Fabiana Medina: "A La Chiqui la construí de afuera hacia adentro"

Tanto las fotos en los periódicos como la música fueron esenciales para establecer los cimientos de lo que sería mi interpretación de Carmenza Cardona Londoño (La Chiqui) en la película "La toma de la embajada", de Ciro Durán.

Fabiana Medina
27 de febrero de 2020 - 06:14 p. m.
La actriz Fabiana Medina interpretando a La Chiqui en la película "La toma de la embajada", del director Ciro Durán.  / Cortesía
La actriz Fabiana Medina interpretando a La Chiqui en la película "La toma de la embajada", del director Ciro Durán. / Cortesía

Mi historia con "La toma de la embajada" comenzó con un casting. El equipo de producción me llamó para hacer una audición entre varias actrices. Pasaron algunos días y me contaron que el papel era mío. Así fue como llegué a interpretar a Carmenza Cardona Londoño, La Chiqui, en esta película... y tan pronto me dieron la noticia, me puse a recopilar datos sobre esta mujer del M19.

 

 

El mismo equipo de producción se encargó de suministrarme algunos detalles de La Chiqui y recurrí al material periodístico para asimilar primero su parte física. Sus fotos en los medios de comunicación fueron determinantes para que yo pudiera aproximarme a ella porque en aquel tiempo, estamos hablando de más de 20 años atrás, internet no estaba tan normalizado en nuestra cotidianidad. (Le puede interesar: Toma de la Embajada de República Dominicana: ¿por qué marcó historia?)

Analicé la silueta, me concentré en eso y me dijeron que ella tenía un acento paisa, de Caldas o de Antioquia, no recuerdo bien, pero la producción fue muy enfática en decirme que simplemente lo insinuara, sin reforzar ningún regionalismo. (Lea también: Las críticas de Rosemberg Pabón a la película sobre la toma de la Embajada dominicana)

Tanto las fotos como la música fueron esenciales para establecer los cimientos de lo que sería mi interpretación de La Chiqui. “Pienso que fui hecho / para soñar el sol / y para decir cosas /que despierten amor. / ¿Cómo es posible entonces / que duerma entre saltos / de angustia y horror?”, un fragmento de la canción “Sueño de una noche de verano”, de Silvio Rodríguez, fue durante el tiempo de rodaje la banda sonora de mis días.   

Siempre me dijeron que su canción favorita era “La ley del monte” con: "Grabé en la penca de un maguey tu nombre, unido al mío, entrelazados". Sin embargo, el tema que mejor la definía era "Sueño de una noche de verano”. Al parecer, para las personas que la conocían, La Chiqui era como los versos de Silvio Rodríguez, pero ella se identificaba más con una ranchera.

Ahora recuerdo que fue su compañero de batalla y de vida, Rosemberg Pabón, quien me dijo que la canción favorita de La Chiqui era “La ley del monte”. También leí varios libros sobre la toma de la embajada de República Dominicana en Bogotá. Compré, entre otros textos, “La operación ballena azul”, sobre el robo de las armas del Cantón Norte, uno de los golpes importantes del M19, así que me ilustré a fondo. 

Ni durante el proceso de construcción ni en los momentos del rodaje llegué a juzgar a La Chiqui. Yo estuve muy metida en su piel y como estaba contando su historia no tenía la distancia requerida para establecer juicios de valor. Creo que en las películas pasa lo mismo que en la vida real y es que es con el tiempo que uno puede identificar si obró bien o mal.

A La Chiqui la construí de afuera hacia adentro. Su parte física fue determinante y recuerdo que me decían que yo era de la misma estatura, pero que ella tenía el busto más grande, así que me tocó ponerme a hacer ejercicios y a ponerme la ropa adecuada para resaltar esa parte de mi cuerpo. Me tocó cortarme mucho el pelo y con ella apliqué la frase de: el hábito sí hace al monje. Primero la vestí y luego empecé el trabajo de los ojos porque Ciro Durán me insistió en que en algunas escenas estaría encapuchada, así que me tocaba expresar mucho con la mirada.

En ese entonces, yo tenía el ímpetu de la juventud y creía que era con la fuerza interpretativa que podía lograr más cosas en escena. Tal vez en eso nos parecimos ella y yo en ese momento, porque La Chiqui utilizó en ese momento la lucha y yo, como actriz, también me centré en la fuerza en lugar de emplear otros recursos que hoy tengo muy interiorizados.

Lo que sí hice muchas veces fue plantearme interrogantes: ¿por qué ella actúa así?, ¿por qué resuelve de esa manera sus conflictos? No se trata de juzgar ni de justificar, porque cuando uno está tan metido en el papel, es difícil apartarse de una realidad. A mí me quedó un vacío porque hasta hoy no supe si valió la pena el esfuerzo que hizo y si el camino guerrillero fue el adecuado.

Participar en “La toma de la embajada” me hizo reflexionar mucho. Yo estaba muy joven cuando participé en ese proyecto y me sorprendía de cada detalle que encontraba sobre el personaje. Por ejemplo, alguien me contó que ella iba a comer y veía que alguien no tenía alimento y, de inmediato, compartía la comida que tenía. Según lo que leí, La Chiqui pensaba más a nivel comunitario que individualmente, todo lo contrario a lo que pasa en la actualidad.    

Tan pronto leí el guión de la película lo comparé con el libro “Así nos tomamos la embajada” y me parecía que muchos detalles del libro no estaban en la película. Sin embargo, lo entendí porque se trataba de una cinta que no podía durar tanto como duró la toma realmente. Me hicieron falta algunas escenas importantes del libro, pero me emocionaba mucho la idea de contar esa historia desde mi interpretación. 

Hoy puedo decir que tuve una escena de cama con Demián Bichir, nada más y nada menos. La excusa ahí era la canción “Esta noche no, no te vayas de mí”. Yo tenía el ímpetu y la inconsciencia de la juventud y dije: “si me toca hacer esto, lo hago”. Con la tranquilidad del paso del tiempo, estoy segura de que esa escena no era necesaria. Lo importante era el hecho político y lo que sucedía socialmente, pero eso lo pienso ahora como adulta.

Demián Bichir fue muy solidario conmigo. Me dio mucha confianza y fue un súper partner para mí. Tuvimos tiempo y no es como ahora que tan pronto dicen “corten”, cada uno se va a su celular y listo.

Para finalizar, puedo decir que tengo el mal de todos los actores y es que padezco verme en las películas porque ahí ya no hay nada que se pueda hacer. En pantalla no hay forma de corregir y el cine es como una montaña rusa que cuando estás arriba ya te toca ir para abajo, así que prefiero no verme.

Fui La Chiqui en un momento en el que no se hacían casi películas en Colombia y, a pesar de que estoy muy lejos de esa época y de ese rodaje, puedo decir que hice lo mejor que pude en ese momento para mostrarla de la manera que creí más sincera. 

Por Fabiana Medina

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