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Carlos “El Gordo” Benjumea: un talento sin dimensión

El actor murió este jueves 13 de mayo a los 80 años. Homenaje a quien incursionó con éxito y carisma en el teatro, el cine y la televisión.

Juan Carlos Piedrahita
13 de mayo de 2021 - 11:15 p. m.
El nombre de pila de “El Gordo” era Carlos Julio Benjumea Guevara.
El nombre de pila de “El Gordo” era Carlos Julio Benjumea Guevara.

Carlos “El Gordo” Benjumea se acostumbró a ser el centro de atención. Siempre lo fue. Él tenía ese extraño imán que poseen los artistas genuinos para atraer las miradas y convertirse en el eje, el referente obligado en cualquier actividad grupal. No importaba quién estuviera a su lado, la imponente María Cecilia Botero, el incansable Fernando González Pacheco o la hábil conversadora Gloria Valencia de Castaño, Benjumea siempre lograba inclinar la balanza a su favor.

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El talento innato, la inspiración, que en el flamenco se llama duende; el compromiso con el oficio del actor y, sobre todo, un carisma pocas veces visto sobre el escenario o enfrente de las cámaras de cine y televisión, hicieron de Carlos “El Gordo” Benjumea, quien nació en Bogotá el 27 de enero de 1941, un coctel perfecto para motivar los aplausos del público.

Sin duda fue su carisma lo que motivó a varios directores, entre ellos a Gustavo Nieto Roa, a pensar en él como una especie de personaje alrededor del que podían girar varias historias sin el miedo a que la trama se refundiera en el camino. Sería como Charlot de Charles Chaplin, Chespirito de Roberto Gómez Bolaños o Mr. Bean de Rowan Atkinson. No importaba hasta dónde podía llegar la imaginación del guionista, la intención del director o el deseo comercial del productor, para eso estaba Carlos “El Gordo” Benjumea, para volver posible lo insospechado.

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Pocos artistas del medio colombiano tenían esa facilidad para sacarle provecho a su condición física y lo que hacía Benjumea ante las cámaras y fuera de ellas era tratar de burlarse de él mismo sin contemplaciones y sin falsas modestias. El humor siempre lo ayudó a consolidarse y la manera en la que solía salir adelante hacía que su interlocutor primero esbozara una sonrisa, después se dejara llevar por una sonora carcajada y el resultado final se tradujera en una reflexión profunda y certera.

Ese juego de roles dominó la pantalla colombiana durante varios años en las décadas del 80 y 90, y dos de sus protagonistas más emblemáticos fueron Fernando González Pacheco y Carlos “El Gordo” Benjumea. Los dos tenían muy claro su poder de comunicación y lo desarrollaron de manera contundente en espacios tan distintos como Sabariedades y Pacheco, El Gordo y...

Sabariedades, por ejemplo, era un programa concurso emitido en vivo y en directo desde el teatro al aire libre de la Media Torta, en Bogotá, y allí Pacheco y Benjumea alternaban los juegos con los participantes con presentaciones de artistas reconocidos. “El Gordo”, además de ser anfitrión del espacio, se divertía bailando cada intervención de algún colectivo tropical, pero su principal tarea era provocar y desesperar a Pacheco. Siempre lo consiguió y más aún cuando empleó la frase: “ya te atiendo”, que se hizo célebre.

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Pacheco, El Gordo y..., por su parte, era un espacio en el que se hacía humor a través de sketches y los dos anfitriones ponían a prueba sus habilidades compartiendo escenas con otros versados actores. En este ámbito televisivo, Carlos “El Gordo” Benjumea sacaba a relucir todas esas jornadas dedicadas a la comedia picante en establecimientos tradicionales de la capital colombiana como La Gata Caliente y La Casa del Gordo.

La versatilidad de Benjumea jamás fue cuestionada. Con la misma convicción con la que se ponía overol, sombrero campesino y botas de caucho para interpretar a Julito en el programa Ver para aprender, portaba la sotana del padre Don Camilo en la serie del mismo nombre, la versión criolla de las historias de Giovannino Guareschi. Aprendiendo o confesando, el actor se metía en su papel y le sacaba brillo a su talento y punta a su carisma.

La relación de Carlos “El Gordo” Benjumea con el cine se oficializó en 1964 con su participación en El río de las tumbas, de Julio Luzardo. Sin embargo, fue a finales de la década del 70 cuando se convirtió en un ícono de la cinematografía colombiana por ser el protagonista de cintas como Esposos en vacaciones (1977), El inmigrante latino (1980), Padre por accidente (1981) y, tal vez su pieza cumbre, El taxista millonario (1979), dirigida por Gustavo Nieto Roa.

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Benjumea no solamente fue actor y director de teatro, cine y televisión, también fue gestor al liderar la creación de un espacio como La Casa del Gordo y visionario al ser socio de la programadora Coestrellas junto a su amigo inseparable Fernando González Pacheco. Bajo esta firma fue productor de programas emblemáticos como Citas con Pacheco (que después se llamó Charlas con Pacheco), Pacheco insólito, El teatro de los jueves, la mencionada Sabariedades, Compre la orquesta y Siga la pista.

Algunas de las apariciones más recientes de Carlos “El Gordo” Benjumea en el medio audiovisual fueron en El Culebro: La historia de mi papá (2017), Un bandido honrado (2019), La ley del corazón (desde 2016), Dulce amor (2015) y Escobar, el patrón del mal (2012).

En todos estos colectivos actorales, a pesar de las complicaciones en su salud provocadas por los dolores en la médula espinal y las insuficiencias renales, Benjumea se caracterizó por su compromiso y por querer dar ejemplo a las generaciones posteriores.

Carlos “El Gordo” Benjumea murió este jueves 13 de mayo a los 80 años, después de dedicar cerca de cinco décadas al oficio artístico. Con él se fue su carisma, pero en sus intervenciones queda la esencia, la de un hombre con un talento sin dimensión.

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