lado, algo que sabemos muy bien, gracias a Pepín, que sobrevivió a todos ellos y pudo contarnos cosas muy importantes de todos ellos. Él decía de Dalí que era prácticamente disfuncional, que no sabía que uno iba al cine a ver una película y que había que entregarle un dinero a una persona y esa persona le daba a cambio un billete y entonces entraba uno al cine, Pepín decía que no sabía ni comprar una pastilla de jabón. Pero vete con él al Prado, era de una erudición. Lo que sabía Salvador de arte era extraordinario y hablaba en ese momento de Fra Angélico, que era un interés que compartía con Federico, que le manda un collage por correo, una tarjeta preciosa con una especie de circulito color de rosa y un trocito de cuerda que le llama “El nacimiento del niño Jesús”, homenaje a Fra Angélico. Pues ahí había algo que compartieron y que tenía un especial significado para los dos.

De todas las obras del Prado, ¿cuál es su preferida?

¡Qué difícil! Me siento incapaz de contestar esa pregunta, pero me viene a la cabeza La sala de los cantones de Goya.

¿Podemos profundizar en la relación entre el museo y los artistas?

Esa es la maravilla de lo que permanece, las grandes obras, con las que se establece un diálogo que no cesa entre generaciones, entre épocas, países, lenguas y es un lenguaje propio de los artistas y de los espectadores del mundo entero que ahí hay. Lo que se ha conservado mantiene esa capacidad de transmisión. En un sentido, difuminación del tiempo y al mismo tiempo una información muy preciosa de tiempos concretos. Así es que hay una doble comunicación, una digamos que intemporal y la otra muy concreta de un momento de la historia.

¿Cree que el Prado sigue inspirando nuevas generaciones de creadores?

Por supuesto que sí, yo creo que es una fuente que no termina de dar a su visitante, a los artistas y a todo tipo de público. Esa es la maravilla.

La Fundación García Lorca busca preservar la creación artística, ¿cómo se une ese esfuerzo al de instituciones como el Museo del Prado?

Es simplemente poner de relieve la realidad que existe, que es que Lorca tiene lectores en todo el mundo, de distintos niveles de lectura, y artistas de todo tipo siguen encontrando en su obra algo cercano que sigue teniendo nuevas lecturas y un autor con el que se establece una comunicación de una manera tan directa que es muy extraña. Es un fenómeno lo que despierta la obra de Lorca.

¿Por qué todos deben conocer el Prado, así sea en salas de cine?

Porque habrá obras que maravillen a todo el mundo, cada uno tendrá la suya y será además cada vez de una forma diferente, cada vez una obra diferente que le pondrá en contacto con lo mejor que tenemos, lo mejor del ser humano, con lo mejor del mundo. Esta ahí todo reflejado.

¿Cómo conoció el Prado?

Fue en uno de los primeros viajes, en una de las vueltas de mis padres y abuela a España, porque se habían ido al exilio en Nueva York, entonces nuestro museo de cabecera era el Metropolitan y recuerdo muy bien la primera vez que me llevaron, a lo mejor tenía unos cinco años. Sí recuerdo en particular un cuadro de Bassano, que hace mucho no veo, que me impresiono muy especialmente: “La vuelta del hijo pródigo”. Ese brazo de cordero me impresionó muchísimo. Eso es lo que recuerdo.

Por Redacción cine

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